La Reforma protestante abrió, en teoria, el sacerdocio para todos los creyentes. Sin embargo, muchas iglesias son renuentes a incorporar mujeres al ministerio, entre ellas las pentecostales, que lo desalientan o directamente lo prohiben. En este articulo, basado en una investigación mas amplia sobre la participación de las mujeres en las iglesias pentecostales desde una perspectiva de género, mostraremos el caso de dos pastoras, de estilos muy diferentes pero igualadas en la precariedad de sus liderazgos, apoyados por una retórica que no cuestiona la subordinación y que crea una tensión entre los roles pastorales y la feminidad pentecostal.
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