Entre una dictadura y una democracia, hay una diferencia fundamental: la disidencia. Las dictaduras se articulan en torno a un «pensamiento ya pensado». Las democracias se mantienen mientras el «pensamiento piensa»; mientras, a través del lenguaje, es posible expresar perspectivas singulares, que no se limitan a lo que ya se ha dicho o lo que se ha de decir. A lo largo del artículo, abordaremos estas cuestiones, poniendo el acento en la necesidad de aprender a escuchar, como condición necesaria para aceptar la alteridad, y en la necesidad de aprender a usar la lengua para poder participar en el mundo común, con la voluntad de contrastar diferencias y de crear marcos de interpretación para las experiencias compartidas.
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