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Trump y la extrema derecha

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Octubre 2016 / 40

Trump Al ser elegido candidato de los republicanos frente a los principales líderes del partido conservador, Donald Trump ha roto con todos los pronósticos. Aunque aún está lejos de ser elegido presidente de Estados Unidos, pese a la falta de popularidad de Hillary Clinton incluso en su propio bando, la victoria de Trump es un claro indicio de la crisis democrática que hoy golpea a los países industrializados. Frente a un Estados Unidos temeroso, sin perspectivas, deteriorado por todo tipo de desigualdades, él no propone ningún proyecto colectivo. Se contenta con recopilar resentimientos y acompañarlos de un repliegue individualista, prometiendo proteger a la sociedad de todos los peligros exteriores, ya se trate de las importaciones chinas o de los inmigrantes latinoamericanos. Por lo demás, todo el mundo puede salir adelante siempre que le dejen la libertad de enriquecerse y de llevar un arma.

La audiencia adquirida por Trump, a pesar de —o gracias a— su desmesura, da que pensar en Francia, donde la extrema derecha juega unas cartas parecidas, pues esa aspiración de dar un vuelco a la situación se alimenta también del comportamiento de unas élites políticas que se contentan con gestionar la adaptación a un mundo que han renunciado a transformar. Sin por ello minimizar las dificultades, hay que lograr diseñar un proyecto colectivo que recupere la idea de progreso, que vuelva a dar ganas de vivir en sociedad.

Terror  El terrorismo no sólo produce desgracias. Las industrias turísticas española y griega han hecho este verano su agosto recuperando a muchos veraneantes que hubieran ido a las playas tunecinas o turcas. En cuanto a Francia, ha sufrido las consecuencias de los atentados de París, de Niza y de Saint-Étienne-du-Rouvray. Pero la auténtica amenaza no es tanto económica como social y política en el sentido más profundo del término. Lo que se ha atacado  ha sido, en primer lugar, nuestra capacidad de convivencia. La amenaza es tanto más seria cuanto que, frente al miedo que, con razón, provocan los atentados, existe la gran tentación de proponer unas respuestas consideradas fuertes y definitivas, alimentando así el mal que se pretende combatir. Evidentemente, es necesario que la policía y la justicia cumplan con su deber. Pero también es necesario actuar para lograr un compromiso sano entre el necesario respeto a las normas comunes y la aceptación de la diversidad de prácticas culturales. Finalmente, el apremio no debe llevarnos a abandonar esos proyectos de envergadura que pueden hacer que la sociedad francesa sea más rica en oportunidades para todos. 

Hinkley Point Al decidir lanzarse a construir dos reactores nucleares EPR en Hinkley Point, Reino Unido, el Consejo de Administración de EDF y, con él, el Gobierno han adquirido una gran responsabilidad. La decisión debe aún conseguir el aval del Gobierno británico, que va a tomarse un tiempo para reflexionar, pero demuestra la obstinación de nuestras élites en defender  una industria nuclear nacional que se encuentra al borde del precipicio. A falta de nuevos proyectos en una Francia a la que le ha llegado la hora de cerrar centrales, el mantenimiento de la capacidad industrial en ese ámbito impone construir nuevos reactores en el extranjero si no se desea que UDF adquiera un importante riesgo económico. De ahí la dimisión de su director financiero en primavera. La decisión parece tanto más dudosa cuanto que el EPR finlandés sigue sin estar operativo once años después del comienzo de su construcción, y que su homólogo francés construido en Flamanville por EDF se enfrenta, también, a numerosos problemas. 

Su ascenso es un claro indicio de la crisis democrática que golpea a los países industrializados

En un momento en que la prometida transición energética tarda en concretarse, se entiende aún menos la opción del Gobierno, pues el modelo eléctrico centralizado asociado con la energía nuclear está hoy superado técnica y económicamente. La bajada constante de los precios de las renovables, el auge de las redes inteligentes y los avances en el almacenamiento hacen de la energía nuclear una cosa del pasado.