La carta pastoral colectiva de los arzobispos españoles, en julio de 1926, sobre el comportamiento y la vestimenta de las mujeres revela la preocupación y la incapacidad de la Iglesia por controlar la apariencia corporal de las mujeres, signo de unos cambios culturales en relación con el género unidos a la secularización y a las corrientes modernas. Con la pérdida de influencia sobre el cuerpo político en 1931, la Iglesia recurrió a movilizar a sus partidarios y en especial a las mujeres desde una construcción católica de la feminidad, que no tuvo más opción que competir con otras tendencias secularizantes. La victoria de Franco en la guerra civil permitió restaurar desde la fuerza del estado lo que la Iglesia no podía ya realizar por sí misma
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