Hermosa historia poética
Victorino Polo (Universidad de Murcia)
Las historias del corazón están siempre cercanas o no están, simplemente. Y cuando las historias cordiales se ven imbricadas en las propias de la poesía, miel sobre hojuelas, que suelen decir en mi tierra castellana. El colmo puede acercarse a su expresión cabal cuando de Mario Benedetti se trata, así sean prosas lo que se considere o sus muy sentidos versos, incluso aquellos que pudieran parecer más desganados y distantes, como poco humanos
No tengo ganas de escribir | |
pero la letra avanza sola | |
forma palabras y relevos | |
que reconozco como míos | |
en la ventana que llueve | |
tantas veces la calle | |
brilló sin fundamento | |
no tengo ganas de escribir | |
por eso queda el tiempo en blanco | |
y no es un blanco de inocencia | |
ni de palomas ni de gracia | |
en la ventana llueve | |
tantas veces la calle | |
se anegó de presagios | |
no tengo ganas de escribir | |
pero la lluvia llueve sola. |
Ése es Benedetti, con tantas resonancias de Antonio Machado, tan cercanos ambos a mis propios deseos y quehacer. No tener ganas de algo y salir todo a pedir de boca. Y la lluvia en los cristales. Y la letra que avanza. Y las palabras que nos aguardan siempre, a la vuelta de cualquier esquina que el autor de La tregua nos reserva para la sorpresa y la solidaridad física, metafísica e intelectual, no habrá que olvidarlo, pues que sus palabras son potencias cargadas de presente, para que el futuro resulte también alentador. Nuestras historias con Mario Benedetti han devenido siempre soplos de aliento para vivir la vida con más intensidad, y para no ser egoístas un poco ridículos, para entender que las ideas y los sentimientos y todos los vehículos capaces de transmitirlos apuntan siempre al hondón del alma propia proyectada en los demás. Que así se escribe literatura, así se hace poesía sin aspavientos ni pecaminosas arias solipsistas de obsoleta torre de marfil, porque a la postre lo que de verdad cuenta es la oculta sabiduría de la elección sensible.
sin intenciones misteriosas | |
sé que voy a elegir de buena gana | |
de mi viejo jardín sólo tus rosas. |
Cabe observar que el vocablo gana se repite, contrapuesto su sentido y pretensiones, en ambos ejemplos, con el amor al fondo. Que sea un «Soneto kitsch» o «Variaciones sobre un tema de Heráclito», es lo de menos. Lo importante viene a ser el gusto y la delicia del vivir, ejemplar siempre, para nada patético y umbrío.
Son historias de amor, luminosas incluso en los errores. Como la que hoy traigo a colación, tras estos distractivos prolegómenos, referida con precisión a una memorable lectura de sus versos, llevada a cabo en el Paraninfo de la Universidad de Murcia, una tarde de olorosa primavera en esta tierra de naranjos y limoneros, donde los aromas nunca son suaves ni diluidos. Más de cuatrocientos estudiantes abarrotaron la sala y otros tantos tuvieron que permanecer fuera escuchando, de lejos, como podían. Los versos de este hombre, sus presencia menuda y su palabra pausada, con trémolos, así como el gesto entre burlón y amable más la sonrisa con travesura, constituyen algo especialmente atractivo y subyugante. Parece haber nacido para los jóvenes. Y es muy de agradecer que sus escritos se manejen e intercambien como preciosas monedas apetecibles, incluso, por su templado contacto revelador de tantas cosas. Aquella tarde se desgranaron algunas prosas y bastantes versos de manera jubilar y excitante: desde breves poemas burlones y aún satíricos sin exceso, hasta poemas amplios de gran aliento, estimación y pretensiones, todas cumplidas.
Al final, nos quedamos con tres inéditos por aquellas calendas y que resultan dolorosos, a la vez que estimulantes para salir siempre a la superficie y encontrar la luz. Son «Sombras nada más», «Otherness» y «Aquí lejos», el más extenso de los tres y uno de los más cumplidos que jamás haya escrito Benedetti. Después aparecerían publicados en Las soledades de Babel, soberano y sobrecogedor título, que abarca tanto la realidad existencial que preocupa al poeta, cuanto las resonancias literarias, históricas y de mitología de tiempos lejanos que pueden convivir a diario en estos días.
De los tres pienso escribir, aunque sea poco. Pero ahora interesa la particular historia de «Aquí lejos»(203). En cuanto al tema, a la historia que se cuenta y canta -Machado siempre al fondo- es competencia total del autor, porque cuenta su vida y lo que desea para un futuro cercano y no exiliado. Para todos los demás, viene a ser la misma vida traslaticia y trasladada, a tenor de las circunstancias de cada uno, que bien pudieran ser las de todos, por la globalidad en la que siempre terminamos. Vengamos al recuerdo de unos ejemplos clarificadores
He sido en tantas tierras extranjero | |
Y así fui construyendo la pasarela | |
de mi regreso terminal | |
Soledad no es libertad... | |
Con la palabra enlazo signos | |
identidades de mi país secreto. | |
Algún día aquí lejos | |
se llamará aquí cerca. |
La vida, los deseos, las remembranzas, la lejanía, toda la nostalgia del mundo encerrada en versos lapidarios, chorreantes de sangre del espíritu, con el síndrome de Ulises gravitando en su frente que es la de todos.
Así terminó la tarde, con este poema profundo, sentimental y compartido, en el que se revela muy actualizado el espíritu de aquel otro de Bertolt Brecht, que así termina: «Hay los que combaten toda la vida. Esos son los imprescindibles». «Aquí lejos» es el poema de la lucha eterna, del combate sin fin que nos aguarda, incluso cuando se vislumbran las puertas del paraíso.
Pues bien, a la noche y a la hora mágica de los conjuros, cuando sorbíamos café y otros licores y la conversación recorría los meandros más comprometidos del espíritu, me atreví a solicitarle una donación valiosa: que nos dejara el poema inédito, para publicarlo en el Departamento de Literatura Hispanoamericana como anticipo y editio princeps de cualquier futura publicación. Generoso como siempre, nos lo dejó con amable, amistosa dedicatoria personal y colectiva.
Y como era valiosa la dádiva, le buscamos un marco adecuado. El encuentro que cerró su recital lo pusimos en letra impresa, con lo que apareció un pequeño hermoso libro único titulado El Escritor y su Sombra con textos de varios profesores, amigos y especialistas al principio del volumen, como introducción auténticamente preparatoria. La segunda parte la ocupan los 219 versos, exactamente, del magnífico poema. Y desde entonces, aquellos versos tuvieron la virtud de transmutar el agorero y protervo aquí lejos, en el esperanzado y jubilar aquí cerca.
Transcurrido un cierto tiempo, en el año 1991 aparece el libro Las soledades de Babel que se abre, precisamente, con el poema que nos ocupa. Resultó conmovedora la nueva lectura, iniciada por el inquietante endecasílabo «He sido en tantas tierras extranjero», heroico, incluso, en su acentuación rítmica y musical, de apretados acentos convergentes a partir del perfecto pretérito que, parece, habrá de durar toda la vida para que se cumpla, biselada y al sesgo, la exclamación de Peter Handke recordada por el propio Benedetti al principio del libro: «Feliz aquel que tiene sus lugares de permanencia».
Trilogía Hegeliana
También pudiera considerarse una pareja conceptual, de Wellflin, por la doble posibilidad de dialéctica. En efecto, el exilio y el regreso significan los dos pivotes de apoyo y rotación, para establecer los términos definitivos en el triste camino de ida y vuelta. Sucede que, en ocasiones, el regreso supone una cierta alegría compensadora. Pero también ocurre lo contrario, aunque sólo sea porque el país y las gentes que se abandonaron se parecen poco a los que se encuentran al regresar. Incluso el propio cambio personal del exiliado introduce un factor modificador importante. De ahí que Benedetti inventara, muy adecuadamente, el concepto de desexilio como complemento y actor fundamental en la dialéctica. En todo caso y sin llegar al extremo de José Donoso -Donde van a morir los elefantes, recurso último y término previsible de los exiliados ya cansados de su propio peregrinar- cabe aceptar que las tres ideas y acciones se interinfluencian y condicionan profundamente, de manera que el sujeto protagonista se halla como diría Heidegger, «arrojado en el mundo y perdido entre las cosas». Exilio-Regreso-Desexilio son los simétricos términos. Y esto se refleja perfectamente en el poema de nuestro comentario.
He sido en tantas tierras extranjero | |
La pasarela de mi regreso terminal | |
Me consta que no debo serlo aquí |
Son versos distribuidos del principio al fin del poema que hablan bien a las claras de lo apuntado. Con la nostalgia como telón de fondo, con la amargura de ser ciudadano del mundo sin haber elegido serlo, pese al optimismo de Dickens, con el temor siempre imperante de no saber si, al cabo, seremos los que fuimos para nosotros y para los demás. Y sin embargo, todo será un secreto a voces cuando culmine. Es el final del poema e ignoro si allí se confunden realidad y deseo. El caso es que escrito queda.
Entre ambos extremos se produce una reflexión y un sentimiento múltiples, que son a la vez expresión del propio yo creador del poeta que escribe y una extrapolación previsible a la universalidad de las categorías no sólo literarias. De ahí que el poema mezcle, continuamente, la experiencia personal vivida -un realismo a veces desolador, en ocasiones esperanzado- con la extensión a todas las criaturas de la tierra, igualmente exiliadas en algún sentido. En tal sentido, la propuesta y el propósito son claros.
no dejé de cavilar | |
en mi español de alivio | |
aunque me rodearan lisboetas o bávaros | |
ucranianos o tesalonicenses. |
Sería una isla rodeada de otras islas, aunque los demás creyeran estar en la tierra de promisión alcanzada. Es un juego muy existencial, personalísimo, pero también muy universal. El eterno juego de la literatura, de la poesía cruel y concentrada.
El poema está claramente dividido en seis partes, con una primera y una sexta más breves y condensadas, para comprimir e impresionar más y mejor, como se pretende. Cabe destacar en la primera los versos inicial y final
He sido en tantas tierras extranjero | |
Hay nubes entre el sol y los presagios |
Por lo tanto, buenas llaves de apertura y cierre: lo particular (Poeta, Mario Benedetti) aunado con lo general (todos los lectores posibles, la humanidad entera). El alfa y el omega de un proceso revelador y terrible, con la esperanza de encontrar un claro en el bosque.
La sexta parte potencia idéntica realidad, pues que comienza con lo estrictamente personal e intransferible
pero voy descubriendo | |
otros destierros de otros |
y termina con el aleluya musical, esperanzado y glorioso
y entonces el país | |
este país secreto | |
será un secreto a voces |
todo precedido de una declaración que es casi un apotegma, sobre la base inocente de un elemental retruécano
Algún día aquí lejos | |
se llamará aquí cerca |
¿Y qué ha sucedido en el intermedio, a lo largo y ancho de las otras cuatro partes más extensas y problemáticas? Pues el camino de siempre, un peregrinar laborioso y punzante con la mirada fija en Canaan. Para lo cual se insiste mucho en lo simbólico, alegórico y traslaticio, como corresponde a un poema mezcla de lírico y épico, de personal y colectivo, de solista que canta y coro que acompaña. Al cabo, el centro metafórico -en el sentido de cambiar, con movimiento, la significación precisa de las palabras y los sintagmas, para realizar la mágica fusión de lo unívoco y lo múltiple-supone el punto de partida y la palanca de Arquímedes -que los poetas continuarán siendo siempre augures, presocráticos y medidores del mundo que nos ha correspondido vivir- para mover y transfigurar el universo, habitáculo final y pretendido siempre del hombre, de todos y cada uno de los seres humanos.
Heterogeneidad esencial poética
Dicho quedó más arriba que recordaría dos poemas como ideal marco de «Aquí lejos», por cuanto hacen referencia y alusión a una idea fundamental en la poesía contemporánea: la machadiana esencial heterogeneidad del ser, filosófico bergsoniano y poético-creador. Y recurren a la definición de la poesía, en general, así como a la propia poesía en particular.
El primero de ellos es el titulado «Otherness» y es el machadiano. Poema breve, aunque no demasiado, con unos puntos de apoyatura esperados -habituales en la poesía de Benedetti- que funcionan perfectamente a la hora de ahormar y definir el poema, cuyo mensaje nunca será inocuo ni cerrado, antes al contrario, muy abierto para los demás.
Repito lo de machadiano para insistir en ello. El recuerdo y reflejo del poeta español está de principio a fin, pese al título en inglés. El ser es uno y lo mismo, como pretendía Parménides. Y, al propio tiempo, es cambiante y distinto siempre. Aquí la filosofía queda perpleja y necesita de un Jano bifronte que ayude un poco. No así la poesía, para quien la solución de contrarios es una de sus columnas básicas, uno de los trabajos más normales de su taller. Así que, ser uno y lo mismo, ser uno y lo otro vienen a coincidir en la esencia de lo poético, incluso discursivo. Lo que contrapone la filosofía, la poesía lo unifica sin problemas ni remedio. Porque hay que leer el final del poema para entender lo que con la sola razón sería imposible
y eso tal vez ocurra porque no sé ser otro | |
que ese otro que soy para los otros |
sucede, por otra parte, que en esos versos endemoniados aparece la voz irónica y magistral de un escritor no precisamente grato a Benedetti, alejado a miriadas de sus postulados poéticos y vitales, el gran Jorge Luis Borges. Bastaría recordar, como ejemplo a título, el poema que dedica a Heráclito, tan dialéctico, tan comprensivo y denso de poesía. Los versos finales de este «Otherness» lo confirman y aseguran, de donde también cabe deducir, con la Rochefoucauld, que todo está dicho y tan sólo permanecen las formas distintas de decir aquello que ya nunca será nuevo bajo el sol, tan clásico.
Pero el poema comienza con un verso lapidario -¿ha reparado el avisado lector, que los principios siempre son más rotundos que los finales en los textos de Mario Benedetti?- que plasma la síntesis de la historia futura y es una espléndida llamada de atención para quien lee
Siempre me aconsejaron que escribiera distinto |
A las mientes viene de inmediato un texto famoso de Julio Cortázar, aquél en que el desvalido y frágil unicornio se queja de estar aislado, de no encontrar ni siquiera un corralito donde expresar su solidaridad con todo el mundo. Las gentes lo rechazan para que sea distinto, como los otros quieren que sea. El unicornio se queja y sigue siendo unicornio. Benedetti se queja y continúa siendo Benedetti. Porque esos demás pretenden, sobre todo, modificar sus códigos de conducta, sus esquemas mentales, sus presupuestos estéticos, para
que mi cristal no fuera transparente | |
sino prolijamente esmerilado | |
y sobre todo que si hablaba del mar | |
no nombrara la sal. |
El poema resulta espléndido en su versión global de pensamiento, sensibilidad despierta y mensaje comprensivo para los lectores. Es una valiosa declaración de principios personales y literarios. Una postura ético-estética frente al mundo, afirman su personalidad diferenciada, escuchadora, pero no sumisa, receptora de consejos, pero sin traicionar sus propias convicciones.
Así, del cortazariano «escribir distinto» se pasa a la normal segunda proposición, que humanamente debió ser la primera, por lo que de nuevo el pensamiento poético se superpone, adelanta al pensamiento racional
siempre me aconsejaron que fuera otro |
Y el tercer punto de referencia cierra el silogismo de las dos primeras estrofas: juego cabalístico donde los haya, barajando el dos y el tres en función del uno
Siempre me aconsejaron que escribiera distinto, | |
siempre me aconsejaron que fuera otro, | |
por lo tanto continué siendo el mismo. |
El yo y sus circunstancias adventicias. El yo esencial y el tú fundamental. La esencia heterogeneidad del ser. Del ser humano y del ser poético.
Como las aguas del río que van a dar con la mar | |
seguiré escribiendo | |
igual a mi o sea | |
de un modo obvio irónico terrestre | |
rutinario tristón desangelado |
Todos los caminos, en efecto, conducen a Roma. Y estos del «Otherness» desembocan en la definición precisa de la poética personal, como ya indicaba más arriba a propósito de las apoyaturas básicas que utiliza Benedetti para la expresión cabal de su emocionante y profundo «Aquí lejos».
El nuevo poema se titula «Sombras nada más o Cómo definiría usted la poesía». No puede ser más propio de este uruguayo irónico y zumbón, que dice las mayores verdades con apariencia de ligera beatitud. De un lado está el conocido bolero que habla de la existencia de «sombras nada más, entre tu vida y mi vida; sombras nada más entre tu amor y mi amor». El binomio amor-vida en el centro de la atención posible. Y la sombra como nube que puede oscurecer la dialéctica intelectual sensible, amén de lo popular, el lenguaje que todo el mundo entiende, aunque tenga otros niveles reservados a los mejor entendidos.
Pero, además, la pregunta manida que suele hacerse. ¿Cómo definiría usted la poesía, el universo, el amor, la muerte, la guerra de la Martinica, cualquier cosa que se lo ocurra al poco ocurrente preguntador? Incluida la suave perfidia léxica del usted, para mayor apariencia de seriedad y transcendencia.
Benedetti responde con todo afecto, en forma de poema explicativo, que es una de la mejores maneras de responder, con el ejemplo vivo de lo que se hace y siente. Con la sorpresa inicial de la perplejidad dubitante
La verdad es que nunca | |
se me había ocurrido definirla |
Y a partir de ahí, las hipótesis, los condicionales, la posibilidad de ser, las virtualidades todas, no para la ceremonia de la confusión, sino para centrar el tema y suscitar posibles respuestas, que bien pudieran ser otras, incluso inciertas, con lo que los ecos machadianos afloran de nuevo a superficie. Invirtamos, pues, la situación, lleguemos al extremo contradictorio: definir lo que no es poesía. Y entonces, el poeta aprovecha la ocasión para la enumeración caótica, Cohen al fondo, teorizador de lo moderno, de las grandes o pequeñas tragedias de lo humano, a cuyo sesgo aparecen palabras como espectro, muerte, admonitorio, eróstratos, rencor, defoliadores, gángster, mezquinos y prescindentes. ¿Dónde quedó la lírica pura, para no tocarla más, que así es la rosa? Y sin embargo, adviene la duda. Dice: «Pero no estoy seguro». Y entonces aparece Dios con toda seriedad. Las alturas de lo divino como territorio de la poesía, con toda emoción y respeto, con toda seriedad. Porque la poesía utiliza
como dicen que usa dios | |
sendas inescrutables e infinitas |
Ya estamos en lo que no es y en lo que es. El infierno y el cielo salvador, con sus caminos que es preciso transitar. En el inicio dos definiciones complementarias, casi paradójicas
la poesía como sombra de la memoria | |
también como memoria de la sombra |
y no es tan sólo un juego de palabras, lo que ya sería suficiente. Sombra y memoria son la sustancia de lo poético, en relación de complementarios, repito, para llegar a la conclusión posible, que se revelará nueva premisa mayor de la siguiente tríada
con la memoria de esas sombras | |
damos alcance | |
en ciertas ocasiones | |
a la blindada frágil poesía | |
o quizá a la memoria de la sombra | |
de la poesía... |
Sombra. Memoria. Y Poesía. Bastan las tres palabras para lo que he pretendido transmitir de aquella tarde memorable, de aquel poema conmovedor, de aquella misteriosa atmósfera poética difícilmente repetible. La poesía proyectando su creadora sombra para que la memoria recuerde lo que somos y cómo existimos.
AQUÍ LEJOS | |
He sido en tantas tierras extranjero | |
digamos que recorrí los bulevares | |
como si fueran el desierto de atacama | |
o me abracé más náufrago que nunca | |
a mi tablón de cielitos y gardeles | |
pese a todo no dejé de cavilar | |
en mi español de alivio | |
aunque me rodearan lisboetas o bávaros | |
ucranianos o tesalonicenses | |
y así fui construyendo la pasarela | |
de mi regreso terminal | |
he sido en tantas tierras extranjero | |
y ahora que por fin estoy aquí | |
hay nubes entre el sol y los presagios | |
no es que el futuro se arrodille | |
en el umbral del abandono | |
ni que la atávica miseria fije | |
su mirada oprimente y exangüe | |
en los ventanales del poder | |
no es que los jóvenes renuncien | |
a exorcizar de veras a la muerte | |
con sus vaivenes en tierra firme | |
por lo pronto nadie ha conseguido | |
expulsarlos de su burbuja acorazada | |
¿y entonces qué? | |
¿por qué me siento un poco extraño | |
y/o extranjero (en francés son sinónimos) | |
en este espacio que es mio y nuestro? | |
¿por qué las mezquindades | |
las jactancias de zócalo | |
parecen dichas en otra lengua | |
que no es gaélico ni flamenco | |
ni búlgaro ni euskera | |
pero tampoco es totalmente mía? | |
¿por qué la solidaridad es apenitas | |
la película sordomuda que no encuentro | |
en los catálogos de los video-clubes? | |
después de todo | |
¿qué paso con la confianza? | |
¿les echaremos por fin toda la culpa | |
a los milicos? | |
(Bastante tienen con la que ya tienen) | |
¿o tal vez los milicos descubrieron | |
dónde estaba nuestro mezquino taloncito | |
de insolidario aquiles? | |
sabíamos desde siempre | |
que este país no era un rosedal | |
pero ¿será una reverenda mierda | |
como salmodian hasta el hartazgo | |
los transgresores de engañapichanga? | |
¿no será que la mierda está en sus ojos | |
ojeras y ojerizas? | |
naturalmente hay dos países | |
y cada uno tiene sus provincias | |
sabemos que aquí anidan | |
la memoria ilegal la indestructible | |
el saldo flaco de lo solidario | |
cruces peladas y sin flores | |
migajas de una que otra pesadilla | |
labios de cautivante primavera | |
que por cierto no estarán esperándonos | |
en las calaveras del invierno | |
húmedas tristezas con final feliz | |
ganas de creer en medio del rebato | |
pájaros que vuelan infalibles | |
sobre los borradores de la dicha | |
muestrario de cadáveres amados | |
fe que le nace a uno de las tripas | |
crepúsculos más acá del corazón | |
y sobre todo borrachera de utopías | |
esas que según dicen ya murieron | |
si me tomas el pulso | |
si te lo tomo yo | |
verás/veré que hay menos osadías | |
por minuto y por sueño | |
sé que aquí habitan los enteros | |
y su entereza no es de las que encogen | |
a la segunda lluvia | |
o a la primera sangre | |
pero se trata de una entereza animal | |
de bicho duro que pasó por el fuego | |
por el miedo por el rencor por el castigo | |
por la frontera del desencanto | |
y quedó chamuscado memorioso | |
convaleciente desvalido | |
vaya a saber por qué | |
la sintaxis de los muros ha cambiado | |
cada odio solitario es un pabilo | |
de qué sirve un pabilo en la espesura de la bruma | |
una tapia individual no es la paz ni la guerra | |
tan sólo es una tapia individual | |
¿será que el desdén vino para quedarse? | |
contritos como penitentes o monjes rezagados | |
los sentimientos entran en el desfiladero | |
ignoran la contraseña de los muchos | |
repiten el santo y seña de los solos | |
pero cada solo sólo sabe uno | |
igual que en las soledades de babel | |
como bien dijo Juan / en el exilio | |
tu país es este cuarto lleno de tu país | |
pero ahora Juan qué nos ha ocurrido | |
mi país ¿un país vacío de mi país? | |
vino el buitre a traernos el miedo | |
el murciélago a llevarnos la noche | |
vino el toro a dejar sus alarmas | |
el ciervo a contarnos que huye | |
¿y entonces qué? | |
en tantas tierras he sido extranjero | |
me consta que no debo serlo aquí | |
alguien podría traducir mis desahucios | |
mis consternaciones mis destierros en cruz | |
que no son lastimeros sino baldíos | |
alguien podría misteriar mi evidencia | |
que es como decir ponerla al día | |
y de paso atardecer mis amaneceres | |
para que el eco sepa | |
por fin de qué está hablando | |
no estaría mal que alguien trasmitiera | |
a los tímpanos de mi infancia | |
los engaños de hogaño | |
las campanadas del delirio corriente | |
el monólogo sereno de los grillos | |
las convulsiones de lo frívolo | |
intuyo que dentro del país que desconozco | |
está el otro que siempre conocí | |
más de una vez he creído advertirlo | |
en ciertos guiños infinitesimales | |
en la solera de una vanagloria | |
en el reproche de un cansancio | |
en el garabato de un niño que no sabe | |
quién es quién ni qué es qué pero no importa | |
hay un país que guardó sus letargos | |
sus aleluyas y sus medias tintas | |
lo guardó todo bajo siete cautelas | |
y se resiste a revelarlo | |
sin embargo puedo allí guarecerme | |
y no es un frágil | |
cobertizo | |
hay un país que respira | |
en silencio o en vano | |
pero al menos respira | |
atrincherado en su altivez de ser | |
o en sus recelos de no ser | |
replegado en su memoria indefensa | |
sabiendo que de poco sirve recordar | |
y sin embargo sigue recordando | |
consciente o inconsciente | |
de que ahí están las claves | |
aunque cercado por el olvido y los agüeros | |
al menos tiene un espacio en recompensa | |
sus insistentes faros iluminan | |
a duras penas el remanso de los años | |
y hacen inventario de quimeras y pánicos | |
de bienaventuranzas y agonías | |
se trata de un país | |
que supo y sabe amar sin atenuantes | |
y también odiar como Dios manda | |
abrevadero embalse mito | |
cripta de penurias almacenadas | |
en las cuatro estaciones | |
y a los cuatro vientos | |
con soledad no ofendo ni temo | |
y no obstante temes y te temen | |
ofendes y te ofenden | |
ocurre que la soledad no es un seguro | |
ni menos un sagrado | |
soledad no es libertad | |
(ya es hora de aceptarlo) | |
sino pálida añoranza del otro | |
o de la otra | |
del borde de la infancia | |
de dos o tres misiones incumplidas | |
con la palabra enlazo signos | |
o más bien trato de enlazarlos | |
signos durables de mi país secreto | |
y mi país secreto se levanta | |
y cuando al fin me roza con sus sílabas | |
entonces yo lo asumo con mi voz cascada | |
sabe el país secreto que lo estoy aludiendo | |
y por eso me nombra | |
perpetuo y melancólico | |
sabe que me hacen falta sus señales | |
vacantes y bacantes de su fronda | |
las ellas y querellas de su vino | |
sus méritos de estambre | |
sus vellones | |
sabe el país secreto | |
vale decir mi patria sigilosa | |
que su belleza su consolación sus apetitos | |
aprendieron en la derrota el derrotero | |
y sabe que sus sábanas | |
blanquísimas de llanto | |
o abrasadas de semen | |
acumulan y acunan inocencias | |
y dirimen sus bregas con el mundo y la vida | |
no todos los relojes | |
concuerdan con mi hora | |
siempre hay corazones que adelantan | |
suspicacias que atrasan | |
pero voy descubriendo | |
otros destierros de otros | |
que empiezan o concluyen | |
o piensan que concluyen | |
destierros que se fueron allá cerca | |
y vuelven aquí lejos | |
aquí lejos está | |
nunca se ha ido el país secreto | |
el hervidero de latidos | |
los tugurios del grito | |
las manos desiguales pero asidas | |
la memoria del pan | |
los arrecifes del amor | |
el país secreto y prójimo | |
algún día aquí lejos | |
se llamará aquí cerca | |
y entonces el país | |
este país secreto | |
será secreto a voces |