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ArribaAbajoReseñas


ArribaAbajoRicardo López-Landy. El espacio novelesco en la obra de Galdós. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de Cooperación, 1979. 240 pp.

Stephen Miller


Landy's study is divided into three main sections. The «Introducción» (pp. 7-36) states the author's purpose and method, and places his work in the growing field of investigations into the concept of space in the novel. Only Doña Perfecta and Fortunata y Jacinta are analyzed since Galdós' output is so voluminous and cannot be treated in its entirety. Nonetheless, because these two novels are very different, Landy's intention is to arrive at conclusions which may have a wider application; he hopes to «hacer resaltar ciertos aspectos del sistema creativo de Galdós no puestos de relieve por métodos más tradicionales» (p. 9). Employing the categories developed by Edwin Muir in The Structure of the Novel (1928), Landy titles the second section of his book «Doña Perfecta: El espacio estrecho de la novela dramática» (pp. 39-86). The third section is also nominally oriented by Muir; the term «novela sintética» in Landy's «Fortunata y Jacinta: El espacio amplio de la novela sintética» (pp. 89-229) refers to the fusion of Muir's categories of «dramatic novel» and «chronicle». The book ends with a bibliography and table of contents.

By «el concepto de 'espacio' de la novela» Landy understands «la totalidad de ese mundo en donde se sitúan y se desplazan los personajes y en donde acontecen los sucesos imaginarios» (p. 10). This «compleja realidad» comprises «el local o escenario físico» and such non-physical elements as the many and varied psychological states and changing points of view of the personages (p. 10). Moreover, the «espacio de la novela» not only «contains» all these factors, but is their product, the «producto de sinnúmero de procedimientos, que han de ser analizados detalladamente en cada obra, con vistas a su interdependencia orgánica» (p. 13). This last point is especially important. There is an essential difference between asserting that a work «contains» certain elements and tracing how the work, an organic whole, arises from the synthesis of a «sinnúmero de procedimientos».

In view of this distinction it appears that Landy's task in El espacio novelesco en la obra de Galdós is as follows: he must generate the concepts and methods to establish a common ground between very different kinds of critical ideas. Should he fail to identify the structures which integrate the multiplicity of spatial elements into the larger, organic unity of the novels he studies, his book will become a catalogue of such elements, not an explanation of how they form «el espacio novelesco en la obra de Galdós».

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In an attempt to avoid this shortcoming' Landy invokes Muir's structural concepts of «dramatic novel» and «chronicle», and then tries to adapt them to his purpose. In my judgment, though, Landy makes a decisive false step at this juncture. He omits both a detailed summary of Muir's ideas and, more importantly, a reasoned presentation of their application to his project. As a result the «sinnúmero» of spatial elements Landy identifies constantly overwhelms any overall concept(s) of novel structure. We do not learn how the notion of «novelistic space» per se adds to our understanding of the organic whole we and Landy assume any good novel to be.

El espacio novelesco en la obra de Galdós is not a finished work; rather, it reveals many of the problems to be resolved before the synthetic study Landy's title suggests is a reality. Moreover, such a study would be necessarily more inclusive in its treatment of Galdós' novelistic production. Landy's title intimated that he was going to discuss the principle of «novelistic space» in all or, at least, much of Galdós. The next critic who undertakes a similar project must, then, remember the reasons for the limitations of El espacio novelesco en la obra de Galdós. Mindful of them, he must mediate the distance between the ideas of overall structure and «novelistic space» on one hand, and, on the other, respect the different kinds of novel found in the work of Galdós. Landy's insufficiently developed distinction between «novela dramática» and «novela sintética» would probably be as good a starting point as any.

Texas A & M University




ArribaAbajoSara E. Schyfter. The Jew in the Novels of Benito Pérez Galdós. Támesis Books Limited, London, 1978, 127 pp.

Denah Lida


Este tomo trata en seis capítulos y una conclusión todo el mundo de personajes judíos, de posible descendencia judaica, como Maxi Rubín, y los que la autora llama «camouflaged», como Torquemada, a quien ella se esfuerza por relacionar con el judaísmo en una interpretación muy personal en que no todo lector podrá acompañarla. El pensamiento de la obra representa a la vez la depuración y la elaboración de una tesis doctoral y de varios trabajos más breves sobre los mismos temas. La variedad de observaciones novedosas y de perspectivas nos obliga a comentar caso por caso. La unidad de propósito reside, para nosotros, en la simpatía que halla Schyfter de parte de Galdós hacia los personajes estudiados.

El primer capítulo, introductorio (pp. 7-14), intenta explicar el interés de Galdós en el tema del judío en España y colocarlo dentro de un contexto histórico. En una recopilación breve (pp. 9 y ss.), que se remonta a la Reconquista, por fuerza se simplifica demasiado -como ocurre también en otros momentos (V. pp. 25 y 30)- y el conjunto resulta algo superficial y, a veces, contradictorio. Dudo que «the question of Galdós' personal belief has long   —133→   puzzled and intrigued critics» (p. 7), ni que su interés en la religión, per se, haya sido muy fuerte. Más probable parece que su «interest and preoccupation with Spanish history and society» (p. 8) le hayan llevado a abarcar temas religiosos entre la multitud de conflictos y dificultades que afligen a la sociedad española decimonónica, panorama que Galdós presenta en toda su extensión y complejidad. En el primer tomo de su Galdós (Castalia, 1969) nos decía Montesinos que «el tema de la intolerancia... estaba en el aire. Lo estaba en toda Europa desde hacía tiempo, se debatía furiosamente en España durante el período revolucionario y después» (p. 202).

Es hora, además, de conferirle su debida importancia histórica y social a la anulación por la primera República del decreto de expulsión de los judíos y el consiguiente miedo equivocado, entre españoles conservadores, a una invasión del tipo judío más conocido entonces, es decir, el banquero alemán, «hereje» que amenazaba atraer a las señoritas españolas y perderlas. Un estudio de los novelones populares que circulaban en España antes de la Revolución y después -novelas de Nocedal, por ejemplo- nos revelará esta preocupación y la imagen torcida que se tenía del judío, que en esas obras suele ser joven, guapo, rico y, a veces, perverso. Gran acierto el de Galdós el presentarnos un Daniel Morton, alemán, guapo y rico, pero judeo-español, refinado, sensible. Y ¡qué curioso que predomine en la obra de don Benito el sefardí, cuando el judío de las metrópolis y de la literatura españolas de la época era el askenazí!

Los cinco capítulos centrales se dedican cada uno a una o dos obras y a los personajes que la autora denomina de estirpe judía. A nuestro parecer, los más logrados son aquellos en que Galdós asienta claramente la religión del personaje: Gloria (cap. II), Misericordia (cap. V), Aita Tettauen y Carlos IV, en la Rápita (cap. VI). De este grupo, diríamos que el estudio de Daniel Morton es el más problemático, y el de Almudena el de análisis más profundo y satisfactorio. Y eso, no porque no esté bien desarrollado el retrato de Morton, sino porque en una obra como Gloria en que el autor ha puesto tanto empeño en enfrentar el fondo más o menos comparable de los fieles del catolicismo y del judaísmo, a diferencia de las dos religiones como tales, el crítico no debe perder de vista uno de esos dos elementos. El hacerlo le permite a Schyfter presentarnos un Morton casi perfecto, moralmente superior a sus adversarios (pp. 26-27), hecho bastante dudoso para el lector que ve la intransigencia y la hipocresía manifiestas igualmente de un lado y otro. Es más; sin la tensión creada por la igualdad, la obra perdería por lo menos su fuerza ideológica, ya que no se trata aquí de lo estético. En cambio, en el estudio de Almudena logra Schyfter integrar de manera original y persuasiva leyendas y tradiciones judaicas en los dichos y hechos del ciego, con lo cual tenemos una verdadera aportación nueva y significativa a la comprensión de la obra.

Fortunata y Jacinta y la serie de Torquemada, en que «the Jew appears obliquely or ironically» (p. 117), plantean dudas más sustanciales en la medida en que Schyfter nos presenta a Maxi Rubín y a Francisco Torquemada como «the outsider, the misfit and the stranger» (p. 40), variadamente como «two Jewish characters», como descendientes de conversos, como conversos. A Maxi se refiere como schlemiel (p. 40 y ss.) que acaba en «mystic and   —134→   madman» (p. 41), como tonto que llega a «holy fool» (p. 45), como «Quijote-Christ figure» (pp. 45 y passim) aunque luego sea rival de Cristo (p. 50), como «quasi-Jewish», «Jew» (p. 45), «mock-courtly lover» (p. 46), San José y San Juan Bautista (p. 53). El capítulo se titula «Maxi Rubín as 'schlemiel'», palabra ésta tomada del personaje inocente e inepto de Adelbert von Chamisso, Peter Schlemihl, que vende al diablo su sombra nada menos que a cambio de una bolsa de Fortunatus. Pero la autora quiere ser sensible a todas las facetas de la compleja personalidad de Rubín y, curiosamente, aunque concentra su interpretación en el insinuado judaísmo inconsciente de Maxi, parece perder de vista su intención original al ver en él una evolución en la búsqueda de su identidad desde el judío, al Quijote y a Cristo. Schyfter reconoce «[t]he failure to find identity within these models» (p. 41), fracaso que lleva a Maxi a la filosofía, al positivismo y al racionalismo. Esa trayectoria, a su vez, sólo representa una fachada -«different masks of the fool» (ibid.)- que acaba en el misticismo y la locura. Ahora bien, aunque la conclusión coincida con los datos novelísticos, la dificultad en seguir a Schyfter por esa senda es doble: por un lado, el schlemiel no suele ser capaz de toda la introspección que la autora le atribuye a Maxi; por otro, Maxi se nos descubre como algo más que un simple inepto y algo menos que un profundo escudriñador de su alma.

No obstante el abuso de terminología y análisis casi-freudianos, Schyfter apunta claramente a la interpretación del personaje como tonto-cuerdo o cuerdo-tonto, el wise fool o «holy fool» de la tradición literaria (pp. 43 y passim). Creo que el profundizar en ese aspecto del carácter de Maxi, por contrario que parezca al tema del libro y del capítulo en cuestión, hubiera rendido frutos importantes para nuestra comprensión del personaje, de la novela, de Galdós y del tema del cuerdo-loco o tonto. En cambio, los frecuentes paralelos con tipos entre sí muy diversos (héroe/anti-héroe), intercambios con historias y tradiciones, a veces invertidas para el caso (Antiguo Testamento/Nuevo Testamento), y los constantes vaivenes entre elementos no igualmente comparables para todo lector, distraen de los iluminadores y sensibles aciertos. Por ejemplo: si Maxi, al conocer a Fortunata, «essentially suspends his quasi-Jewish identity in order to develop that of Quijote and Christ» (p. 45) porque ha encontrado su ideal y está «ready to embark upon a Christian and Cervantine ordeal that is both a Passion and a madness» (p. 46), ¿dónde quedan el «schlemiel» y el judío-inconsciente a lo largo del relato que sigue? Igualmente desconcertante resultan ciertas comparaciones a las cuales les faltan las salvedades indispensables: «What Don Quijote does with Aldonza Lorenzo in transforming her into Dulcinea del Toboso, Maxi effects with Fortunata» (p. 46); es decir, crea de ella «an idealized vision of virtue and dignity» (ibid.). Sí, con la diferencia de que don Quijote es consciente de lo que hace, acepta el ideal, cree en él y no le busca corporeidad, sino lo contrario.

En ocasiones el capítulo sobre Torquemada puede dejar igualmente perplejo al lector. Nos encontramos con que «converso» se usa en el sentido de 'cristiano nuevo,' de 'cripto-judío,' de «unbelieving Jew», y que Torquemada es a la vez «Jew» (passim) y «false converso» (p. 66), «materialistic and unspiritual» (p. 68), aunque busca una dimensión espiritual (p. 62). El lector no puede menos que sentirse incómodo ante una interpretación basada en   —135→   una reconocida falsedad: un Torquemada «converso», según el título, que luego resulta «false converso». Don Francisco «is modern man caught in a faithless universe, struggling to accept a faith that eludes him» (p. 66). Por un lado es «pueblo», pero se ha acomodado a la nueva clase media (p. 69) -no menos, salvando las distancias, que un Lazarillo de Tormes-; por otro es «alien» y «mythic converso» (p. 58), según las circunstancias, y se le asemeja a los bíblicos Abraham e Isaías tanto como a otros personajes de Galdós. Por fin, la autora nos invita a reconocer que, en el fondo, lo que significa todo esto es que Torquemada es «a man without heritage» (p. 77). De acuerdo, hasta cierto punto, con muchas de estas observaciones, aisladamente perspicaces y originales, y quizá posibles en algún conjunto o combinación parcial tratándose de un ser complejo como «this very difficult and ambiguous character» (p. 57). El conflicto surge al intentar unirlas todas en un tejido sólido, no sólo entre sí, sino a las que se hacen sobre otros personajes. Si Maxi y Torquemada viven al margen de la sociedad, no menos les pasa a Morton y a Almudena. Y no es que sólo los judíos reconocidos u ocultos no estén integrados a la sociedad; tampoco lo están la mayoría de las grandes creaciones tanto de Galdós como de casi todo artista.

Como sugerimos antes, en el capítulo V que trata de Almudena es donde el conocimiento que tiene Schyfter de la tradición judaica y sus observaciones finas se aplican a la interpretación del personaje de manera sólida y consecuente. Sólo surge la duda cuando hay alguna incursión en el terreno de las hipótesis cósmicas: por ejemplo, la presentación de Benina como figura mesiánica. Nos parece indispensable al significado de la obra que Benina quede personalmente libre de todo enlace con el judaísmo para que se puedan establecer los lazos comunes a las tres religiones en lo esencial auténtico de la verdad de cada una. Y en la comparación con Gloria falta notar la intolerancia de ambas partes en esa novela frente a la tolerancia inherente de Benina y Almudena en Misericordia, donde, además, la palabra clave es caritas, valor mucho más limitado, si no ausente, en Gloria.

En general, los comentarios del capítulo sobre los dos episodios resultan menos discutibles que algunos otros, si bien no alcanzan el nivel del análisis de Almudena, como tampoco llegan los personajes a la estatura del ciego (V. nuestro artículo «El habla de los sefardíes en Galdós», Galdós Studies II, Támesis, 1974, pp. 29-33). También aquí se tropieza con alguna contradicción de menor importancia que otras: judíos supersticiosos -¿no hay supersticiones en todos los pueblos y, en particular, no lo son Benina y otros católicos?-; actitud hacia el dinero y la pobreza -difícil compaginar las actitudes de Yohar, de Almudena y de Torquemada-; etc.

Para resumir, a pesar de las reservas hechas y de otras acerca de la ironía de don Benito, que no siempre parece captar Schyfter, de la distinción entre autor y narrador, de quién «habla» por Galdós, de qué creía u opinaba el novelista, nos hallamos ante una obra rica en observaciones y de conocimiento de cultura judaica que abunda en atisbos originales que influyen en nuestra apreciación de las novelas estudiadas.

Brandeis University



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ArribaAbajoBrian J. Dendle. Galdós: The Mature Thought. The Kentucky University Press, 1980

Alfred Rodríguez


One is instantly disappointed by the book being reviewed. The very promising title is immediately qualified to mean merely Galdós' 'mature political thought'. Perhaps an author should not be faulted for failing to provide what his title initially appears to offer, but in this case the choice of words, «mature thought», is so devastatingly inappropriate that it should be noted. Unhappily, Dr. Dendle's title, its unqualified generalization, implies that the 'mature thought' of one modern Spain's most powerful creative minds was totally devoid of transcendental objectives and/or conclusions.

Professor Dendle's hypothesis, cogently (if disappointingly) expressed in his introduction, is that Galdós' mature political thought is consciously interwoven into the texts of the last three Series of Episodios nacionales. There is little to argue with, at least generally, with such an hypothesis. So many are the parallels between the political ambience of post-'98 Spain and the historical matter dealt with in the Third, Fourth and Fifth Series (separatism, Africa, chaos in the political parties, caciquismo, unfulfilled promises of reform, strong-man aspirations, etc.) that, as the author incessantly points out, much of what Galdós states with reference to the historical past novelized may well be applied to events and situations in his own day.

Dr. Dendle documents his hypothesis via the sheer accumulation of seemingly valid parallels between the novelistic text and the historical record of the years during which Galdós labored over the second segment of his Episodios (1898-1912). Nevertheless, when it comes down to specifics, to the almost impossible task of establishing a direct relationship between contexts that are necessarily distinct, between a specific past as narrated and a specific present as lived by Galdós, professor Dendle is all too often required either to be exceedingly cautious («in all likelihood», «like that perhaps», «perhaps in part», etc.) or excessively forceful («obviously has in mind», «terms readily applicable», «obviously intended», etc.). In either case, the difficulty involved in the scholar's procedure on the level of specifics is explicit in his language. Moreover, even if one grants Dr. Dendle a fair measure of success in proving his point regarding Galdós' projection of his views about a Spanish present onto the canvas of the novelized past, there is frankly very little derived therefrom that is new, heretofore unknown, in Galdós' mature (if constantly imprecise and shifting) political thought.

The book under review may well be recommended, on the other hand, for a historical research that clarifies and enriches future readings of the last three Series of Episodios nacionales. Professor Dendle's meticulous labors in this respect, even when limited to those events novelized which have a parallel presence in Galdós' present, will allow the non-historian reader a richer and more meaningful approach to many of the significant segments of modern and contemporary Spanish history which constitute the subject matter of the Third, Fourth and Fifth Series of the Episodios nacionales.

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Galdós: The Mature Thought contributes significantly, as well, to our appreciation of Galdós as historian, and will undoubtedly influence any future judgements in this regard. In the process of underscoring the numerous parallels that exist between the past novelized by Galdós and the socio-economic and political circumstances of the present from which he wrote, professor Dendle's work clearly outlines the novelist's motivations and tendencies in the selection of themes, events and characters created and/or depicted in the late Episodios nacionales.

The University of New Mexico




ArribaJacques Beyrie. Galdós et son mythe.-I: Libéralisme et christianisme en Espagne au XIXème siècle (1843-1873). II: Romantisme et sources vives du «Naturalisme» galdosien (1860-1880). III: Notes. Thèse présentée devant l'Université de Toulouse II le 30 janvier 1976. Paris, Librairie Honoré Champion, 1980. I: 402 pp. II: 386 pp. III: 343 pp.

Carmen Menéndez Onrubia


De la magnitud de la obra puede dar ya una idea el simple encabezamiento de esta reseña, pero conviene desarrollar su contenido para hacernos una idea de hasta qué punto es útil y al mismo tiempo concentradora de esfuerzos y de perspectivas. Comienzo por su aspecto exterior. La obra, los dos volúmenes de contenido serán organizados en cuatro libros a su vez. El primero de ellos estudia los años de estancia de Galdós en su tierra natal, lo que voy a denominar las raíces insulares de Galdós y su primera gran crisis sentimental de adolescente. Va desde 1843 hasta 1862. El segundo libro (1863-1873) trata de la segunda gran crisis, la derrota de sus ideales democráticos embarcados en el fracaso de las esperanzas suscitadas por la «gloriosa» revolución de 1868, la frustrada regeneración sociopolítica española. Al mismo tiempo va haciendo un repaso exhaustivo de la actividad periodística de Galdós de esos años en La Nación (1865-1868), Las Cortes (1868-1869) y posteriormente en La Revista de España y en El Debate.

El tercer libro proyecta todos estos contenidos anteriores de tipo biográfico, psicológico, sociopolítico e ideológico sobre los primeros escritos literarios de Galdós (Un hombre fuerte, Un joven de provecho), narrativos (La sombra, La Fontana de Oro, El audaz) y hace un estudio del importante papel que tiene para Galdós la primera serie de los Episodios Nacionales, como aprendizaje de narrador, como investigación de la realidad histórico-social nacional y como proyección moralizante centrada en la clase media española, para intentar suscitar en ella los sentimientos de civismo y de honradez nacional que demostró no tener a partir de 1869, cuando ya se preveía el fracaso de aquella gloriosa revolución.

En el cuarto libro desarrolla Beyrie la evolución por la que Galdós va saliendo del romanticismo que ha primado en su comportamiento y en sus escritos del sexenio liberal hasta el rechazo definitivo de ese mundo ideal e irreal de los deseos por una inclinación gradual y cada vez más manifiesta   —138→   hacia el mundo real que se iba imponiendo y caracterizándose por su palpable y agobiante materialismo. En el recorrido de este trayecto analiza la importancia decisiva que tiene la imposición de la Restauración en las obras de estos años (1875-1880), comenzando por la segunda serie de los Episodios nacionales, para seguir identificando este proceso a través de Doña Perfecta, las dos partes de Gloria, Marianela y La familia de León Roch, a través del cual Galdós se va viendo abocado a la etapa de sus novelas contemporáneas. Todo ello, en fin, reconstruido unificando la proyección personal y la sociopolítica como polos dialécticos entre los que se va fraguando y madurando la psicología del autor y su trayectoria literaria.

Finalmente habría que añadir que estos contenidos se desarrollan en 41 capítulos, más cuatro de conclusiones y balances correspondientes a cada uno de los libros, y que en la presentación de cada capítulo, y en el índice final de los mismos, hace el autor una cumplida síntesis de los temas fundamentales que trata. A los dos primeros volúmenes acompaña un tercero de notas que contiene en sus páginas alrededor de 3.500 o 4.000 notas que se reparten en más de 100 por capítulo, lo cual puede dar idea aproximada del importante respaldo documental en que se apoya la investigación realizada. En este volumen de notas, e igualmente para facilitar la lectura y la consulta, hay dos anotaciones de las correspondencias, por capítulos y número, y por volumen y página a que corresponden.

Cada uno de estos libros presenta importantes aportaciones para el conocimiento de Galdós y de sus aptitudes literarias precisamente en los comienzos de su dedicación. Y esto no sólo porque el libro de Berkowitz, al menos en España, sea raro y esté necesitado de una reedición, sino porque en bastantes aspectos le supera desde el momento que trabaja sobre un período mucho más reducido de la biografía galdosiana, en exactitud, continuidad, documentación y coherencia de contenidos, aunque, en este aspecto último, la edición tenga una faceta negativa propia del hecho de ser simplemente una tesis, un estudio de investigación publicado tal cual. La exposición peca de la exagerada presencia de una actitud analítica que coarta el desarrollo de las ideas claves y el crecimiento de éstas a lo largo de la vida y obra galdosiana que se va siguiendo. Creo que éste es un trabajo de futuras profundizaciones y parcelaciones, impropias con seguridad de la mecánica de la tesis, pero necesarias en cuanto que podrían producir una fuerte renovación de perspectivas beneficiosas para los estudios galdosianos y los del siglo XIX en general.

Sobre las líneas generales de coherencia que mantiene la obra de Beyrie quisiera hacer hincapié, ya que me parece una de sus mejores aportaciones:

A) Ambiente insular a mediados del siglo XIX

Comienza Jacques Beyrie en los siete primeros capítulos del primer libro dando, paso a paso, un panorama político social, económico y religioso de las Islas, retrotrayendo su carácter típicamente insular desde la propia conquista castellana del siglo XVI y destacando su original, pacífica y en cierta manera democrática evolución durante siglos. La mínima repercusión de los conflictos fratricidas del período isabelino y la intensa elevación socioeconómica de las   —139→   Islas por la progresiva generalización de los recursos propios naturales nuevos como la cochinilla y la vid, son los elementos básicos de un auge en todos los campos en el que sin dejar de existir las clases sociales y las diferentes ideologías que éstas conllevaban, se vivía en un ambiente de cómodo liberalismo y no se llegó en absoluto a los trágicos resultados peninsulares allá por los años de mediados de siglo cuando nacía Galdós.

Es necesario tener en cuenta esta base socio-económica para comprender al mismo tiempo el intenso ambiente cultural de raigambre ilustrada y la existencia, incluso, de la típica «sociedad de amigos del país» propia del siglo anterior. Ahí están J. E. Doreste y López Botas, el obispo Tavira, Graciliano Alfonso, Domingo J. Navarro, la familia de los Martínez Escobar, que no sólo alargan durante el siglo XIX de las Islas las actitudes del liberalismo y del enciclopedismo dieciochesco, sino que lo hacen renacer en la práctica y dentro de la sociedad canaria mediante las lecturas y traducciones de literatos y filósofos franceses y grecolatinos y en su comercio, industria y agricultura mediante todas las actuaciones propias de aquella Sociedad de Amigos del País que fomenta estas actividades mediante exposiciones, extensiones culturales y otras entidades financieras. No tardará en producirse dentro de este ambiente un gran florecimiento económico sustentado con recursos propios a diferencia de lo que sucedía en la corte por aquellos mismos años, puramente ficticio y aupado por la inversión masiva de capitales extranjeros en nuestras fuentes de riqueza más productivas. Empapándose de ese ambiente benéfico, viene Galdós a la existencia y ya no se podrá quitar nunca, por mucho que cambien las circunstancias de su vida, esa aureola de liberalismo, democracia, honradez y fusionismo social que acompañará a Galdós hasta su muerte.

B) El fanatismo

El carácter de Galdós, en principio, se identifica con el liberalismo canario y persistirá en sus actitudes y comportamientos durante toda su vida. Sólo que no tendrá una evolución lineal en su desarrollo y sufrirá opresiones frustrantes de parte de su familia, primero, y de parte de los encargados del desarrollo político nacional después, durante el sexenio liberal.

El primer enfrentamiento, liberalismo contra fanatismo, lo sufrirá Galdós en el seno de su propia familia de una forma continuada a lo largo de su infancia. El señor Beyrie se detiene a describir esta situación agobiante y desequilibradora y la estudia utilizando un método psicológico que parece sumamente objetivo, ya que consiste en acumular, por un lado, los datos biográficos fidedignos que se han conservado de la vida canaria de Galdós y de su familia, creando una especie de cuadro sintomático. A éste le aplica después los diagnósticos que representantes ilustres de la psicología han dado sobre tales indicios (Gregorio Marañón, M. Porot, Paul Osterrieth, Melanie Klein).

De esta manera se llega a vislumbrar de una forma poco dudable las raíces de uno de los traumas más persistentes en la persona y en la obra de este escritor, el fanatismo. Las circunstancias, especialmente las económicas, adversas para la familia Galdós, han exacerbado el carácter de doña María de los Dolores. El benjamín de la casa que era don Benito, será el que más profunda   —140→   huella reciba de esta proyección autoritaria de su madre. Estuvo más tiempo bajo su tutela y sufrió con mayor intensidad el influjo de su madre. A ello se unía el hecho de que fue el que requirió más cuidados durante su infancia debido a su naturaleza enfermiza, y además el único que pudo colmar las esperanzas de doña María. Su afán de triunfo también se había disparado: necesitaba una persona pura que demostrara que se podía triunfar y ser famoso y ganar dinero en la vida sin envilecerse, como había hecho el hermano que hasta hace poco era su ojito derecho, José María Galdós, gran triunfador de las tierras cubanas, pero con un terrible pecado a su espalda: el haber tenido una hija natural con Adriana Tate, su consuegra y viuda del padre de su yerno y de su nuera, los Hurtado de Mendoza.

C) La corrupción

Mucho de la rectitud moral de la madre debió quedar en el ánimo del adolescente Galdós. Así lo detecta Beyrie en el estudio que dedica a sus obras escolares El pollo o Un viaje redondo. Encuentra en ellos una actitud sarcástica, irónica, desenmascarando la realidad. La actitud esencialmente moralista del joven escritor contra la corrupción moral.

A través de la holgura económica que entró con los Hurtados en casa, también entró la corrupción. Con la llegada de Adriana Tate y de su hija natural Josefina o Sisita, doña María convirtió el cinturón de castidad que rodeaba su casa en muralla con foso, aunque no pudo evitar que fuera de la fortaleza de la calle Cano, Sisita en La Matanza y Benito al lado en El Lentiscal, se conocieran y enamoraran. Amores imposibles. Habían nacido de la corrupción moral de Adriana y José María y fracasarían entre el fanatismo de una madre y la corrupción moral del tío que pronto se llevaría a Sisita y la casaría por conveniencias en Cuba. Galdós a su vez se encontraba en la posición ambigua de haberse enamorado de una prima y de una sobrina a la vez.

Su madre no le permitiría seguir esas relaciones de ninguna manera. Primero porque la tal Sisita para doña María era la personificación del pecado y de la corrupción; en segundo lugar, porque un matrimonio precipitado daría al traste con todas sus ilusiones y esperanzas. Así ocurrió. Galdós sale en septiembre de 1862 precipitadamente, apenas acabados los exámenes de bachillerato en dirección del calvario, hacia oriente, mientras que su novia, Sisita, hacía lo mismo pero hacía occidente, hacia Cuba.

D) Corrupción y fanatismo en el sexenio liberal

En este segundo libro pormenoriza Beyrie los pasos por los que Galdós viene a caer en su segunda y definitiva crisis de ideales. Estudia su progresiva aclimatación a la Corte a través del grupo de canarios, numeroso y representativo, como buenos frutos que eran del ambiente socioeconómico descrito más arriba. A través de ellos se inicia en el periodismo y se va asimilando al ambiente revolucionario que entonces ya estaba cuajando en la Corte. Hace el señor Beyrie un interesante estudio de las relaciones de Galdós con el krausismo   —141→   que supera y puntualiza muchas de las teorías hasta ahora defendidas. Se le reconoce adherido a los ideales renovadores y regeneracionistas del krausismo, pero totalmente opuesto a la manipulación de los Juanes Bragas de Pipaón, los progresistas que en su carrera hacia el poder no dudaban en utilizar y tergiversar en su propio beneficio todo lo que tuviera entonces algo de prestigio. Ahí están caracterizados Benigno Carballo Wangüemert, director de Las Canarias, y su secretario Fernando León y Castillo, en los persistentes gordo y flaco de los dibujos de Galdós. Esta también era una forma de hacer literatura a través de la expresión plástica. Así se ridiculiza a los dos representantes más notorios entre los de su ambiente de lo que era la adaptación de las ideas krausistas al pensamiento de la Unión Liberal: total libertad individual para desarrollarse aprovechando todas las circunstancias favorables sin ningún miramiento social; armonía universal del individuo y del estado, en la que cada uno debía tender a desarrollarse sin limitaciones entre sí ni de parte del prójimo y, finalmente, el nefasto liberalismo que nos terminará llevando a la destrucción internacional, el «laissez faire, laissez passer», según frase ya consagrada. Contra estas ideas defendidas en efímeros periódicos de la época como La Razón, Revista Ibérica y La razón española, partidarios todos del oportunismo y la corrupción de los nuevos liberales, comenzó luchando Galdós. Canarias le había formado en un liberalismo puro; el grupo canario de Madrid le impulsa hacia el oficio de escribir, primero a través del periodismo, siempre desde una perspectiva moralizante y de crítica de las falsedades y de los abusos.

Sin embargo, la corrupción moral que, so capa de patriotismo y de libertad, guiaba a estos nuevos medradores de los predios nacionales era imparable. Utilizaron la revolución en su propio provecho, obligando con este acto de fuerza a los conservadores a pactar con ellos, y se sentaron luego a esperar que el fanatismo desbordado de los románticos republicanos hiciera el resto. Resulta patético atender a un Galdós director de El debate, defendiendo casi en solitario unos logros de democracia en los que ya nadie en el fondo confiaba.

Por último, en los dos últimos libros del estudio se pueden seguir los primeros pasos de su dedicación definitiva a la narrativa. Se ha dicho generalmente que Galdós escoge este camino como consecuencia de su fracaso en los intentos teatrales. Aunque ello no deja de ser verdad, pienso que sólo lo es en parte. Quiero aclarar aquí, aunque el señor Beyrie no lo toca directamente, que para Galdós en el verano de 1869 la narrativa es el único medio de hacer reflexionar al público y hacerle volver la vista hacia los senderos de la democracia. El teatro para Galdós es un medio de impulsar, de acelerar el movimiento, no un medio de producirlo. Por eso me atrevo a pensar: primero, que Un hombre fuerte y Un joven de provecho son obras anteriores a 1868, propias de todo el movimiento revolucionario en el que se veía ascender a los oportunistas de la Unión Liberal y de los progresistas; y, segundo, que si la revolución del sexenio liberal hubiese triunfado, Galdós hubiera seguido escribiendo teatro, como siguió escribiendo novela.

El cuarto libro está dedicado a estudiar a través de la obra escrita el proceso de maduración, el primer gran proceso en su psicología y en sus principios sociopolíticos, es decir, el paso de ese romanticismo íntimo y sincero que le caracterizó durante el sexenio, hacia una etapa de madurez en la que se va   —142→   progresivamente enfrentando y tomando conciencia de la realidad casi grotesca de la Restauración, llena de mediocridad y corrupciones en sus mismas bases.

Corrupción moral y fanatismo son los dos demonios persistentes en su vida y en su obra. Corrupción y fanatismo son también los dos demonios persistentes de la historia nacional desde sus orígenes más legendarios; los dos polos de todo el desarrollo de la humanidad con la que Galdós conectó a través de su obra.

Jacques Beyrie ha pretendido, por así decirlo, racionalizar, descubrir los ingredientes íntimos de esta gran figura que es Galdós dentro de la literatura española y universal: Galdós como autor poco conocido aún en el fondo, Galdós como personaje venerado y venerable en la cultura española. Yo quisiera añadir a estos objetivos logrados su identificación vivencial y literaria de estos dos tópicos del existir humano, el de la sinrazón del fanatismo y el del envilecimiento moral. Hacia 1897 don Luis Bello entrevista a Galdós. Este acaba de exponer su opinión de que todo escritor tiene tres momentos en su producción cara a los lectores. En el primero, debido a la novedad, se produce el triunfo más tumultuoso y agobiante. En el segundo, el escritor pierde la rémora de los lectores ansiosos sólo de novedades y, ya más en solitario, se puede enfrentar con el arte de escribir y construir su obra de madurez, su obra clásica. El tercero es el que el autor no ve porque pertenece a la posteridad. «Yo creo, don Benito -dice Bello- que usted puede estar tranquilo». «Y si no lo estuviera, apostilla Galdós, sería igual. Sostenerse mucho tiempo en el primer momento es difícil. Estas cosas abruman. Adivinar el último es entretenido. Yo imagino, sin embargo, un tiempo en que cambiarán de parecer los que hoy empiezan a verme como un viejo maniático, obstinado en tomar en serio las luchas del siglo XIX, y en ver por todas partes supervivencias del absolutismo».

Madrid, C.S.I.C.







 
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