Los usos de drogas psicoactivas y los problemas asociados suelen producirse en forma de ciclos u oleadas, con claros ascensos y descensos. Esta simple constatación rara vez se tiene en cuenta, no sólo para interpretar los datos sobre el comercio y consumo, sino para reaccionar y prever los problemas que estos ciclos causan.
Hay al menos dos tipos de ciclos en el consumo contemporáneo de drogas que resultan cruciales para organizar los esfuerzos para reducir la demanda, limitar los daños y, en general, mejorar la relación social con el consumo de drogas desde una perspectiva de formación en valores democráticos y educación para la salud. Primero, hay ciclos largos y lentos, cuyas consecuencias tardan décadas en manifestarse, pero resultan relativamente predecibles. Por ejemplo los ciclos que han generado las "epidemias" de tabaquismo y alcoholismo que se dan hoy entre amplios sectores de jóvenes europeos, así como la ola de ascenso en el consumo de derivados del cáñamo. Segundo, hay también ciclos cortos, que vienen durando entre 7 y 15 años, que conciernen sólo a ciertos grupos generacionales, y que resultan más intensos, impredecibles y cautivadores de la atención pública.
Como ejemplos de estas "tormentas" o "ciclones", repasaremos brevemente la crisis de la heroína y la expansión del "éxtasis". Concluiremos que una adecuada prevención de los daños asociados a los consumos de drogas debe ser proactiva y basarse en los ciclos largos, sin perder de vista la reacción urgente frente a los ciclos cortos. Esto es casi siempre lo contrario de lo que viene haciéndose en Europa, por lo que se sugieren algunos cambios estratégicos en las políticas y en las representaciones sociales que se fomentan desde los círculos políticos y los medios de comunicación.
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