El sistema político italiano experimentó un significativo cambio material en 1994 que modificó a los propios partidos. Las estructuras tradicionales desaparecieron o tuvieron que reciclarse y se vieron desafiadas por nuevos modos de hacer política. La progresiva consolidación de dos grandes coaliciones, una de centro-derecha y otra de centro-izquierda, pese a su heterogeneidad interna, permite las alternancias en el Gobierno central. Berlusconi ha introducido un estilo personalista y populista, con abundante uso mediático, en la política italiana que ha acabado permeando a todos los partidos, hoy más débiles que antaño. Los dos principales, Forza Italia y los Democratici di Sinistra, siguen siendo singulares -cada uno en su especie- dentro del panorama político europeo comparado.
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