El Censo Obrero elaborado por el Ayuntamiento de Barcelona en 1905, permite un conocimiento aproximado de las magnitudes más importantes del trabajo infantil, con distinción de sexos aunque no de edades precisas. Este Censo se contrasta con los datos del Censo de Cerdá (1856) y con otras fuentes. De las conclusiones de este artículo conviene destacar la permanencia de altas tasas de actividad infantil, con un declive apenas iniciado, mucho más tardío que el británico. El volumen de empleo infantil es desde luego signo y factor de la industrialización catalana. Su distribución revela la continuidad de la preponderancia algodonera y la relativa diversificación industrial. Niños y niñas no siguen exactamente los mismos caminos. En su iniciación laboral la cultura de género tiene un acusado papel.
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