Algunos arquitectos creen ciegamente en el valor de la cultura y en la importancia social del espacio público. Como especie en peligro de extinción, lo público requiere no sólo de una atención cercana, sino de una reformulación, de una evolución que consiga mantener su relevancia. También algunos arquitectos adquieren voluntariamente un compromiso con lo contemporáneo. Lo que sucede de forma sincrónica al ejercicio profesional parece siempre más difícil de analizar. Los críticos suelen utilizar el pasado como coartada porque sobre el presente no hay estilos ni teorías formuladas. El presente es complejo porque es realidad, no un registro ni una clasificación y, en él, diferentes aspectos se interrelacionan con absoluta dependencia, configurando un panorama multidisciplinar.
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