Ramón Mazzucchelli, Francisco Javier Quirós Donate, Pedro Zarco Montejo, Raquel Almodóvar González
PUNTOS CLAVE Epidemiología. En grandes series hospitalarias de pacientes con ARe se ha encontrado una asociación alta con el HLA-B27 (80%-90%). En estudios comunitarios la ARe es leve y tiene buen pronóstico, estimándose una incidencia anual de 27-28 casos por cada 100.000 habitantes.
Clínica. La gravedad del cuadro clínico es muy variable y oscila desde una monoartritis aislada, hasta una afectación multisistémica con poliartritis grave. El cuadro típico es de una oligoartritis asimétrica en extremidades inferiores acompañada de entesitis. Pueden aparecer otras manifestaciones como dactilitis, uretritis inespecífica, conjuntivitis, uveítis, queratodermia blenorrágica y balanitis circinada; estas dos últimas son lesiones muy sugestivas para el diagnóstico.
Diagnóstico diferencial. El diagnóstico diferencial debe inicialmente hacerse con artritis séptica y artritis microcristalinas. El seguimiento de su evolución nos aportará datos para diferenciarla de otros reumatismos inflamatorios crónicos como la artritis reumatoide, artritis psoriásica y otras espondiloartritis.
Diagnóstico. Se debe intentar aislar los gérmenes causales en las heces, faringe o tracto genitourinario. En los pacientes con uretritis o cervicitis deben realizarse pruebas para la detección de Chlamydia en orina, exudado uretral o de cérvix, y en los pacientes con diarrea pruebas para detección de enterobacterias en heces y suero.
Pronóstico. El pronóstico a largo plazo parece ser mejor en la enfermedad adquirida tras infecciones intestinales que tras infecciones sexuales.
Tratamiento. Se emplean AINE e inyecciones locales de corticosteroides. En las formas crónicas pueden ser efectivos la sulfasalazina, el metotrexato o la azatioprina. Las ARe post-Chlamydia pueden beneficiarse de un tratamiento antibiótico prolongado (3 meses).
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