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David & Napoleón, matrimonio de conveniencia

  • Autores: Juan José Luna Fernández
  • Localización: Descubrir el arte, ISSN 1578-9047, Nº 69, 2004, págs. 70-79
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • David & Napoleón, matrimonio de conveniencia Hace 200 años, el general Bonaparte se autocoronaba en una pomposa ceremonia, inmortalizada por el artista francés, quien recibió el encargo de conmemorar con magnificencia los fastos del Imperio.

      Hay una pintura excepcional en el Museo del Louvre "La consagración (o "coronación") de Napoleón", que evoca el momento, acaecido el 2 de diciembre de 1804, en el que el "Gran Corso" va a coronar a su esposa Josefina Beauharnais (en realidad Josefina Rosa Tascher de la Pagerie) en medio de una pomposa ceremonia de carácter religioso-político, al modo de la tradicional liturgia de proclamación y exaltación de los reyes de Francia, que durante siglos tuvieron lugar en la Catedral de Reims. Por el contrario, el acontecimiento que relata el cuadro transcurre en Nôtre-Dame, de París, en presencia del papa Pío VII, a quien el nuevo soberano ha arrebatado de las manos la suprema insignia de poder, autocoronándose previamente, antes de proceder al mismo rito con su primera esposa. Desde el punto de vista histórico, es un cuadro que sella el apogeo del general Bonaparte, heredero de muchos de los logros de la Revolución Francesa y creador, en medio de la forma de gobierno surgida de aquella -la Primera República-, de un poder personal, autoritario sin limitaciones, al que accedió pasando por sucesivas fases de afirmación, progresivamente más absolutistas y fulgurantemente concatenadas en dos vertientes: la militar y la política. Tan prodigiosa carrera le llevó a la formulación de una idea renovada de Estado, por la que se consideró heredero de la concepción imperial carolingia y, a través de ella, del Imperio Romano de Occidente, solemne acto que intenta narrar la pintura, merced a una acumulación de fastuosas figuras representativas y teatrales actitudes simbólicas. El autor del célebre y enorme lienzo (610 x 935 cm), concluido en 1807, fue Jacques-Louis David, nacido el 30 de agosto de 1748 en el corazón de París y fallecido, en el exilio, en Bruselas en 1825. Siendo riguroso coetáneo de Goya (1746-1828), al igual que el genial aragonés, vio la luz en su patria, subió a las más altas cimas de la gloria en vida y acabó muriendo en el extranjero, lejos del escenario de sus triunfos y, en cierto modo, olvidado. David fue, en sentido estricto, cantor de las glorias grecorromanas, intérprete de los éxitos de la Revolución, retratista de numerosos personajes de distintas inclinaciones, operario artístico de alto nivel en tareas dispares al servicio de la joven República, político integrado en las actividades parlamentarias y maestro de nuevas generaciones, antes de quedar fascinado por el subyugante general Bonaparte, de quien será devoto efigiador y eficiente rapsoda con pinceles y lápices durante el Consulado y el Imperio, lo que no le impediría seguir impartiendo preciosas enseñanzas a innumerables alumnos. Sin embargo, cuando se produzca la definitiva derrota de Napoleón en 1815, los Borbones restaurados en el trono de San Luis no le serán propicios. En el 200 aniversario de la autocoronación de Bonaparte, Juan J. Luna repasa en este número la relación artística entre David y Napoleón, un matrimonio de conveniencia que legó algunas de las obras más famosas del periodo.


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