En 1537 había en la villa de Ocaña (Toledo) más de doscientos judeoconversos, según se deduce de un censo realizado por el obispo de Calahorra. Ya en 1497 fueron habilitados sesenta y nueve vecinos, después de haber sido relajadas y reconciliadas más de cien personas desde 1485. Dedicados principalmente al sector secundario, muchos judeoconversos conservaron sus prácticas y costumbres mosaicas, manteniendo los lazos familiares, aunque a lo largo del siglo xv aumentaron los casos de bautizados convencidos que trataron de integrarse paulatinamente en la sociedad cristiana
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