El crecimiento demográfico descontrolado, el aumento de las desigualdades y las carencias, la crisis de biodiversidad, la degradación ecológica y los derroches energéticos plantean la necesidad de unas políticas de la Tierra que atiendan a las necesidades globales del Planeta, poniendo en común los intereses en los que coincidimos como especie. Las limitaciones de los enfoques particulares, y de las organizaciones que los sustentan, para hacer frente a las exigencias globales suscitan la pertinencia de una nueva cultura y una nueva ética de la Tierra que nos ayude a hacer frente con éxito a los grandes dilemas de la humanidad en un futuro no lejano.
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