Lejos de constituir territorios neutros, los lugares en donde se desarrolla el ocio no son más que construcciones de agentes sociales que reflejan y reproducen en su lógica la misma estructura social; son también estos espacios el escenario de las resistencias frente al poder, a la vez que ingre-dientes que retardan o estimulan la dinámica social; indican, en fin, la evidencia de una mercantili-zación que invade los reductos más banales y cotidianos de lo social. Como cualquier otro espacio público durante la Restauración lugares como la calle, los teatros o los jardines públicos, las taber-nas o Casas del Pueblo testimonian, en conclusión, las coacciones del poder sobre las capas popula-res, o las resistencias o los empeños de autonomía cultural de estas últimas.
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