En mayo de 1931, los gobiernos de México y España acordaron elevar el rango de sus correspondientes legaciones a la categoría de embajadas mostrando de este modo, su voluntad de establecer nuevos y más intensos canales de entendimiento. Entre marzo y abril de 1939, a instancia de México, se produjo la cancelación oficial de relaciones diplomáticas.
Durante esos nueve anos, ambos paises compartieron un mismo objetivo, salvando las diferencias, como fue el llevar adelante un programa modernizador de sus estructuras políticas, económicas y sociales.
Dentro de ese contexto, este articulo trata de analizar la acción diplomática española en México durante ese periodo a través de la actuación de sus representantes allí acreditados. Dejando a un lado la retórica de los discursos oficiales y la utopía de los grandes proyectos, su objeto es la ejecución cotidiana de esa diplomacia, las actitudes y talantes personales de aquellos, así como los fines concretos que, en ocasiones, el azar y las circunstancias impusieron a sus respectivas misiones.
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