La realidad económica-social castellana de la Edad Moderna se caracterizó por ser fundamentalmente agraria. Un porcentaje muy elevado de la población activa del Reino trabajaba en el campo, y de él procedía el grueso de las rentas que sustentaban la vida nacional. En la mayoría de los municipios castellanos, junto a las posesiones particulares y junto a aquellas otras que teóricamente pertenecían al rey, existieron las llamadas "tierras concejiles" (o "comunitarias" como prefieren otros autores). Dentro de ellas había que distinguir los "bienes comunales", libremente aprovechados por los vecinos del término municipal, y los "bienes de propios", que el concejo alquilaba a particulares a cambio de una renta que resolvía diversos gastos de la Administración local.
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