En los países miembros de la Unión Europea se generan actualmente unos 8 millones de toneladas de lodos de depuradora estabilizados o biosólidos cada año (Magoarou, 2000). En la actualidad los biosólidos tienen un uso agrícola, se incineran, van a vertederos o se depositan en otros lugares como por ejemplo en el mar. La proporción relativa de su destino final varia en los diferentes países.
Su alto contenido materia orgánica, nitrógeno y fósforo hacen que su aplicación agrícola como enmienda orgánica o fertilizante sea uno de los objetivos prioritarios de la política europea, pero eso sí dentro del concepto de manejo sostenible y ecológico de estos materiales. En la Tabla 1 se recogen las ventajas e inconvenientes de la aplicación de biosólidos en la agricultura y las condiciones en que producen un determinado efecto positivo o negativo desde el punto de vista agronómico y medioambiental.
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