Muchas de las facultades de arquitectura en nuestro país han armado su malla curricular en torno al diseño, las técnicas constructivas y los materia-les, obliterando de manera expresa el estudio de la teoría y la historia de la arquitectura, el urbanismo y las artes asociadas. Un reconocimiento crítico del valor del pasado –los debates y negociaciones con el poder, los procesos de colonización o las formas de participación social– de conocerlo y aprehen-derlo nos acercaría democráticamente al presente de las mismas comunida-des que nos encargan la delicada tarea de construir su hábitat. La autora pone su mirada en un proyecto emblemático generado en el interior de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Cuenca, ciudad Patrimo-nio Mundial (CPM), al que se han asociado docentes y estudiantes para crear unas herramientas capaces de incluir en las fases de investigación-acción, las memorias múltiples y dinámicas de las propias comunidades y crear un am-biente de sólidas y cuidadosas retroalimentaciones entre los tenedores de sus patrimonios, la academia y las instituciones de la región. En tal virtud, este ensayo tiene la intención de abonar sobre la necesidad imperiosa de escuchar ambas voces: las del pasado y la de los presentes de las diversas comunidades e insiste en que se traduzca esta imperativa obligación al contenido de la propia carrera de arquitectura. En este caso en particular, se pone el acento sobre la noción de patrimonio cultural, su evanescencia a la luz del surgimiento de nuevos paradigmas desde los estudios poscoloniales y otros
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