Habitualmente Costa Rica era considerada la democracia latinoamericana menos susceptible de experimentar corrupción. Los recientes escándalos, que involucran a dos ex-presidentes y varios representantes de instituciones locales y corporaciones internacionales, dan cuenta de un notorio cambio en ese estado de cosas. Este análisis muestra cómo la consolidación de un sistema bipartidista en conjunción con estrategias de reducción del Estado han puesto en tela de juicio la solvencia de la democracia costarricense. Aunque el proceso ha sembrado el escepticismo en un electorado tradicionalmente entusiasta, los ciudadanos cuentan con instituciones de fiscalización y justicia responsables y eficaces.
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