Los arcos, especialmente cuando forma parte de un edificio arruinado, como símbolos del paso del tiempo y la destrucción, y también por ser lugares de tránsito, como las puertas y umbrales, entre un más acá y un más allá, tienen para Lorca un significado unívoco relacionado con la muerte y la aniquilación, como puede comprobarse en numerosos pasajes a lo largo de su obra. De todo ello existen conocidos precedentes en la literatura del Barroco y el Romanticismo, y particularmente en la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, el precursor inmediato de Lorca en este terreno. El simbolismo del arco se completa además en la obra del autor con la presencia del yeso y la cal, dos realidades que de inmediato evocan en nuestra memoria las paredes blanqueadas de nichos y cementerios, los paisajes yermos, en que nada crece, y, en fin, la palidez, la frialdad y la muerte.
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