Entre el siglo VI y II a. de C., aproximadamente, encontramos distribuidos entre las cuencas del río Víboras y del arroyo del Salado en la Sierra Sur de Jaén un elevado número de asentamientos que inicialmente parecen formar parte de una entidad única; el territorio sobre el que se localizan constituye una zona neurálgica en la que convergen los límites que tradicionalmente se han venido atribuyendo a distintos pueblos de origen ibérico, polarizando de este modo la importancia de su carácter estratégico y fronterizo que ha tenido a lo largo de la historia.
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