El análisis económico del patrimonio histórico forma parte de una rama relativamente reciente, aunque también pujante, de la teoría económica: la economía de la cultura. Este análisis se sustenta en la consideración del patrimonio cultural como un activo (obviamente, con unas características específicas y singulares) que a su valor económico le suma un valor simbólico, primigenio ¿su valor cultural- sobre el que se sustenta el propio valor económico. Este activo ¿capital cultural- genera un gasto en su preservación, pero también unos ingresos por el flujo de servicios a él vinculado.
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