A partir de 1990, el concepto de ciudadanía se ha convertido en una de las claves del debate político. El Tratado de Maastricht instituyó el concepto de ciudadanía europea, para completar, no sustituir, la ciudadanía ligada a la nacionalidad. La educación para la ciudadanía, más que una nueva asignatura, es un reto a toda la sociedad, la escuela, la familia, los medios de comunicación, la empresa, las organizaciones culturales...; no se reduce a la educación en valores, educación cívica y educación política, pero las incluye necesariamente; se concreta en la satisfacción efectiva de los derechos y deberes, base de la ciudadanía cívica, política, económica y cultural; y tiene como ejes organizadores los principios de identidad, pertenencia y participación. El Área de Religión, en el ámbito escolar, es un marco idóneo y eficaz, no sólo es admisible, sino fundamental para la formación del ciudadano participativo.
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