La universidad española, que absorbe la práctica totalidad de los estudios de tercer grado, ha conocido un crecimiento acelerado en los últimos cincuenta años. No obstante, mantiene un carácter selectivo que se manifiesta en límites al acceso y en fuertes tasas de fracaso, al menos parcial, entre los estudiantes. Los alumnos procedentes de la clase obrera y la pequeña burguesía tradicional están sensiblemente infrarrepresentados frente a los de las nuevas clases medias y la clase capitalista. La incorporación masiva de las mujeres explica buena parte del crecimiento, pero no es menos cierto que se concentran en los estudios de menor valor económico y simbólico. Corolario del crecimiento de la matrícula ha sido la estratificación vertical (por ciclos) y horizontal (por especialidades)de los estudios, manteniendo unos pocos su carácter elitista mientras otros se convertían en carreras de aluvión
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