La región de Jilotepec, estado de México, considerada el "riñón" o centro del mundo otomí, fungió como doble frontera dentro de la geografía mesoamericana. Por un lado fue la zona que reunió grupos de cazadores-recolectores y altas civilizaciones del Altiplano Central, y, por otro, sirvió como amortiguador entre el imperio mexica y el tarasco. De tal manera, los grupos otomíes que la habitaron son revaluados en su papel histórico.
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