Al comenzar el siglo XX el hormigón armado estaba empezando a difundirse en España. Tras algunos años utilizándose en proyectos menores, parecía que había llegado su consolidación con la cubierta del Tercer Depósito del Canal de Isabel II en Madrid, importante obra con la que se pretendía acabar con los problemas de abastecimiento de agua de la capital. Sin embargo, parte de esta cubierta se hundió el ocho de abril de 1905, mientras se estaba construyendo. Muchas personas murieron en el desastre, que tuvo una gran repercusión en la convulsa sociedad española de la época. En el ámbito técnico su impacto no fue menor, pues dio lugar a que se cuestionara, tanto dentro como fuera de España, la validez del hormigón armado como material de construcción.
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