El concepto de contratación externa oscila entre dos ideas básicas: una, se refiere al hecho de que la empresa saque fuera de su estructura una determinada actividad; otra, cuando una parte específica de la actividad productiva es realizada por unidades productivas ajenas1.
El primer caso que suele asimilarse con la idea de outsourcing, se debe a la necesidad de la empresa de centrarse en las competencias clave del negocio, es decir, en aquellas actividades que aportan valor, delegando aquellas otras en las que la empresa es menos eficiente, lo que le permite, en muchos casos, reducir sus costes. Se pasa, por tanto, a comprar en lugar de hacer y para ello, las áreas que no son consideradas fundamentales se independizan como empresas, se venden o simplemente, se acaba cerrando2. La actividad ferroviaria no es ajena a este tipo de tendencias como la realizada por la empresa LVB en Alemania3 o anteriormente por RENFE en España conjuntamente con Siemens4. El segundo caso, asimilable a la idea de subcontratación, se debe tanto a la necesidad de la empresa de cubrir nuevas actividades de una forma eficiente y a un coste razonable, como también el actuar de soporte ante la complejidad y diversidad tecnológica que debe afrontar, como es el caso del mantenimiento en el ámbito ferroviario.
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