El trabajo aquí planteado define las elaboraciones y construcciones nacionalistas como frutos históricos precisos que constituyen la forma de pensar y vivir las pertenencias colectivas en medio de los cambios radicales (y conflictivos) que implica el siglo XIX que lo ve nacer y que se exacerban en buena parte del XX. El nacionalismo articula de una forma característica esos sentimientos de pertenencia colectiva heredados de fases anteriores y los pasa por el tamiz de las nuevas exigencias de los Estados y colectividades, reales o inventadas. Se critica la conexión habitual de nacionalismo con soberanía popular y se incide en la perspectivas organicista de las naciones como seres vivos y substancialmente incomunicables, un concepto del todo idóneo para vehiculizar la agresión y la violencia. Se apunta a cómo conceptos como el de etnogénesis, o la crítica a esa supuesta naturalidad de las pertenencias, apuntan a una necesaria crítica de los modelos historiográficos nacionalistas que acompañe la exigencia de nuevas prácticas y teorías que permitan vivir y pensar de otra manera las identidades.
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