El tema de las reglas de origen en las negociaciones internacionales, que despierta interés desde principios de los años setenta, ha sido percibido en los últimos años como una nueva forma de proteccionismo y ha destacado en la oleada de negociaciones comerciales que se han abierto o profundizado en el continente americano desde fines de los años ochenta. Los esquemas negociados en los nuevos tratados permiten extender la protección en los insumos intermedios de uno de los países hacia el otro. Por lo tanto, las ventajas de una zona de libre comercio no dependen ya sólo del sistema de protección de cada país, sino también de que las barreras de sus socios sean bajas. Por otra parte, quien gana el acceso al mercado de su socio deberá "compartir la preferencia" con quien se beneficia de la regla de origen en el otro país. Mientras más pequeño sea el país que negocia, más atenazado estará si acepta reglas de origen restrictivas. Más aún, el sistema de negociaciones "uno a uno" tiene el defecto de impedir la acumulación en las reglas de origen, lo que desalienta las inversiones privadas. Frente a esta situación se ha sugerido la conveniencia de una negociación conjunta, a nivel latinoamericano, de las reglas de origen. En opinión del autor, llegar a niveles de precisión individual de las normas no parece factible en las condiciones actuales. En cuanto a las reglas generales, es difícil que se avance más allá de lo acordado en la Ronda Uruguay, lo que tampoco dice mucho. De allí que sería más importante trabajar sobre un concepto de asimetría que permitiera comprender que más allá de un problema de niveles de desarrollo existe otro de tamaño relativo de los países, del que derivan profundas diferencias en las articulaciones de los eslabonamientos productivos.
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