El debate sobre lo que, de una curiosa manera, se viene llamando "matrimonio homosexual" -dos términos que merecen ser examinados- es paradójico desde varios puntos de vista. Se presenta de manera sesgada, fruto de la actividad de un grupo de presión, en el que el lenguaje y la argumentación son instrumentalizados al servicio de una estrategia establecida de antemano. Una reivindicación sectorial, incluso minoritaria dentro de un sector de población muy restringido, podría llevar a modificar, de una manera probablemente irreversible, el sentido de una institución universal. La definición de una realidad antropológica tan fundamental como el matrimonio estaría sujeta a las vicisitudes de una mayoría política.
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