Son cada vez más numerosas las voces críticas que señalan y analizan una particularidad de la literatura reciente que consiste en tensionar su propia autonomíaa través del contacto con la “vida”, es decir, en disolver la frontera entre la zonaficcional y la zona personal mediante una serie de asedios a la noción de autoríay a la estabilidad de las representaciones literarias. En la obra del escritor mexicanoMario Bellatin esta transformación se produce a través de una apuesta por la centralidad del cuerpo, no sólo en tanto obsesión temática —el placer, el dolor, la enfermedad, el contagio, la decrepitud, la muerte— sino también como asunción deuna perspectiva que produce un pensamiento corpóreo, en los dos sentidos quepuede adquirir la expresión: como reflexión acerca de la presencia del cuerpo enla escritura —en la vida que escribe y en la vida escrita— y como especulación acercade las formas que tiene el cuerpo de pensar, considerando su rol decisivo en lapercepción e interpretación del mundo. Como si todo contacto de la literaturacon la realidad no tuviera más fin que mostrar la carnadura ilusoria de lo que noestá sometido al paso del tiempo, ese mundo intemporal de las ideas y los sueñosque se somete —con mayor o menor docilidad— a las reglas del juego literario. Loque resiste, lo que produce pensamiento y, por tanto, interesa especialmente a laescritura de Bella-tin, es lo que durante siglos la literatura y la filosofía han dejadofuera de campo: la mano que escribe, el ojo que ve, el oído que registra.
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