El hecho de que este año 2004 se cumpla el tercer centenario de la muerte de J. Locke ya de por sí es una ocasión para repasar su pensamiento como uno de los más influyentes en la tradición filosófica, especialmente en la anglosajona. Más oportuno aún es repensarlo a la luz de las consecuencias de sus planteamientos no sustancialistas. En el terreno gnoseo lógico, si de la sustancia no tenemos una idea clara y distinta entonces se alza con toda crudeza el problema del correlato de nuestras ideas: su significado y su referencia. De la consideración de las ideas como signos surge una visión de las posiciones de Locke, inicialmente catalogadas de representacionistas, que las sitúa en el ámbito de la expresión.
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