El Gobierno de Lula en Brasil se entendió como la apuesta por una nueva manera de abordar la política, tanto en relación a las cuestiones internas como a las del ámbito internacional. Brasil es la referencia del ¿espíritu de Porto Alegre¿, una concepción y movimiento alternativos de la globalización, así como de las políticas de combate a la pobreza, las desigualdades extremas y a favor de un mundo más integrado y solidario. Como ejemplos concretos de las propuestas de una nueva política, se analizan en este artículo las siguientes dos cuestiones: en primer lugar, la redefinición del federalismo fiscal brasileño que, tras un año de Gobierno, no ha avanzado hacia una descentralización federal y municipal que corresponsabilize a los diversos niveles de manera efectiva y equitativa, tanto en materia de ingresos como en materia de gastos. En segundo lugar, el Partido de los Trabajadores ha tenido que implicar en su proyecto político a sectores del capital productivo y financiero, así como a determinadas clases medias, en el proceso para establecer las bases para una política de carácter consocional. Así pues, en los ámbitos social y federal, el Gobierno Lula sigue estando ubicado en el terreno de las expectativas.
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