Con Hegel y Heidegger, Adorno destaca la relevancia filosófica del arte, pero, a diferencia Adorno lo hace sobre la base de la convergencia entre arte y filosofía. Esa convergencia, núcleo de la estética de Adorno, se fundamente sobre la dialéctica descubierta fenomenológicamente en la experiencia estética, la cual obliga tanto al arte como a la filosofía a necesitarse mutuamente.
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