Ceuta, relectura de su historia (conquista árabe- fitna) a partir de los datos arqueológicos.

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Cuadernos de Madı¯nat al-Zahra¯'

6 Córdoba, 2008

CONSEJERÍA DE CULTURA

Conjunto Arqueológico Mad¯ınat al-Zahra¯' 3


Cuadernos de Madinat al-Zahra Revista de difusión científica del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra

CONSEJO DE REDACCIÓN (Miembros de la Comisión Técnica de Madinat al-Zahra): Presidente: D.ª GUADALUPE RUIZ HERRADOR Directora General de Bienes Culturales

Vocales: D. JOAQUÍN DOBLADEZ SORIANO Delegado Provincial de Cultura de Córdoba

D. ANTONIO VALLEJO TRIANO Director del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra

D. MANUEL ACIÉN ALMANSA Universidad de Málaga

D.ª CARMEN BARCELÓ TORRES Universidad de Valencia

D. EDUARDO MANZANO MORENO Profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas

D. JUAN SERRANO MUÑOZ Arquitecto

D.ª RUBÍ SANZ GAMO Conservadora del Museo Arqueológico Nacional

COMITÉ CIENTÍFICO D. PATRICE CRESSIER Casa de Velázquez

D. PIERRE GUICHARD Universidad de Lyon II

D. ESTEBAN HERNÁNDEZ BERMEJO Universidad de Córdoba

D.ª M.ª ANTONIA MARTÍNEZ NÚÑEZ Universidad de Málaga

D. ALASTAIR NORTHEDGE Universidad de París I

D. VÍCTOR PÉREZ ESCOLANO Universidad de Sevilla

EDITA: JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura

© JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura © Los autores

Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba Sor Ángela de la Cruz, 12 - Teléfono 957 283 306 ISSN: 1139-9996 Depósito Legal: CO. 1.605/2009

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l 24 de agosto de 2006 falleció en Madrid el arquitecto y arqueólogo especializado en el estudio del mundo islámico, Christian Ewert. Inició su carrera investigadora en la década de los años sesenta en España como miembro del Instituto Arqueológico Alemán. Su relación con Madinat al-Zahra se remonta a esos años. Desde 1987 hasta el 2000 formó parte de la Comisión Técnica del Conjunto Arqueológico, que es el órgano de consulta y asesoramiento técnico y científico del mismo, desde donde realizó una importante labor y contribuyó notablemente al desarrollo del Conjunto Arqueológico. A partir de diciembre de 2001, hasta su fallecimiento, fue miembro del Comité Asesor de la Revista Cuadernos de Madı–nat al-Zahra–’. A lo largo de su actividad investigadora realizó importantes aportaciones para el estudio de la arquitectura islámica entre las que cabría destacar, para el ámbito de Madı–nat al-Zahra–’, “Elementos decorativos en los tableros parietales del Salón Rico de Madinat al-Zahra” y “Elementos de la decoración vegetal del Salón Rico de Madı–nat al-Zahra–’: Los tableros parietales”, que culminaron en el estudio específico “Die Dekorelemente der Wandfelder im Reichen Saal von Madı–nat al-Zahra–’: eine Studie zum westumaiyadischen Bauschmuck des hohen 10. Jahrhunderts”. En esta obra lleva a cabo un profundo y detallado análisis de cada uno de los tableros que conforman la decoración del Salón Rico, hecho que la convierte en referencia imprescindible para la compresión de este extraordinario edificio y de la propia ciudad califal. Lamentamos enormemente su fallecimiento ya que supone una gran pérdida para la historia de la arquitectura islámica y para el propio Conjunto Arqueológico, que fue objeto de su invewstigación y con el que mantuvo una fructífera colaboración.

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SUMARIO • ESTUDIOS J. M. HITA RUIZ, J. SUÁREZ PADILLA, F. VILLADA PAREDES Ceuta, puerta de al-Andalus. Una relectura de la historia de Ceuta desde la conquista árabe hasta la fitna a partir de los datos arqueológicos Pág. 11 J. I. BARRERA MATURANA Nuevos graffiti en Madı–nat al-Zahra–’

Pág. 53

L. APARICIO SÁNCHEZ, J. A. RIQUELME CANTAL Localización de uno de los arrabales noroccidentales de la Córdoba califal. Estudio urbanístico y zooarqueológico

Pág. 93

C. DÉLÉRY La cerámica de cuerda seca de Madı–nat al-Zahra–’: descripción y propuesta de valoración histórica

Pág. 133

A. POLVORINOS DEL RÍO, J. CASTAING, S. ROEHRS, A. VALLEJO TRIANO, J. ESCUDERO ARANDA Estudio arqueométrico de loza dorada de Madinat al-Zahra, Córdoba Pág. 165 F. ARNOLD, A. CANTO GARCÍA, A. VALLEJO TRIANO La Almunia de al-Rummaniyya. Resultados de una documentación arquitectónica

Pág. 181

A. LEÓN MUÑOZ, A. ZAMORANO ARENAS El puente de los Nogales, Córdoba. Contribución al estudio de la infraestructura viaria de Madı–nat al-Zahra–’

Pág. 205 7


J. B. SALADO ESCAÑO El puente califal del Cañito de María Ruiz, Córdoba. Resultados de la intervención arqueológica en apoyo a su restauración

Pág. 235

A. J. MONTEJO CÓRDOBA Resultados de la intervención arqueológica en los terrenos de la nueva sede institucional del Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra

Pág. 255

J. I. CANO MONTERO Seguimiento arqueológico realizado en los terrenos ocupados por el futuro edificio de la nueva Sede Institucional de Madinat al-Zahra

Pág. 265

J. I. CANO MONTERO Resultados preliminares de la intervención arqueológica puntual en un sector del muro norte de las viviendas fronteras a la Mezquita Aljama de Madinat al-Zahra

Pág. 275

• CRÓNICA DEL CONJUNTO A. VALLEJO TRIANO, J. ESCUDERO ARANDA A. GARCÍA CORTÉS J. M. MUÑOZ DÍAZ Crónica del Conjunto, años 2004-2007

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Pág. 305


Cuadernos de Madinat al-Zahra 6 (2008), pp. 11-52 ISSN: 1139-9996

CEUTA, PUERTA DE ALANDALUS. UNA RELECTURA DE LA HISTORIA DE CEUTA DESDE LA CONQUISTA ÁRABE HASTA LA FITNA A PARTIR DE LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS J. M. HITA RUIZ J. SUÁREZ PADILLA F. VILLADA PAREDES Museo de Ceuta

…se consolidó el poder de éste [al-Nasir] y aumentó su importancia, al dominar las dos orillas del mar y tener su control, pues Ceuta fue su estribo en la otra orilla, puerta que podía cerrar e instrumento de control de puertos que podían ser temidos, con lo que se robusteció su autoridad en el Magreb, temiéndole sus reyes y rivalizando por su beneplácito, pues había sido el primer soberano y califa de al-Andalus, desde que entró allí el Islam, que tuvo este propósito y lo realizó con éxito, dejándoselo luego en herencia a los gobernantes que le sucedieron. Ibn Hayyan ABSTRACT RESUMEN La disputa entre Omeyas y Fatimíes tuvo como uno de sus principales escenarios el Magrib al-Aqsa. Consciente de que su dominio era vital para la seguridad de al-Andalus, al-Nasir conquista en 391 H (931) Ceuta, la puerta que abre y cierra el paso a al-Andalus, convirtiendo a la ciudad norteafricana en su principal plaza fuerte. Desde ese momento, el puerto del Estrecho se convertirá en un punto estratégico para el Estado Omeya. La importancia de la ciudad queda de manifiesto en las crónicas del momento que recogen distintas noticias sobre la misma y que han sido la base fundamental en la que se ha basado la reconstrucción de su historia en este periodo. Desde hace algunos años, la investigación arqueológica desarrollada ha permitido obtener gran cantidad de información, inédita en buena medida, que contribuye decisivamente a ampliar nuestro conocimiento sobre ella. El estudio que a continuación realizamos presenta todos estos nuevos datos obtenidos e intenta reconstruir con mayor precisión ese periodo decisivo para la comprensión del devenir histórico del puerto del Estrecho.

The fight between Umayyads and Fatimids took place mainly in the Magrib al-Aqsa. Mindful that its control was vital for the security of alAndalus, al-Nasir conquest in 391 H (931) Ceuta, the door that opens and closes the way to al-Andalus. From that moment, the port will become a strategically point for the Umayyad State. The importance of the city is reflected in the chronicles of the moment that gather the different information about the city. Until now, they were the fundamental source on which to raise the history of this period. For some years the developed archaeological investigation, has been allowing to obtain great amount of data, most unpublished, that largely it decisively contributes to extend our knowledge over the city. This paper shows all these new information and tries to more accurately reconstruction that this decisive period for the history of the port of the Straits.

Palabras Clave Ceuta, fortificaciones, cerámica califal, restos arqueológicos.

Key words Ceuta, ramparts, spanish Ummayad pottery, archaeological finds. 11


1. INTRODUCCIÓN Ceuta se encuentra edificada sobre una península situada en la orilla sur del Estrecho de Gibraltar (Fig. 1). Su estratégica ubicación ha tenido como consecuencia un rico y variado devenir histórico cuyos más remotos testimonios se remontan al Pleistoceno Medio. El actual casco urbano cuenta con una ocupación continuada al menos desde inicios del siglo VII a. C., cuando se instaló en la zona del Istmo un poblado estrechamente relacionado con el mundo fenicio occidental. Antes de la conquista romana de la Mauritania fue ubicada en este mismo lugar una factoría destinada a la transformación y comercialización de recursos marinos que pudo tener sus precedentes en momentos anteriores. El lugar conoció un gran desarrollo a partir del siglo II d.C., cuando se produce una ampliación notable de las instalaciones de la factoría que culminó en el Bajo Imperio. Conquistada por los bizantinos, Justiniano la convierte en base de una flota y la fortifica como paso previo a su intervención en Hispania. A comienzos del siglo VIII, el regidor de la ciudad, Julián, pacta con las tropas árabes y les facilita su paso a la Península Ibérica. Los datos sobre la historia de Ceuta desde la conquista musulmana hasta la toma de la ciudad por los Omeyas cordobeses son escasos y, en ocasiones, contradictorios. La lejanía a los hechos narrados, los intereses que se esconden tras esas fuentes, las dificultades derivadas de la correcta lectura de los textos unidos a las lagunas de conocimiento sobre estos primeros siglos en la región hacen compleja la reconstrucción de este proceso histórico. La inexistencia de datos arqueológicos hasta momentos muy recientes contribuye a dificultar nuestro propósito. Con la conquista cordobesa las referencias a Ceuta, convertida en bastión de los intereses Omeyas en el Magrib al-Aqsa, son más abundantes y extensas aunque aparecen centradas en torno al discurrir de los acontecimientos bélicos (GOZALBES BUSTO, 2002). Como en momentos previos, tampoco la información aportada por la arqueología hasta hace algunos años parecía suficiente para despejar esta problemática. Pero esta situación ha cambiado en los últimos años en los que el progreso de la inves12

tigación nos ha permitido contar con nuevos datos que, aunque parciales, hacen necesaria su difusión y permiten abordar una relectura de la historia del periodo. Y es que estos primeros siglos de la historia de la Ceuta musulmana son esenciales para poder comprender adecuadamente la evolución posterior y la importancia que alcanzaría la ciudad del Estrecho (HITA, VILLADA, 2002: 493 y ss.). 2. HISTORIA DE CEUTA HASTA LA CONQUISTA OMEYA 391 H / 931 Una de las fuentes esenciales (CHALMETA, 2003, OLIVER, 2002) para los primeros momentos de la llegada de las tropas árabes al extremo occidente norteafricano, el Ajbar Machmua, califica a Ceuta como lugar bien fortificado, de bastante población y abundantes recursos en sus alrededores. Estas circunstancias unidas a la posibilidad de contactos marítimos con la Península habrían permitido a Julián hacer frente a las tropas musulmanas que habían conquistado sin aparentes dificultades otras ciudades próximas como Tánger. Las luchas entre facciones de la nobleza visigoda es otro factor a tener en cuenta para analizar el posicionamiento de Julián y su pacto con los musulmanes. Debe recordarse que al-Bakri señala que cuando Uqba ibn Nafi invadió el Magreb y se presentó en Ceuta, Julián (Ilyan) salió a su paso con presentes magníficos y obtuvo no solo una amnistía sino la confirmación del mandato que ejercía. Interrogado sobre la Península, Julián esa ocasión los dirige hacia el sur a luchar contra los bereberes. Esta actitud cambió años más tarde cuando sus territorios son hostigados por los ejércitos de Tariq. Chalmeta ve a Julián como el instigador de la conquista de al-Andalus lo que se explicaría en parte por sus diferencias con el rey visigodo (CHALMETA, 2003). No se han conservado los términos de este pacto, aunque se ha supuesto similar al firmado con Teodomiro en Murcia. Así, ibn Jaldun indica que los musulmanes sólo entraron en Ceuta tras la muerte de Julián (IBN JALDUN, 1927: 136, vol II). Testimonios de iglesias y otros elementos preislámicos son recogidos por al-Bakri varios siglos más tarde y plantean la cuestión del momento


y características que tuvo la arabización e islamización en este territorio (GOZALBES CRAVIOTO, 2002) . Carecemos de nuevas noticias sobre Ceuta hasta 123 H (740). Derrotadas las tropas Omeyas por Maysara y sus beréberes jariyíes en la batalla de alAsraf, parte de la caballería siria vencida, al mando de Baly ibn Bashir, encuentra refugio en Ceuta. La región es asolada por los beréberes que sitian la ciudad aunque, posiblemente debido a la existencia de una fortificación, no consiguen tomarla. La desconfianza del gobernador de al-Andalus, Abd al-Malik ibn Qatan, que impide el paso a la Península Ibérica de estas tropas durante un año provoca una dramática situación que lleva a los refugiados a alimentarse con sus propios caballos, con perros e incluso con cueros (LAFUENTE, 1867: 47 y 51). Cuando la presión beréber en la Península Ibérica hace cambiar de opinión al gobernador y autoriza a los sirios a embarcar hacia al-Andalus, Ceuta, desguarnecida, es asolada por los beréberes quedando sin otros moradores que “los animales salvajes” (AL-BAKRI, 1965: 204). La ciudad permanece “abandonada” durante un periodo de tiempo que ha sido estimado en aproximadamente un siglo (GOZALBES BUSTO, 1989). El olvido de Ceuta durante este periodo y la preeminencia de Tánger son constatados tanto a través del análisis de las fuentes geográficas (GOZALBES BUSTO, 2002) como de las numismáticas (RODRÍGUEZ LORENTE, HAFIZ IBRAHIM, 1987). En un momento impreciso fue repoblada por un grupo de gumaríes que procedían del valle del Martín, conocido como Wadi Ras. A su frente se encontraba Medyekes que daría nombre a la nueva ciudad conocida como Medyekesa. De este nombre derivan también la denominación de la tribu que se desplaza a repoblar Ceuta como algunos topónimos de su lugar de procedencia. La fortuna del nombre es, sin embargo, escasa pues no aparece prácticamente en ningún texto (a excepción de al-Bakri) recuperándose pronto el topónimo Sabta derivado del Septem latino. Señala al-Bakri que, hasta ese momento, Medyekes era politeísta, convirtiéndose en este momento al islamismo tras recibir las enseñanzas de

“hombres instruidos en la Ley” según especifica ibn Jaldun. Esta noticia hace pensar a Gozalbes Busto que la ciudad no fue completamente abandonada en el periodo que va desde 742 a la refundación de Medyekes, pudiendo algunos árabes refugiarse en ella (GOZALBES BUSTO, 1989: 24). Desconocemos la religión de Medyekes antes de su conversión. Ferhat, tras señalar que el verbo convertir es usado indistintamente para los jariyíes, chiíes, paganos o las “gentes del libro” que abrazan el Islam, indica que la historia de la región permite suponer que era jariyí aunque la reputación de los Idrisíes en ese momento no permite excluir la hipótesis de que fuese chií (FERHAT, 1993). Por otra parte, esta autora ha subrayado la similitud de este relato con el de otras fundaciones, como la de Nakur, lo que hace dudar de su veracidad histórica. No obstante, puede responder a un una dinámica histórica común de conversión de jefes beréberes y fundación de ciudades. Las causas de este traslado de los medyekeses han sido relacionadas con los conflictos surgidos tras el reparto del gobierno del Magrib al-Aqsa por Muhammad al-Muntasir entre sus hermanos en 213 H (828). Los Banu Isam, aun sometidos en un grado que desconocemos a los Idrisíes, mantuvieron una actitud de latente hostilidad hacia ellos a tenor de las informaciones de ibn Jaldun (GOZALBES BUSTO, 1989: 25). Esta datación es coherente con la fecha propuesta por Gozalbes Busto para la refundación de la ciudad (c 830). Ferhat, en cambio, data esta reocupación de Ceuta en 753 (FERHAT, 1993: 61). Como recoge el Rawd al-Qirtas, a al-Qasim se le adjudica Ceuta, Tánger y los territorios de ellas dependientes. Posteriormente se rebelaría contra Muhammad al-Muntasir pero sería vencido por otro de sus hermanos, Umar ibn Idris, a quien, en recompensa por su fidelidad, Muhammad pondría al frente de estos territorios. G. Gozalbes Bustos propone que el traslado estaría relacionado con estos conflictos. Los Banu Isam, aun sometidos en un grado que desconocemos a los Idrisíes, mantuvieron una actitud de latente hostilidad hacia ellos a tenor de las infor13


maciones de ibn Jaldun (GOZALBES BUSTO, 1989: 25) Para Ferhat la aparición de esta dinastía no es un hecho aislado sino que debe ser relacionado con el surgimiento de otros centros (Siyilmasa, Nakur, Aghmat) que se desarrollan a lo largo de rutas comerciales en tanto que el litoral Mediterráneo se dedica a una actividad corsaria que tiene paralelos en la Península, especialmente en Pechina. En su opinión, el reino Idrisí debe ser interpretado más como una confederación de tribus que controlan “ciudades-estado” que como una entidad real, inspirada en la soberanía califal (FERHAT, 1993: 54). Las crónicas han preservado los nombres de cuatro soberanos de la dinastía. A Medyekes le sucede su hijo Isam que, según la estimación de Gozalbes Busto gobernaría entre c 855-880, un momento en el que se conocen distintas hambrunas provocadas por intensas sequías con sus consiguientes episodios de pestes y otras epidemias. Es posible que entonces se produjese la llegada a Ceuta de algunos habitantes de Qalsana, una localidad cercana a la actual Medina Sidonia (Cádiz). Los recién llegados compraron terrenos a los beréberes y edificaron sus viviendas. Al-Bakri no dice más, pero de la versión que ofrece Ibn Idari parece deducirse que levantaron un parapeto, aún visible en su época. La importancia de la ciudad en este periodo es relativa como reflejan las escasas noticias sobre ella y la ausencia de acuñaciones presente en otros centros cercanos como Tánger. A Isam le sucede Modyebber (Modyir para ibn Jaldun, Modyebber para al-Bakri, Muhammad para ibn Idari) y a éste, al-Rida (para al-Bakri e ibn Idari, su hermano; su hijo según ibn Jaldun) durante cuyo reinado la influencia andalusí es patente al indicarse que se siguen los dictados de los fuqaha andalusíes (GOZALBES BUSTO, 1989: 25-28). En este último periodo de los Banu Isam el desarrollo alcanzado por Ceuta era evidente. Así se recoge la noticia, puesta en duda por algunos autores, del paso por Ceuta de al-Husaini que habría enseñado en la ciudad antes de pasar a al-Andalus y habría corregido la orientación de la alqibla de la mezquita aljama, lo que supondría que su construcción era anterior a la conquista Omeya (VALLVÉ, 1962: 403). 14

3. CEUTA OMEYA 319400 H / 9311009 En 319 H (931) las tropas de al-Nasir entran en la ciudad de Ceuta (HITA, VILLADA, 2003). Su interés por el norte de África es consecuencia de sus disputas con los Fatimíes. Pasar al otro lado del Estrecho suponía una medida de seguridad frente a futuras tentativas de éstos de pasar hacia al-Andalus. Ferhat señala que la intervención en Ceuta no fue la primera que se llevó a cabo. Algunos años antes, en el 315 H (927), los ejércitos de al-Nasir habían intervenido en contra del «falso» profeta Hamim, originario de la tribu de los Mayakasa. Si el restablecimiento de la ortodoxia fue el pretexto de la intervención, no cabe duda que con ella se trataba de impedir la consolidación de un reino entre los gumara que pudiera resultar peligroso en su enfrentamiento con los fatimíes (FERHAT, 1993: 63). La conquista califal supuso, en opinión de Ferhat, la creación de una verdadera ciudad con una mezquita, un cadí y unos habitantes conscientes de su identidad (FERHAT, 1993: 63 y ss.). Nos han llegado diversas interpretaciones en torno a la conquista. Según recoge ibn Hayyan, unas justifican la acción de al-Nasir por una petición de los ceutíes, que ya le tenían sujeto el país. Otras, en cambio, atribuyen a éste la traición a los pactos con los Idrisíes. En cualquier caso, la motivación de la conquista radica en la necesidad de hacer frente a la amenaza que suponía la presencia Fatimí en las proximidades de al-Andalus. La intervención en Ceuta se reveló en esos momentos a los ojos del califa como esencial para la propia integridad del Estado Omeya. A partir de ese momento, su puerto se vio potenciado decisivamente y fue utilizado de forma constante por las armas Omeyas para el traslado de ejércitos y pertrechos necesarios para llevar a cabo las diferentes operaciones militares que se desarrollarán, con fortuna diversa, en el Magreb. Junto a este uso militar, se potenciaron los intercambios reflejados en las crónicas por los innumerables envíos de presentes que tendrían el puerto ceutí como uno de los principales puntos de llegada y salida de estos productos. Cabe pensar igualmente que esta situación favorecería el desarrollo de un artesanado local, incipiente hasta estos


momentos, destinado a satisfacer las necesidades derivadas de esta nueva situación. Pero más allá de mero relato de los acontecimientos o del debate sobre las causas de la intervención Omeya, debemos detenernos llegados a este punto en describir lo que sabemos sobre la fisonomía de esa ciudad califal. El geógrafo ibn Hawqal la califica de ciudad agradable, situada a orillas del mar. Tenía jardines y sus aguas la obtenían de pozos situados tanto en el interior como en el exterior. También destaca su puerto y su magnífico coral, aunque no tanto como el de Marsa al-Jaraz. No señala nada sobre sus defensas que no habrían pasado inadvertidas para un firme partidario de los fatimíes. Evidentemente este hecho encuentra su explicación en que la construcción de la fortaleza Omeya aún no habría sido iniciada cuando recoge sus noticias sobre Ceuta. Para la restitución de la fisonomía urbana de la Ceuta califal nuestra principal fuente de información es la descripción redactada por al-Bakri hacia mediados del siglo XI. Autor de origen andalusí, su conocimiento de la orilla africana de la costa del Estrecho procede no sólo de los relatos de comerciantes y viajeros sino que utiliza narraciones anteriores, principalmente la de al-Warraq (904-973). Es por ello que la imagen de Ceuta que nos ofrece se corresponde básicamente con la de la ciudad en el siglo X. Según el testimonio de al-Bakri, Ceuta es una ciudad situada a orillas del mar, en una punta de tierra extendida de Oriente a Occidente, subrayando su carácter peninsular en el que incide poco más adelante al indicar que podrían convertirla en una isla si ensancharan el foso excavado por los antiguos habitantes. Ciudad de notable antigüedad, en ella pervivían restos de edificaciones preislámicas como iglesias y baños. Desde el muro occidental, que da acceso a la ciudad, hasta el extremo de la Península, en la que se levanta una gran montaña –el Yabal al-Mina o Monte Hacho– calcula un espacio de cinco millas en el que la medina ocupa la zona occidental. El agua era traída del arroyo Awiyat, cerca del mar meridional, canalizándola hasta la iglesia que es hoy mezquita. Cuando realiza la descripción de la ruta entre Ceuta y Fez insiste en que: es desde aquí [arroyo Awiyat] que Ilián aprovisionaba de agua a

Ceuta, por medio de un acueducto compuesto de arcadas, alguna de las cuales están aun de pié en los barrancos. Tradicionalmente se identifica esta construcción con el acueducto de Arcos Quebrados. La población se componía de árabes originarios del Yemen y de beréberes de los territorios de Arcila y al-Basra. Junto a ellos debe mencionarse la llegada de población procedente de al-Andalus, de Qalsana, que debieron asentarse en Ceuta en el siglo IX. La afluencia de personajes versados en el Corán a la ciudad le confirió notable relevancia intelectual entre los siglos X y XI. Uno de los principales focos de atención del relato de al-Bakri lo constituyen las fortificaciones de Ceuta de las que ahora nos ocuparemos (HITA, VILLADA, 2004a y 2004b). 4. LA FORTIFICACIÓN OMEYA Tras su conquista en 931 Ceuta mantiene básicamente la estructura fortificada heredada hasta que el califa ordena la construcción de un nuevo recinto amurallado en piedra. Esta iniciativa se enmarca en un proyecto más amplio de consolidación de las defensas ribereñas de las costas andalusíes y magrebíes, consecuencia de la grave amenaza que suponen para los puertos bajo dominio cordobés las acciones de la flota Fatimí (GURRIARÁN, 2004). Esta política de reforzamiento del área del Estrecho se concreta en la creación de una poderosa flota y de nuevas atarazanas (Alcaçer do Sal, Almería, Tortosa, etc.) y en la edificación de una serie de construcciones castrales. Efectivamente, esta amenaza había quedado materializada en el ataque a Almería, datado en torno a 344 H (955), que tan honda repercusión tuvo en Córdoba. El inicio de la construcción en estos momentos de recintos fortificados como los de Tarifa, Estepona, Marbella, Tánger y Ceuta ilustra esta preocupación de al-Nasir por asegurar la defensa de las costas del Estrecho. 4.1. Cronología La fecha de construcción de las defensas ceutíes es conocida. Al-Bakri señala que Ceuta estaba rodeada de una muralla de piedra construida solidamente por al-Nasir. Ibn Idari precisa que en 346 H (957) Abd al-Rahman, preparándose para 15


un posible ataque Fatimí, ordenó equipar muchos barcos y dio instrucciones al gobernador de Ceuta para que construyese un nuevo recinto en piedra. Los trabajos no fueron culminados hasta 351 H (962) reinando ya al-Hakam II al-Mustansir. 4.2. Situación La ubicación de esta fortificación en la zona del istmo no presenta dudas al haberse localizado varios tramos en distintas intervenciones arqueológicas. Desde un punto de vista defensivo el lugar escogido es singular. Los flancos norte y sur aparecen básicamente delimitados por la línea de costa en tanto que hacia el este aparece dominado por las alturas de la Almina y del monte Hacho y al oeste por las de Otero, el Morro de la Viña, etc (Fig. 2). De hecho, Muhammad ibn Abi Amir intentó trasladar la población a una “nueva ciudad” en la cima del monte Hacho, el Yabal al-Mina de las fuentes árabes. El ceutí al-Idrisi es nuestra mejor fuente de información sobre esta iniciativa. En la llanura que corona el monte Hacho, al-Mansur inició la construcción de un nuevo recinto amurallado pero a su muerte en 1002 quedó inacabado. Todavía a mediados del siglo XII sus ruinas, de extraordinaria blancura, podían divisarse desde la orilla norte del Estrecho aunque parcialmente cubiertos de vegetación. Esta información, recogida en el Kitab al-ijtisar y por al-Himyari, se complementa con el dato de que al-Mansur ordenó el empleo de aceite en vez de agua en la mezcla del mortero usado para su construcción a fin de dotarlo de más solidez aún a pesar de su mayor coste. Es de suponer que el amirí al acometer una obra de tal envergadura tendría como objetivo tanto su utilización como instrumento propagandístico destinado a reforzar su propia legitimación política como la búsqueda de una mejor posición estratégica al situar la nueva ciudad en un lugar dominante que pudiese servir de refugio a los suyos ante una revuelta ciudadana o ante un ataque de un enemigo exterior. La construcción de la fortificación de al-Nasir en el istmo debe relacionarse con la propia historia de este lugar. Como dijimos, desde el siglo VII a. C. el lugar había sido ocupado convirtiéndose hacia el cambio de era en una factoría destinada a la 16

transformación de recursos marinos. Los vestigios bajoimperiales y tardoantiguos más significativos proceden de este sector lo que ha llevado a situar en él la fortificación mandada construir por Justiniano I y que habría permitido siglos más tarde a Julián hacer frente a las tropas musulmanas negociando con ellos un acuerdo ventajoso para sus intereses. Este precedente pudo estar en el origen de esta decisión. Esta impresión puede confirmarse a partir del testimonio ya mencionado de al-Bakri cuando señala que sería posible a sus habitantes comunicar la bahía norte con la sur convirtiendo la península en una isla (como efectivamente hicieron los lusitanos en el siglo XVI) y que los “antiguos” habían ya construido un canal en este estrecho con una longitud de dos tiros de flecha. Así, algunos autores han relacionado el tipo de construcción de la cerca califal en su lado oeste, muro, antemuro y foso, con precedentes bizantinos (CHERIF, 1996: 75). 4.3. Organización espacial Los restos de la cerca que mandó construir al-Nasir han sido documentados en distintas intervenciones efectuadas que definen una planta de tendencia rectangular con unas dimensiones de 350 por 200 m (Fig. 3). La arquitectura Omeya empleó frecuentemente, cuando las características del espacio lo permitían, plantas regulares en fundaciones defensivas estatales que han sido relacionadas con una tradición de época clásica. En el caso de Ceuta, en que la fortificación parece tener precedentes clásicos y se construye sobre una zona relativamente llana, la elección de una planta regular parece plenamente justificada al margen de la vocación de manifestar la presencia estatal que, en ocasiones, se ha atribuido a este tipo de plantas. De este modo, la medina ceutí tendría una extensión de aproximadamente siete hectáreas (similar a la de Gibraltar, Elvas, Niebla, etc.). Contrasta este dato con el recogido por al-Bakri quien señala que desde el muro oriental al occidental había una distancia de 2.500 codos, unos 1.175 metros aproximadamente, lo que supone un tamaño sensiblemente mayor que llevaría a situar el flanco oriental de esta cerca aproximadamente a la altura de la actual Plaza de Azcárate (GOZALBES CRAVIOTO, 1988a) o incluso más allá, en la Cortadura del Valle.


Promovidas por el Estado Omeya, estas construcciones guardan entre sí estrechos vínculos ya que, a su misión netamente defensiva, unen un marcado carácter simbólico. Así, ni la elección del material empleado, ni el aparejo constructivo típicamente cordobés, ni la tipología de las planimetrías utilizadas, son fruto del azar. Al margen de su carácter defensivo, estas fortalezas son la concreción material del dominio político Omeya en la zona del Estrecho y ponen de manifiesto su capacidad técnica y económica y su poderío militar. En consecuencia, el recinto fortificado ceutí responde a estos mismos modelos. Dicha cerca siguen el patrón cordobés (desarrollado a partir de época emiral) de ciudad con un alcázar (qasr) en un extremo de la medina con la finalidad de controlar el principal acceso a la misma, tal como vemos en Mérida, Toledo, Sevilla e incluso en la Murcia de nueva fundación (ACIÉN, 1985). Como señala Rosenberger (1998), poseer una ciudad fortificada permite también ejercer una considerable influencia sobre un territorio más o menos extenso y recaudar tributos. A propósito de Ceuta, Ibn Hawqal indica que los beréberes están al exterior de la ciudad, de los cuales se recogen impuestos y contribuciones y también de los beréberes de Marsa Musa (GOZALBES BUSTO, 2002: 271). En este recinto se sitúan los edificios públicos más representativos del poder político (el alcázar) y religioso (la mezquita aljama), la alcaicería, baños y algunas de las residencias de los notables de la ciudad. Flanqueando esta medina se edificaron dos arrabales, uno al este y otro hacia el oeste. El oriental, más antiguo, contó con tres baños y el occidental conformaría el denominado arrabal de Afuera de al-Ansari. En cuanto al arrabal occidental, la información que nos ofrece al-Bakri es muy limitada, siento por tanto su interpretación más compleja. Un episodio del enfrentamiento Omeya-Fatimí acaecido en torno a Ceuta puede arrojar alguna luz sobre la historia de este arrabal. Efectivamente, cuando Bulukkin ibn Ziri cercó Ceuta en 979 pudo divisar desde las colinas cercanas el ejército de al-Mansur acampado al pie de las murallas y el trasiego de embarcaciones cargadas de tropas que atravesaban el Estrecho. Esto le hizo desistir de atacarla y se retiró hacia el sur. De este pasaje

se deduce que posiblemente el arrabal occidental fuera un poco más tardío que el oriental ya que el campamento amirí ocupaba el espacio contiguo al exterior de la muralla occidental. Al-Bakri da cuenta también de la existencia de dos cementerios. Uno sobre la montaña del Hacho (Yabal al-Mina). Otro, que toca el mar de alRamla, al noroeste. La ciudad descrita por al-Bakri, aunque con las lógicas modificaciones debidas al paso de los años, debió mantenerse sustancialmente a lo largo de todo el periodo califal. Quizás el intento de trasladar la población a una nueva ciudad en la cima del Yabal al-Mina pueda ser considerada la mayor alteración a este panorama. 4.4. Los restos materiales. Lienzos y torres de flanqueo El lienzo de la cerca Omeya se encuentra reforzado por torres de planta rectangular, de reducidas dimensiones y macizas. Han sido localizadas cuatro hasta el momento, dos en el frente este y dos en el norte, que presentan unas dimensiones aproximadas de 3 m de frente, adelantándose 1,70 m sobre el lienzo. La distancia entre torres es de alrededor de 20 m. No existen en fortificaciones de este momento unas dimensiones constantes. Así por ejemplo, en el Castillo de Tarifa, con torres de 3,90 x 2 m, con separaciones que oscilan entre 6,80 m y 9,50 m; en tanto que en El Vacar, si se acepta su datación en este momento, la separación entre torres alcanzan los 23,35 m (GURRIARÁN, 2004). El número total de torres es imposible de conocer con seguridad al haberse perdido amplios tramos. Al-Bakri menciona nueve en su frente oeste. Así, si consideramos constantes las dimensiones antes indicadas, podemos estimar un total de 16 en los flancos más largos (el norte y el sur) lo que nos daría un total de unas 46 torres, con un esquema 16-9-16-9. La muralla está construida con sillares de calcarenita, de procedencia alóctona, que forran un núcleo formado bien por cal y canto, bien completamente construidas con sillares, tal como se ha documentado en parte del sector occidental y norte (Láms. 1 y 2). Cabe señalar que este cal y canto en las torres aparece dispuesto en hiladas más o menos regulares de piedras cubiertas por capas de mortero 17


de cal en tanto que en los lienzos la disposición del mampuesto es mucho más desordenada. No se han localizado ejemplos de reaprovechamiento de materiales, salvo que puedan considerarse piezas de acarreo algunos sillares de una de las torres del frente este. Las dimensiones de los sillares utilizados es bastante homogénea con una longitud entre 92 y 99 cm en general, una altura en torno a los 30 cm y un grosor de aproximadamente de 20 cm. En algunos casos se observan sillares de mayores dimensiones (hasta 105 cm de longitud y 40 de altura). La técnica edilicia se basa en el empleo en su alzado de un aparejo a soga y tizón, apareciendo estos últimos por regla general duplicados, aunque también aparecen grupos de tres. Esta disposición, cuando el núcleo es de cal y canto, se da únicamente en las zonas visibles. Al exterior, cubriendo los sillares, se han conservado restos de un mortero de cal aunque es imposible determinar si es contemporáneo al levantamiento de la cerca o un añadido posterior. Debe destacarse el conocimiento del oficio de sus constructores que se manifiesta en el perfecto encaje de los sillares que forran la muralla formando hiladas perfectamente horizontales y muy bien aparejadas, prácticamente a hueso. En ocasiones observamos algunos recalzos y reparaciones que en su mayoría consideramos deben ser posteriores al momento de su construcción. No cabe duda que tratándose de construcciones promovidas por el Estado Omeya, el seguimiento de las obras de fortificación se realizaría con mayor interés. En cualquier caso lo que queda patente es el uso de un mismo lenguaje arquitectónico y la participación de personal especializado. Interesante a este respecto el testimonio de ibn Hayyan que refiere cómo Abd al-Rahman III envió a cierto aliado norteafricano para erigir una fortificación a su protoarquitecto, con treinta albañiles, diez carpinteros, quince cavadores, seis hábiles caleros y dos estereros, escogidos entre los más hábiles de su profesión, acompañados de cierto número de herramientas y accesorios para los trabajos que ejercían (IBN HAYYAN, 1981: 290). Han sido documentados diversos tipos de cimentación. En algunos casos son colocados sillares a tizón, ligeramente adelantados respecto al lienzo, en una disposición que recuerda algún otro recin18

to castral, como por ejemplo el Castillo de Tarifa (GURRIARÁN, 2004: 305). En otros se empleó un núcleo de cal y canto vertido en la zanja de cimentación, en la que al parecer pudo emplearse algún encofrado de madera. Por último, en la puerta de acceso localizada en el frente oeste la cimentación consiste en una zapata de sillares dispuestos a soga y tizón, muy bien trabajados (Lám. 3). Sobre esta zapata, o andén, los sillares se disponen a tizón en la mayoría de los casos. Por último, hemos de señalar un cuarto tipo de fábrica caracterizada por la presencia de cajas limitadas por sillares atizonados, que describen espacios de 60 x 40 cm rellenos de mampostería. Desconocemos la altura total de los lienzos pues no han sido conservados íntegramente en ningún punto. No obstante, en el sector occidental la altura del tramo conservado supera los nueve metros. En este sector pudimos comprobar la existencia de un remate de la misma formado por un triple listel o cordón que parece marcar la zona alta de los lienzos. Aunque no se conserva, el muro debió rematar en un parapeto almenado que protegería un paso de ronda. Así se desprende de la información disponible sobre la construcción de la muralla renacentista, que utilizó a modo de encofrado perdido la cerca medieval de la que fueron demolidas las almenas que la orlaban, así como del documento publicado por R. Ricard del proyecto de Benedito de Rávena (RICARD, 1947). La construcción de esta muralla debió constituir un esfuerzo de considerables proporciones. Estimando una media de unos 6 sillares para cubrir un metro cuadrado de superficie y suponiendo una altura media de unos ocho metros y un perímetro (incluyendo las corachas y la Dar al-Imara) de al menos 1.100 metros harían falta unos 52.800 sillares. Pero esta cifra debió ser mayor si tomamos en cuenta las pérdidas provocadas por roturas accidentales, la existencia de amplios tramos dispuestos a tizón y de otros construidos íntegramente con sillares, que requieren un mayor número de piedras trabajadas por lo que una cifra cercana a los 60.000 parece más apropiada. Empresas como esta, a lo que se uniría el costo del trasiego de contingentes militares, exenciones fiscales a los habitantes de la zona, las dádivas a las aristocracias locales norteafricanas como forma de


clientela, etc.; hacían que la intervención en el Magrib al-Aqsa se viera en los anales palatinos de los Omeyas cordobeses como una carga insoportable de gastos inasumibles (IBN HAYYAN, 1981: 225226). 4.4.1. Frente occidental Según al-Bakri el lienzo occidental, por el que se ingresaba a la medina, estaba provisto de nueve torres abriéndose en la central la puerta principal (GOZALBES CRAVIOTO, 1988b; PAVÓN, 1996). Delante de este muro se extendía otro, la sitara, bastante más bajo aunque con altura suficiente para proteger a un hombre. Por delante de éste se dispuso un foso grande y profundo que permitiría mediante una pequeña adecuación, como indicamos, hacer pasar las aguas del mar de una a otra bahía con lo que la península ceutí se transformaría en una isla completamente separada del continente. Para cruzarlo se colocaba un puente de madera delante del cual había un cementerio, un jardín y algunos pozos. Este frente occidental suponía una cesura desde el punto de vista de la concepción espacial de la ciudad, en tanto que se constituye en el principal elemento de control y defensa del acceso a la misma. Su importancia se aprecia en la atención dedicada al mismo por al-Bakri, en su perduración a lo largo de los siglos y en sus características arquitectónicas (puerta monumental, decoración, etc.). Dos tramos de este lienzo han sido identificados. El primero (LO1) está situado en el acceso al interior del Baluarte de la Coraza (Fig. 4). En la bóveda del siglo XVI se abre un hueco rectangular de unos nueve metros y medio de altura conservada. Uno de los frentes de este vano corresponde a un tramo de cortina de la cerca Omeya, con el típico aparejo de soga y tizones que en la zona superior se remata con tres cordones paralelos, dispuestos horizontalmente (Lám. 1). En este punto el espesor de la muralla es de aproximadamente un metro y medio. El segundo se encuentra en la zona central del flanco occidental (Fig. 5). Corresponde a un lienzo (LO2) con una altura conservada de al menos siete metros y trece de recorrido visible. El muro se adelanta en la zona en la que se abre una puerta (PO1), de acceso directo o en codo simple, y quie-

bra nuevamente tras ella hacia el oeste en ángulo recto, hasta empotrarse en el trasdós de la cortina de la Muralla Real. Su continuación ha sido localizada a unos 5,50 m al sur de este punto, habiéndose documentado en una longitud de 1,40 m, hasta perderse nuevamente en las fábricas más recientes. El motivo de este cambio en el trazado del lienzo Omeya es la existencia de una estructura preexistente, datable entre finales de la Antigüedad Tardía y la conquista Omeya, a la que se adosa la cerca califal, quedando ese recinto incorporando al interior del espacio fortificado. Al parecer, aún en la primera del siglo XVIII parte de este frente occidental, así como una de sus puertas (quizá la misma que nos ocupa), eran aún visibles según se desprende de la descripción que realiza A. Correa de Franca, que señala: dentro de la ciudad lucían fábricas de majestuosa arquitectura, mezquitas, colegios y palacios, muchas y hermosas torres y vn alcázar o castillo, de que al presente permanece vna puerta y lienzo de muralla, a que están arrimados los cuarteles, el granero o sillero en la plaza principal. También tenía para abrigo de las embarcaciones dárzena y pequeño muelle (CORREA, 1999: 107). La construcción de unos cuarteles a prueba de bomba, que demolieron parte de los lienzos u otras modificaciones de épocas más recientes, impiden poder determinar con certeza su estructura primitiva, aunque todo apunta a que posiblemente se tratara de una puerta en codo simple. Las dos hojas de la puerta, que giraban sobre mochetas, abren hacia el interior. Traspasado el arco de herradura el primer tramo tiene forma aproximadamente cuadrangular (2,70 m de lado). Está cubierto actualmente por una bóveda de arista rebajada, sostenida en cuatro soportes a modo de pechinas algo modificadas. A partir de ahí, el segundo tramo del codo aparece ligeramente oblicuo en la pared conservada, estando cubierto por una bóveda de cañón rebajada. Posteriores remodelaciones transformarían la puerta hasta convertir el acceso en un doble recodo, al añadir una nueva torre al interior. El elemento más destacado de la puerta es sin duda su arco exterior (Lám. 2). Ha sido modificado por posteriores remodelaciones que han desfigurado su aspecto original. El estudio realizado 19


permite realizar una aproximación a su estado en el siglo X (Fig. 6). Presentaba originalmente una rosca ultrasemicircular, aunque han sido eliminados hoy los arranques de su intradós. El vano tenía una anchura de 2,10 m aproximadamente y una altura total de algo más de 4 m. Las roscas aparecen descentradas como es habitual en puertas de este periodo (Fig. 7). La rosca del arco presenta 15 dovelas enjarjadas, finas y largas, sobre las que se ha conservado un enlucido de muy buena calidad con restos de pintura roja que formarían su primitiva decoración. Este arco se encuentra adelantado respecto al lienzo formando una caja de unos 80 cm de anchura. El alfiz que enmarca el arco se construyó en piedra, sobresaliendo unos centímetros sobre el plano de la puerta; y se proyecta sobre el lienzo que quiebra a la derecha, en una solución para la que no hemos encontrado paralelos en construcciones de este periodo. En las albanegas se conservan restos de decoración en rojo, sin que su actual estado de conservación permita restituir el motivo decorativo, muy complejo. que las ornaba. Sobre el alfiz un hueco debe corresponder a una placa conmemorativa, hoy perdida. La situación de las dos puertas del frente occidental, una de ingreso a la Dar al-Imara a través de la torre de Sabec, y otra a la medina, pero contigua al alcázar, parece reflejar el interés del Estado Omeya por ejercer un estricto control sobre el acceso a este espacio. Su simbolismo resulta evidente, ya que como señala Mazzoli: la puerta sirve también para separar dos modos de vida diferentes y anuncia, a quien pasa por ella, que va a penetrar en un mundo distinto del que acaba de recorrer. A este respecto, la puerta no puede sino recordar la naturaleza de la sociedad que vive protegida por la alcazaba y tiende a representar el fasto del poder (MAZZOLI, 2000: 148). Los sillares de las zonas inferiores fueron arrancados posiblemente durante la construcción de la muralla renacentista para ser reaprovechados en las obras emprendidas. Queda así al descubierto el núcleo central de la muralla Omeya desprovisto de su forro de sillares. El excelente estado de conservación de estos lienzos se explica por el proceso de construcción de 20

las murallas renacentistas, levantadas a mediados del siglo XVI según proyecto de Miguel de Arruda y Benedito de Rávena. Se acometió entonces la construcción de un foso navegable que se abriría ensanchando el existente en época medieval y que destruiría todo resto de la barbacana. Los muros de la Muralla Real fueron construidos en talud, lo que hace que a medida que se elevan se aproximen a la cerca Omeya. Ésta fue utilizada a modo de encofrado perdido para dar mayor grosor a la muralla de acuerdo con las necesidades defensivas provocadas por el desarrollo de la pirobalística. Alcanzada la cota de suelo de la puerta (PO1) se instaló un puente, posiblemente de madera, que permitiese el acceso desde el continente y se siguió avanzando en la construcción, quedando entre ambas murallas un pasillo de unos dos metros de anchura. Este espacio fue cegado con tierras y escombros procedentes de la demolición del pretil y merlatura de la muralla islámica, salvo en la zona de la puerta califal (PO1). Así, la puerta acabó transformándose en este momento hasta convertirse en un acceso en triple recodo. En el frente de la cortina de la Muralla Real quedó abierto un vano, o puerta, en la muralla lusa, cuya traza es aún apreciable, que fue cegado posteriormente. Este tipo de construcción permite suponer que los lienzos medievales se conservan en bastante buen estado ocultos por los muros construidos por los portugueses. Otro acceso en este frente occidental es mencionado por al-Bakri. En la torre de Sabec se abriría una nueva puerta que daría acceso directamente al alcázar. El camino que llevaría a esa puerta parece poder distinguirse en el grabado de Ceuta publicado en el Civitates Orbis Terrarum. 4.4.2. Frente norte (Láms. 4 y 5) La imagen del Civitates presenta el frente norte de la ciudad rodeado de murallas almenadas reforzadas por torres cuadrangulares. En su extremo occidental aparece el alcázar, con muros de mayor altura, y dos corachas. La situada a occidente remata en una torre y debe proteger una entrada. La otra, muestra un lienzo perpendicular al muro principal que quiebra en ángulo recto en su extremo para proteger otra puerta, con arco de medio punto, y prácticamente a la orilla del mar que se abre en el lienzo intermedio entre ambas corachas.


H. Terrase publicó hace décadas la descripción de una torre y lienzo en la esquina noroccidental del recinto (TERRASE, 1962). Estos elementos pronto quedaron ocultos por la construcción del Club de Actividades Subacuáticas de Ceuta. Sólo en fechas recientes (octubre de 2003) se han puesto de nuevo al descubierto, permitiendo identificar algunos tramos que no fueron publicados por el investigador francés. Los elementos que perduran de la cerca califal en este sector están compuestos por dos torres y parte del lienzo que discurre entre ellas. Su estado de conservación es regular y han sufrido diversas reparaciones que han desvirtuado en parte su aspecto. Los restos identificados por Terrase eran una torre (TN1) y un lienzo (LN1-2) situado al este de la misma. El tramo occidental de la torre se encuentra enmascarado por el adosamiento de una nueva fábrica que formaba parte del Baluarte de los Mallorquines. El lienzo (LN1-2) que discurre hacia oriente conecta con otra torre desconocida hasta ahora (TN2), de alrededor de 3 m de frente, a la que se adosó en su costado izquierdo una nueva construcción a fin de hacer más ancha la misma. Una intervención desarrollada en 2004 en la Puerta de Santa María permitió exhumar esta torre (TN2) y parte de un nuevo lienzo (LN2-3) de la cerca, conservado hasta la mencionada Puerta. La altura conservada de la torre (TN2) es de unos cuatro metros. El material y aparejo constructivo de estos tramos es similar al descrito. La excavación del interior del Baluarte de los Mallorquines permitió poner al descubierto un nuevo lienzo de la cerca Omeya y alguna construcción, sin funcionalidad conocida, adosada a éste, muy adelantado sobre el lienzo principal y paralelo a su trazado (Lám. 4). Proponemos como hipótesis su identificación con una de las corachas que aparece en el grabado del Civitates Orbis Terrarum y que tenían como función proteger el acceso por mar. En este caso su técnica edilicia denota su importancia, pues en su construcción sólo se emplearon sillares sin existir un núcleo de calicanto.

tal (FERNÁNDEZ, 2004). En este caso se trata de un lienzo de más de 45 m (LE1-2) con dos torres (TE1 y TE2). Este tramo apoya parte de su recorrido sobre el antiguo muro de cierre de la factoría de salazón romana (HITA, VILLADA, 2004a: 40-42). Según informaciones orales, a unos diecisiete metros al norte de la última torre conservada en la actualidad, apareció otra torre de similares características y dimensiones durante las obras de urbanización del Paseo Alcalde Antonio L. Sánchez-Prado, que no pudo ser documentada. Del mismo modo puede señalarse que, con ocasión de la apertura de una zanja, en la calle Jaúdenes, al sur del tramo conservado, pudo constatarse vestigios de la muralla ya muy deteriorada. Efectivamente, la cerca sigue la pendiente natural, y a medida que nos aproximamos al sur, se encuentra peor conservada por elevarse la cota del terreno. Como indica al-Bakri, el tramo oriental y el situado al norte descienden gradualmente hacia los terrenos más bajos. Adaptándose al desnivel del terreno, como hemos señalado, la cerca presenta una cimentación por tramos descendentes de sur a norte. Además de dicho buzamiento con orientación sur-norte se observa una sustancial diferencia de cota del interior del recinto murado respecto al exterior. Ello ocasionó que el alzado conservado de la muralla en su cara interna en realidad estuviese oculto. De ahí el uso de un aparejo mediante caja de sillares. La torre (TE2) sufrió numerosas reformas que se evidencian por la presencia en su forro de sillares de distinta naturaleza y dimensiones a los de la cerca original. De estos, dos sillares presentan marcas incisas con motivos geométricos (flecha) y epigráficos con caracteres latinos.

4.4.3. Frente oriental (Lám. 6)

El aumento de las actividades arqueológicas preventivas en la ciudad en los últimos años ha tenido como consecuencia un aumento cuantitativo

Un nuevo tramo, de similar factura a los descritos, fue descubierto hace años en el sector orien-

4.4.4. Frente sur Señala al-Bakri que el muro meridional discurría por la cresta de un terreno elevado. Ningún resto de este frente ha sido identificado hasta el momento. 5. EL POBLAMIENTO DE CEUTA ENTRE LOS SIGLOS IX Y X A TRAVÉS DEL ESTUDIO DE LA CERÁMICA

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y cualitativo del registro arqueológico disponible sobre este periodo inédito hasta ese momento. A continuación se presentan y analizan estas nuevas evidencias recuperadas y se retoman otras ya conocidas con la intención de proponer una hipótesis de la evolución urbana de Ceuta entre los siglos IX-X. 5.1. El ámbito del Istmo 5.1.1. Excavación de la Basílica Tardorromana Hace unos años se publicó un detallado estudio del relleno de un silo localizado en las cercanías de la Basílica Tardorromana. Se trata de una excavación en la roca natural, de forma acampanada, amortizada como basurero. En este estudio se incluye un lote de 141 piezas cerámicas de época califal en muy buen estado de conservación lo que ha permitido reconstruir un buen número de perfiles. Se trata de un conjunto de gran valor para conocer la secuencia del yacimiento ceutí y en general los ajuares propios de los siglos X-XI en el norte de África (FERNÁNDEZ, 2001). Destaca tanto la representación de cerámicas de cocina, que entre ollas y cazuelas suponen casi la mitad de la muestra, como el significativo número de ataifores, que llega a un 20% del total, algunos con cuidadas decoraciones en verde y manganeso. Asimismo debe mencionarse la presencia de un buen conjunto de candiles (16%), jarros-as/jarritos-as (16%) y dos tazas. La fecha de formación de este depósito, por su comparación con los conjuntos de Salud Tejero y Solís 5, así como con los más recientes hallazgos de Real 14, se podría concretar en momentos plenos del siglo X inicios del XI, en línea con lo que propone el autor del hallazgo (FERNÁNDEZ, 2001: 11). 5.1.2. La intervención del Paseo de las Palmeras Nos encontramos ante la única excavación del Istmo publicada que ha constatado restos edilicios de la ocupación intramuros de la medina califal (BERNAL, PÉREZ, 1999: 113). En diversos sondeos realizados en este solar ubicado en la franja norte del Istmo se ha constatado una secuencia que arranca de época romana. Se han documentado también la existencia de niveles 22

de época bizantina y una importante secuencia estratigráfica alto y bajomedieval. Resulta especialmente interesante observar cómo los restos de época califal apoyan directamente sobre los muros que delimitaban una antigua factoría de salazones, habiéndose colmatado intencionadamente algunas piletas romanas como paso previo al nuevo momento de urbanización. Esto indica que dichas estructuras estaban a la vista en el momento que se acomete la construcción de esta nueva medina. Esta situación no es extraña a otras medinas coetáneas y así podemos recordar que en Málaga son utilizadas piletas romanas como vertederos de desechos de alfar a finales del siglo IX-inicios del X en Calle Especerías (ÍÑIGUEZ, MAYORGA, 1993). Con respecto a la cerámica localizada, destaca su semejanza con conjuntos más amplios de ámbitos cercanos como el de la propia Basílica, no quedando dudas para proponer la formación de estos depósitos, como muy tarde, en momentos avanzados del siglo X o principios del siglo XI. 5.1.3. Las fosas altomedievales de la excavación de la Plaza de la Catedral En 2005 se concluyeron los trabajos de excavación de una de las Plazas que se ubican en los aledaños de la Catedral de Ceuta. A pesar de localizarse el geológico en algunos sectores prácticamente emergente se conservaban en buen estado restos correspondientes al siglo VII a. C. Las evidencias de ocupación de otros periodos históricos eran una serie de fosas que rompían los niveles antes citados y se insertaban en el geológico de base. Se trata de substrucciones de diversa naturaleza: osarios contemporáneos, basureros de época portuguesa, tumbas medievales, y otras que interpretamos como indicios de expolio de material constructivo, cuya posterior amortización nos permite pensar, en función de las cerámicas recuperadas, que se llevaron a cabo en época altomedieval. El material arqueológico recuperado es escaso y bastante homogéneo. Consiste esencialmente en restos de material de construcción (tejas), cerámica residual de época tardoantigua (siglos VI-VII d.C.) y fragmentos de piezas correspondientes a ajuares domésticos de tipología altomedieval.


Dentro de este último grupo de cerámicas destaca porcentualmente la presencia de los jarritos-as. Se trata de piezas elaboradas a torno, pastas bizcochadas, cocción oxidante con desgrasantes con esquistos y mica, cuerpos globulares, fondos planos, cuellos cilíndricos, y decoración consistente en algún trazo de pintura roja en sentido horizontal y un trozo de cuerpo con engobe de manganeso. Los labios son redondeados, engrosados o apuntados, y un asa conservada arranca del borde. Junto a las jarritas se conserva algún fragmento de jarro o jarra, con bordes vueltos, trilobulados y algún fondo umbilicado. Otras series están representadas en menor medida. Se documentaron un fragmento de alcadafe, elaborado a torno y con un grueso cordón digitado, así como dos fragmentos de candiles pertenecientes a una cazoleta y a una piquera. Para preparación de alimentos contamos con un fragmento de cazuela de paredes de tendencia cóncava y borde vuelto, elaborada a torno, que corresponde al tipo más abundante en los conjuntos fechados en los siglos IX y X en la ciudad. La muestra recuperada está formada por un total de unos 40 fragmentos cerámicos. Sus características permiten datar la formación del depósito en momentos avanzados del siglo IX o inicios del siglo X aunque con las reservas propias derivadas del escaso volumen de material recuperado. En este sentido, resulta significativa la ausencia de piezas vidriadas, el dominio del grupo jarros-as/jarritos-as y su tipología antigua, las decoraciones con trazos de óxido de hierro, así como la presencia de piezas como los alcadafes con cordones digitados y de la cazuela antes descrita. Se trata de piezas bien fechadas en otros yacimientos cercanos como Málaga donde se fechan en momentos avanzados del siglo IX (ACIÉN et al., 2003: 429). 5.1.4. Intervención en la C/ Victori Goñalons Se trata de una intervención arqueológica muy reciente y aún en proceso de estudio. En ella debe destacarse la presencia de algunos niveles datables en torno a fines del siglo IX y primera mitad del X, que pudieran reflejar una continuidad en el poblamiento anterior a la conquista Omeya.

5.2. EL SECTOR DE LA ALMINA Hasta fechas muy recientes, los trabajos arqueológicos llevados a cabo en la Almina mostraban sobre todo evidencias de la ocupación de este sector en época bajomedieval. En este sentido puede señalarse la documentación de amplias áreas de habitación, entre las que destaca la zona de Huerta Rufino, restos de unos baños, diversas necrópolis y una serie de silos colmatados en última época islámica. Pero el hallazgo puntual de alguna fosa excavada en el subsuelo con relleno de cerámicas califales había llamado la atención sobre la existencia de una ocupación más antigua en este ámbito (FERNÁNDEZ, 1988). 5.2.1. Las intervenciones en Salud Tejero y Solís 6 Concretamente, en los solares de Salud Tejero y Solís 6 se pudieron aislar unos conjuntos cerámicos que colmataban, respectivamente, un pozo y un silo. Fernández Sotelo indica que Salud Tejero: proporcionó un magnífico lote de cerámicas: platos vidriados y decorados, jarras con y sin vedrío, cuencos y abundantes fragmentos con decoración de verdugones, entre los que cabe destacar una vasija fragmentada y reconstruida en su totalidad, y una pequeña redoma sin gollete. Al mismo tiempo se recuperaron dieciocho candiles del Tipo II.2 y otros cuatro del Tipo II.5 (FERNÁNDEZ, 1988: 90). Con respecto a Solís 6, el autor señala lo siguiente: es la confirmación de Salud-Tejero. Existe una plena identificación entre los materiales hallados en ambos solares. Todos los candiles recuperados son del tipo II sin excepción (FERNÁNDEZ, 1988: 90). Ambos depósitos, por su semejanza, se fecharon dentro de los siglos X-XI, es decir, pertenecientes a los últimos años del califato e inmediatamente posteriores... (FERNÁNDEZ, 1988: 56). Quizás hoy podríamos precisar algo más esta cronología gracias a su comparación con conjuntos bien fechados y recientemente investigados como Cercadilla (FUERTES, 2002). Así, podría plantearse una datación correspondiente a plenos momentos califales, de la segunda mitad del siglo X y principios del siglo XI. No obstante, debe men23


cionarse la existencia de un par de jarritos en estos conjuntos, vidriados en verde y achocolatado, con decoraciones incisas bajo cubierta, que se corresponden con piezas de clara tradición emiral, probablemente producciones de Málaga o Pechina, que debieron fabricarse en el último tercio del siglo IX. Los excavadores del asentamiento de Nakur (ACIEN et al., 1999: 52) tras la comparativa realizada de las producciones de este yacimiento norteafricano con los conjuntos de Solís y Salud Tejero, apuntan que: entre los posibles paralelos norteafricanos, tenemos el caso de la ciudad de Ceuta....donde se dan formas diferentes y otras más parecidas (marmitas globulares con borde exciso, digitados y mamelón, cazuelas de paredes divergentes con banda digitada, marmitas globulares de pequeño tamaño...trazos incisos en sentido diagonal, pequeños mamelones cónicos. Después de comparar las cerámicas a mano de Nakur con los conjuntos norteafricanos y peninsulares, concluyen que: se puede inferir una cierta unidad a un lado y otro del Estrecho durante la Antigüedad y la Alta Edad Media (ACIÉN et al. 1996: 52). Por nuestra parte y siguiendo la opinión de los mencionados autores, destacamos la relación de los conjuntos de Salud Tejero y Solís con Nakur en algunos aspectos. Pero a su vez resaltamos dentro de la semejanza ciertas particularidades que nos permiten proponer la existencia de contextos relativamente homogéneos pero con su propia personalidad. 5.2.2. Fructuoso Miaja (Figs. 8-10 y 13a) Aparte de esta información, no es hasta 2005, cuando diversas actuaciones arqueológicas preventivas (Fructuoso Miaja y Real 14) han posibilitado aislar una serie de estratos consistentes en rellenos de fosas excavadas en el terreno natural que pueden ser fechados entre los siglos IX y X d.C. Uno de ellos, el localizado en la calle Fructuoso Miaja, es el que puede ser considerado como más antiguo. Su localización fue consecuencia de los trabajos de excavación arqueológica asociados a la mejora de la red de abastecimiento de aguas de la ciudad. Se pudo documentar el fondo de una de estas estructuras, con apenas 30 cm de relleno. El resto había sido destruido por una conducción 24

contemporánea. Sobre esta fase se localizaron una serie de inhumaciones, entre cuyo relleno terrígeno se localizó escaso material cerámico que pudo ser fechado, genéricamente, en época bajomedieval (siglos XIII-XIV). En el posible silo localizado en Calle Fructuoso Miaja se ha excavado un estrato correspondiente a su definitiva amortización como basurero. Se han recuperado 135 fragmentos cerámicos que han permitido restituir perfiles correspondientes a 26 piezas. A pesar del reducido número de individuos recuperados resulta muy significativo como podremos ver a continuación. El primer hecho a destacar es la presencia abrumadora de dos grupos funcionales: los contenedores de líquidos/servicio de mesa (jarros-as / jarritosas) y la cerámica de cocina (ollas y cazuelas), que suponen entre ambas un 80,6% de la muestra. El resto de las piezas adscribibles a otros grupos son tinajas (7,6%), candiles (7,6%) y un ataifor (3,8%). Desde el punto de vista tecnológico, se ha podido caracterizar macroscópicamente dos grupos de producciones definidas por su técnica de elaboración, tipo de pastas utilizado y cocción a las que fueron sometidas las piezas. Por un lado, contamos con las elaboradas a mano o torneta y cocidas en un ambiente reductor. Se constata en el 50% de las ollas, las cazuelas, cerámicas de almacenamiento (tinajas). El núcleo de las pastas es siempre gris y se observa una tonalidad anaranjada exterior en bastantes ejemplares consecuencia de su cocción en hornos muy elementales, con predominio de atmósferas reductoras y aperturas en la fase final de la cocción que dan lugar a oxidaciones superficiales. Los desgrasantes son de mayor tamaño que en el resto de las piezas. Sólo un jarrito-a elaborado a torno presenta características similares. El resto de las piezas elaboradas a torno rápido presentan cocciones en ambientes oxidantes. Las pastas son más depuradas y finas con desgrasantes en algunos casos imperceptibles. Su cocción se realiza a temperaturas más elevadas. En este grupo se incluyen jarras-os, jarritas-os, las ollas restantes, el ataifor y los candiles. En cuanto al tratamiento exterior de las piezas contamos con un único fragmento vidriado (3,8% del total). Se trata de una forma abierta, un ataifor


o jofaina. Presenta melado exterior e interior, y una fina línea de manganeso. • Cerámica de cocina – Serie olla La cerámica de cocina está constituida por 6 individuos, que forman dos grupos bien diferenciados tanto tecnológica como tipológicamente. Suponen un 23,07% del total de la muestra. Por un lado, se identifican tres ollas con cuerpo globular, sin cuello, con borde vuelto, y labio redondeado (TIPO 1). Una de ellas tiene una ligera pestaña al final del borde, cerca del cuerpo. Estas piezas están elaboradas a torno. Fueron sometidas a cocciones oxidantes que determinaron su color anaranjado rojizo. En cuanto a los desgrasantes son frecuentes los nódulos de cal y en menor proporción la presencia de esquistos y mica dorada. El otro grupo de ollas, al que se pueden asociar los otros tres individuos, presenta marcadas diferencias con el anterior: tiene paredes verticales, ligeramente exvasadas, y labio redondeado. Presentan decoración a base de mamelones, de diverso tamaño, alguno con incisiones verticales (TIPO 2). Como ya avanzábamos, es muy llamativa su diferencia tecnológica con el grupo anterior. Están elaboradas a mano, o quizás torneta, en un caso. Las cocciones son reductoras con acabados oxidantes y se advierte la existencia de desgrasantes de mayor tamaño, destacando la presencia de nódulos de esquistos, mica dorada y granos de cuarzo. Sobre las superficies son habituales ennegrecimientos producidos por el uso, que en muchos casos llega al borde, lo que a veces ha sido asociado con su uso en hogares excavados en el suelo y la consecuente ausencia de anafres. – Serie cazuela Constatamos dos fragmentos de cazuela que suponen un 7,6% de la muestra. Se trata de piezas con fondo plano, paredes rectas con tendencia entrante y labio redondeado o apuntado. En un caso se observa decoración a base de pequeños mamelones bajo el borde. Están realizadas a mano, y presentan cocción reductora con ambiente final oxidante. La pasta no es depurada, con núcleo marrón oscuro, y superficie exterior más clara. El desgrasante es frecuente,

de diverso tamaño y naturaleza (cuarzo, esquisto, mica). • Servicio de mesa – Serie jarrito-a Se han conseguido identificar 10 individuos, que suponen un 38,46% del total, siendo, con diferencia, el grupo más numeroso. Destacamos un jarrito del que se conserva el fondo, parte del cuerpo y el arranque de un asa. Las paredes son rectas, algo entrantes, y presenta un chaflán que conecta con el fondo plano. El asa arranca cerca de la base y a partir de ella se observan en el cuerpo una serie de estrías muy bien definidas. Esta pieza es muy característica de contextos emirales, aunque en muchos casos se presenta vidriada. A pesar de lo deteriorado del resto de los fragmentos conservados, destacamos una gran variedad de perfiles lo que da la idea de un grupo poco homogéneo. Con respecto a los cuellos, se observan perfiles exvasados (algunos casi cóncavos), rectos o ligeramente invasados. Los primeros son dominantes, suponen un 60% del total, siendo el resto invasados o rectos, en la misma proporción. Se fabrican sistemáticamente a torno, con pastas depuradas, desgrasantes finos (esquisto, mica, cuarzo y nódulos de hierro o cal) y cocciones homogéneas, destacando las tonalidades claras en las superficies (beige o anaranjada). Sólo una pieza presenta indicios de cocción reductora con acabado oxidante. Las piezas contienen cierta variabilidad en los bordes, cuellos con tendencia cilíndrica, cuerpos abombados, en algunos casos bien diferenciados del cuello por una marcada carena. Las asas, con sección ovalada, suelen arrancar bajo el borde. Los fondos son planos. Se marcan las huellas del torno en los galbos, que dan a las piezas un aspecto acanalado. La decoración suele consistir en pequeñas series de incisiones en sentido vertical y estrías en el cuerpo en un jarrito. • Servicios de iluminación – Serie candil Sólo contamos con fragmentos que se pueden asociar a dos piezas (7,6%). Son bizcochados. Las 25


cocciones, oxidantes que dan lugar a tonalidades pajizas o anaranjadas. El desgrasante es fino y variado (esquisto, cal y mica). Una de las piezas, bien conservada, presenta la piquera con forma de “U” y remate ojival. Su longitud es semejante al diámetro de la cazoleta. En esta última, que presenta perfil troncocónico, se conserva el arranque del asa, el inicio del gollete y una marcada pestaña que la contornea al exterior. • Contenedores para transporte y almacenaje – Serie jarro-a Supone un 15,3% del total, lo que hace de ella la tercera con mayor representación dentro del conjunto. Las técnicas de elaboración de esta serie son semejantes a las descritas para jarritas-os. Las piezas están elaboradas a torno, a menudo con las huellas marcadas al exterior que le confieren un aspecto acanalado. Se observa dominio de cocciones oxidantes homogéneas que provoca tonalidades claras (beige, anaranjada). Sólo se conserva un borde exvasado, con labio apuntado, del que parte un asa con sección lenticular. Los fondos son de tipo umbilicado o de fondo plano. – Serie tinaja Esta serie supone un 7,6% dentro del conjunto cerámico. De tamaño medio, se fabrican previsiblemente a mano o torneta, con acabados alisados. Presentan cocción reductora. El desgrasante, consistente en nódulos de cuarzo y mica dorada, es abundante. El borde es recto, con labio engrosado, resaltado al exterior. Sobre el resalte se sitúa una serie de digitaciones. Se conservan un par de fragmentos de galbos que podrían corresponder a la misma pieza. Presentan restos de dos cordones digitados. Uno de ellos remata en dos mamelones. El otro presenta otro cordón en forma de “U” que se le adosa por abajo. Recuerda mucho a alguna pieza asociada a los niveles medievales del teatro de Cartagena (MURCIA, MARTÍNEZ, 2004: 198). 26

– Serie ataifor Sólo se conserva un fragmento de cuerpo, quizás parte de un fondo plano. Presenta vedrío interior y exterior melado, con una fina línea de manganeso. La pasta es muy depurada, desgrasante imperceptible y tonalidad rosácea. Valoración cronológica del depósito de Fructuoso Miaja Debe indicarse, en primer lugar, que la presencia de cerámica vidriada es escasísima (3,8%) lo que contrasta vivamente con conjuntos del siglo X, como son los de Real 14 o Basílica Tardorromana. La escasa presencia de cerámica vidriada está bien constatada en Córdoba, Mérida o el Tolmo de Minateda (Albacete) (horizonte IIIb) en plena época emiral. Se observa asimismo una escasa diversidad de series, propia de conjuntos fechados en pleno siglo IX, como Morón de la Frontera (Sevilla) o Marroquíes Bajos (Jaén) (fase II b). Cabe señalar que las más representadas son los jarritos-jarros (53,76%) y las ollas (23,07%) que juntos suponen un 76% de la muestra. Con respecto al grupo de los jarritos-as es probable que sólo contemos con los primeros, circunstancia que no podemos confirmar por lo fracturado de las piezas. Aún así, sí tenemos un claro ejemplo de jarrito típico del siglo IX, bien documentado en Pechina, Málaga y Cartagena. El resto del grupo presenta una gran variedad tipológica que resulta también habitual en esta centuria, tendiendo a homogeneizarse con el paso del tiempo. Destaca la presencia de carenas muy angulosas que definen cuerpos con poco desarrollo con respecto a los cuellos, aspecto propio de esta serie en época emiral (ACIÉN et al., 2003: 422) Debe señalarse además que dentro de las jarras aparecen fondos umbilicados, documentados en una jarra de Morón (ACIÉN et al., 2003. 450), Pechina (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 1099), en Mérida, dentro de la fase emiral (siglo IX) (ALBA, FEIJOO, 2003: 498) y Algeciras, dentro de ámbitos cronológicos emirales. En el norte de África están presentes en Melilla y Sabra alMansuriyya (Túnez) en contextos fechados entre los siglos IX-X (SALADO, SUÁREZ, NAVARRO:


2005: 99). Piezas como ésta parece que, al menos en Ceuta, perduran hasta plena época califal, como se constata en el denominado “Silo 1”, localizado en el solar de la Basílica Tardorromana (FÉRNANDEZ, 2001: 49). A pesar de responder en muchos aspectos a las características propias de un conjunto de mediados del siglo IX se observan algunas características que permiten apuntar una cronología algo más moderna. Así, con respecto a la cerámica de cocina, resulta significativa la disminución de la proporción de ollas si la comparamos con el material de Algeciras o de Marroquíes de mediados del siglo IX, donde su presencia supone prácticamente el 50% de los conjuntos. Las piezas elaboradas a torno coinciden con el denominado en Marroquíes tipo 1.3.A, al que se asocia un origen en plena época emiral y con perduración hasta la transición al califato. En el conjunto que nos ocupa, las ollas a torno se equilibran con las ollas elaboradas a mano. En el Silo 1 excavado por Fernández Sotelo, fechable en un momento avanzado del siglo X, las piezas a mano son claramente dominantes (FERNÁNDEZ, 2001: 23). En cuanto a las cazuelas ha de reseñarse que su número es significativo (7,6% del total frente al 23,07% de las ollas) aunque dista de igualar al de las ollas como ocurre a finales del IX en Marroquíes, en momentos de transición al califato (PÉREZ, 2003: 129). Las tinajas se harán habituales en momentos de la segunda mitad del siglo IX en Marroquíes donde contamos con ejemplares semejantes al recuperado en la calle Fructuoso Miaja (PÉREZ et al., 2003: 240). La presencia del grupo ataifor, a pesar de ser apenas testimonial, en otros contextos se empieza a generalizar a partir de finales del siglo IX. Los mejores paralelos los encontramos en el nivel II de Pechina (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 106) y en el testar de Calle Especerías de Málaga (IÑIGUEZ, MAYORGA, 1993: 125). Todo ello nos lleva a proponer un momento para la formación del depósito entre la segunda mitad del siglo IX y el califato, siendo especialmente cautos teniendo en cuenta lo limitado de la mues-

tra. En todo caso, pensamos debe corresponder a época precalifal. 5.2.3. Los depósitos de Calle Real 14 (Fig.11-14 y Lám. 7) En Real 14 se han localizado y documentado recientemente tres fosas excavadas en el sustrato de gneis local, interpretadas como pequeños silos. Uno de ellos presenta un aceptable estado de conservación que permite realizar una aproximación a su tipología. La planta tiene forma oval, perfil de tendencia ovoide y fondo sensiblemente plano. Sobre la cota más alta conservada sólo aparecen rellenos contemporáneos, consecuencia de la reocupación de este lugar a partir del siglo XVIII que ha eliminado la secuencia arqueológica bajomedieval. Únicamente la presencia de algún material residual del siglo XIV en niveles contemporáneos testimonia esta secuencia perdida. El relleno de estos depósitos es un sedimento de matriz arcillosa con tonalidad marrón oscura que suele presentar restos de desechos de actividades domésticas, fauna, material de construcción (ladrillos y tejas) y cerámica. Solo uno de los cuatro silos documentados en la Calle Real 14 es objeto de estudio sistemático y su elección viene justificada por presentar el mayor número de fragmentos diagnosticables (155 fragmentos de los cuales se han podido identificar medio centenar de individuos). Todas las series tipológicas representadas aparecen también en el resto de silos, por lo que consideramos que el momento de amortización de todos ellos debió ser bastante cercano en el tiempo. Alguna pieza puntual que no está representada en el SILO 2 y aparece en otros silos se comentará aparte. Pensamos que los materiales aquí contenidos responden a lo que debía ser la vajilla en uso a mediados del siglo X, siendo especialmente significativo su comparación con depósitos más antiguos y con otros conjuntos califales exhumados en la ciudad, especialmente el silo de la Basílica Tardorromana (FERNÁNDEZ, 2001: 9). • Cerámica de cocina – Olla Se han documentado dos individuos (4% de la muestra). De uno de ellos se conservan dos fragmentos que permiten identificar una pieza de 27


perfil globular, sin cuello, con borde simple vuelto y labio redondeado. El otro corresponde a un fragmento de un fondo plano. Las piezas están realizadas a torno y a mano. Las cocciones documentadas son de atmósferas oxidantes (pieza elaborada a torno) y reductoras (la elaborada a mano). El desgrasante es relativamente abundante, con tamaño pequeño y mediano, que consiste en esquisto, cuarzo, cal y mica dorada. Una olla, semejante a la realizada a torno, se localiza en el silo de la Basílica, aunque aquí se trata de un tipo minoritario respecto a un espectro numerosísimo de ollas elaboradas a mano o torneta, con perfiles globulares, y bordes normalmente rectos, con decoración incisa. En el depósito de la Basílica las ollas tienen un protagonismo mayor suponiendo casi una tercera parte del total de la muestra, lo que contrasta con los porcentajes de Real 14. – Cazuela Las cazuelas son porcentualmente algo más del doble de las ollas (10%). Destaca la uniformidad de sus bordes vueltos al exterior, con un ángulo más o menos marcado. El cuerpo de las piezas es recto con tendencia a definir un perfil algo cóncavo y los fondos son planos. Todas las piezas están elaboradas a torno lento o a mano con abundantes desgrasantes formados por nódulos de cuarzo, esquistos, hierro o cal. Estas cazuelas en el silo de la Basílica suman un tercio del total, lo que confirma su éxito en época califal y la consolidación de su uso a lo largo del tiempo. En la Basílica las cazuelas son también más numerosas que en Real 14 ya que suponen un 19,8% del total. • Servicio de mesa – Jarritos-as Su adscripción a una u otra serie es prácticamente imposible dado lo fragmentado de las piezas. No obstante, contamos con tres ejemplares, dos bordes y un fondo, que sí corresponden, por sus características morfológicas y su tratamiento, a jarritos. Los bordes son rectos con tendencias exvasadas o invasadas, en ambos casos con engrosamiento al interior y labio apuntado. Uno de ellos 28

presenta un asa maciza que arranca del borde, con sección triangular. Dos piezas tienen cubierta vítrea melada, de gran calidad, pastas depuradas, pajizas o anaranjadas, con pequeños desgrasantes de cuarzo, esquistos y posibles nódulos de hierro. El tercero es bizcochado, de pasta pajiza y desgrasante esquistoso. Se conserva parte del cuerpo con estrías marcadas, arranque de asa muy bajo y fondo separado del cuerpo por una acusada carena. Todas estas piezas se emparentan con modelos típicamente emirales, siendo frecuentes los dos primeros en Málaga o Pechina. Su presencia en conjuntos califales está documentada en Cercadillla, correspondiendo concretamente el tipo 2.1.F.1.6. (FUERTES, 2001: 44). Esta serie representa un 26% del total de la muestra (en la Basílica constituyen únicamente el 14,89%), lo que indica que están claramente en regresión con respecto al conjunto de Fructuoso Miaja, donde suponen casi el 40% del total. Además de los indicados con anterioridad se puede diferenciar otro gran grupo de piezas bizcochadas que presentan cuellos con tendencia recta o algo abombada que rematan en bordes rectos o bordes vueltos con labios redondeados, apuntados o engrosados al interior; carenas que evidencian perfiles desde muy suaves a otros con quiebros muy acusados, casi en ángulo recto de tradición anterior; fondos rectos y en algún caso se resalta la separación del cuerpo a la base con un ligero escalón. Los acabados son muy homogéneos y están elaboradas sistemáticamente a torno. Las coloraciones van desde pajizas a rosáceas o anaranjadas. Las pastas son depuradas, dominando los desgrasantes esquistosos, con cuarzo, mica y en algún caso nódulos rojizos, posiblemente cerámica machacada e incorporada a los barros utilizados. Estas formas muestran una clara continuidad con respecto al conjunto de Fructuoso Miaja, aunque aparecen ya piezas vidriadas antes inexistentes. Algunas siguen presentando carenas muy acusadas en las transiciones de los cuellos al cuerpo, circunstancia constatada en los niveles emirales de Málaga (ACIÉN et al., 2003: 424). Sigue encontrándose bastante variabilidad dentro del grupo, especialmente en los bordes, que en general tenderá a desaparecer a lo largo del siglo X.


En el Silo 3 se localiza un fragmento de asa de un jarrito/a con un pequeño apéndice vertical. Presenta una pasta muy depurada, amarillenta, y conserva restos de vedrío verde puntual que hace pensar que estuvo decorada con cuerda seca parcial. Se trata de una pieza que debe ser muy semejante a un ejemplar completo recuperado en la Basílica Tardorromana, que es además la única recuperada en este conjunto con esta técnica decorativa. Jarritas con decoración a cuerda seca se documentan en contextos califales no posteriores a inicios del siglo XI en Cercadilla, con una presencia también casi testimonial dentro del grupo, circunstancia que parece poder extrapolarse a toda Córdoba (FUERTES, 2001: 153). – Ataifores La presencia de un buen número de ataifores supone el cambio más radical respecto a Fructuoso Miaja. Efectivamente estas piezas abiertas, con cubierta vítrea, constituyen un 24% del total del repertorio. Por otro lado, su presencia en el silo de la Basílica presenta porcentajes muy semejantes a los aquí constatados (19,1%), aunque se observan ligeras variantes tipológicas y decorativas. Presentan como características comunes un perfil de tendencia hemisférica o ligeramente exvasado, bordes simples o indicados al exterior y labios redondeados o apuntados y ausencia de solero o solero bajo (diámetros cercanos a los 10 cm). Aunque todas las pastas suelen ser muy depuradas, y los tonos son en general rosáceos o anaranjados, se puede diferenciar dos grupos. El primero, más numeroso (2/3 del total), presenta desgrasantes esquistosos, con cuarzo, mica y cerámica triturada, de coloraciones claras, anaranjadas o rosáceas. El otro grupo se caracteriza por la presencia de foraminíferos bien visibles en la pasta, lo que permite plantear un suministro de este tipo de piezas de al menos dos procedencias. El 66,6% de las piezas presentan vedríos melados de buena calidad al exterior e interior, en la mayoría de los casos decorados con óxido de manganeso formando líneas onduladas o trazos y, en un caso, chorreones. Junto a ello contamos con un ejemplar achocolatado (8,3%), dos piezas con decoración verde y morado sobre blanco (16,6%) y una sobre fondo melado (8,3%). En dos de éstas últimas el vedrío salta con facilidad.

Dado lo fragmentado de las piezas sólo se reconocen dos motivos geométricos con la técnica del verde y manganeso: ovas continuas bajo el borde y trenzados que rodearían un motivo más complejo. En el resto de los silos de Real 14 también aparecen fragmentos de ataifores con decoración en verde y manganeso sobre fondo estannífero o melado, con motivos de ovas continuas bajo el borde de las piezas, y algún otro fragmento con motivos irreconocibles. Con respecto a su comparación con el conjunto de la Basílica, coincide que allí también son dominantes las decoraciones consistentes en trazos de manganeso sobre fondo melado (55,5%), le siguen los motivos en verde y manganeso sobre fondo blanco (22,2%), y aquí también están presentes los vedríos verdes monocromos o verdes sobre melado (1,08%). – Taza Se documenta una sola pieza con estas características (2% sobre el total). Presenta vedrío exterior achocolatado y melado al interior. Se conserva el borde recto algo entrante con labio redondeado y un cuello corto que marca una acusada carena a partir de la cual se desarrolla el cuerpo decorado a base de líneas paralelas incisas bajo cubierta. Esta forma se localiza en contextos califales como Cercadilla (FUERTES, 2002: 121). No obstante, el vedrío achocolatado y las decoraciones consistentes en incisiones bajo cubierta de vedrío responden a tradiciones más antiguas, aunque también llegan al siglo X, como se puede documentar en el mismo yacimiento citado (FUERTES, 2002: 156) y probablemente se pueda constatar también en Ceuta en los conjuntos de Salud Tejero y Solís 6. – Redomas A esta serie podrían adscribirse con dos fragmentos de cuerpos de formas cerradas, vidriadas, y con ciertas reservas, un fondo con ligero repié indicado. • Servicios de iluminación – Candiles Documentamos un candil con perfil completo, bizcochado, pasta de tonalidad beige-verdosa, desgrasante fino de esquisto y cuarzo. La cazoleta pre29


senta sección lenticular, y se observa una destacada rebaba que bordea dicho depósito. Bajo el borde del gollete (de gran diámetro) arranca el asa. Otros dos fragmentos de cazoletas nos permiten identificar un total de tres individuos, coincidiendo en todos la presencia de la rebaba indicada. Suponen un 10,6% del total de la muestra. Un fragmento de difícil adscripción tipológica, vidriado en verde y con calado de rombos, quizás pueda corresponder también a un elemento de iluminación. En el conjunto de la Basílica los candiles tienen un protagonismo algo mayor (16,3% del total) siendo igualmente frecuente la rebaba citada delimitando la cazoleta. Destaca la presencia de decoraciones a cuerda seca parcial en alguno de los ejemplares probable síntoma de modernidad con respecto a Real 14. • Preparación de alimentos, usos varios – Alcadafe Contamos con el borde de un ejemplar de acusada visera y el labio plano elaborado a torno, con cocción oxidante y desgrasantes de esquisto y cuarzo. • Contenedores para transporte y almacenaje – Jarros-as Los jarros y jarras suponen un 14% del total de la muestra. Se puede distinguir un ejemplar que corresponde claramente a un jarro, del que se conserva un fragmento de cuello, más bien estrecho, del que arranca un asa. El resto de las piezas son fragmentos de jarras, de cuerpo abombado, cuello cilíndrico, asas verticales nervadas y fondo plano o ligeramente cóncavo. Un ejemplar presenta un nervio acusado que resalta la unión del cuello con el cuerpo. Otras dos piezas, elaboradas a torno y cocción mixta, presenta acabados exteriores de un rojo intenso y decoración mediante una o dos bandas a peine bajo el cuello e inicio del cuerpo. Las pastas son depuradas, y se observa algo de esquisto y mica. Este tipo de jarras también esta presente en la Basílica, aunque de forma casi testimonial (1,48%). No obstante, los ejemplares están muy completos y 30

permiten documentar la totalidad del perfil de las piezas (FERNÁNDEZ, 2001: 63). – Tinajas Sólo contamos con un fragmento de borde de una pieza, elaborada a mano, con borde vuelto y labio plano, que recuerda a una de las piezas recuperadas en Fructuoso Miaja. Su presencia es especialmente significativa en el yacimiento de Marroquíes en el paso de la fase IIb a la IIc, es decir, en momentos de transición al Califato (PÉREZ et al., 2003: 407), así como en el nivel II de Pechina donde su número aumenta respecto a la fase anterior (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 113). Valoración cronológica del conjunto de Real 14 A pesar de contar con apenas medio centenar de individuos aparecen prácticamente representados todos los servicios propios de repertorios cerámicos califales. La cerámica de cocina supone un 14% del conjunto, jarros-as y jarritos-as un 40% entre las dos series, los ataifores suman un 24%, los candiles un 10%, las tazas, alcadafes y tinajas un 2% respectivamente del total. En una comparación con el conjunto de Fructuoso Miaja observamos cambios muy significativos como es la presencia de series antes no documentadas y especialmente el uso de la cubierta vidriada en el tratamiento de las piezas. Efectivamente, la cerámica vidriada constituye un 38% del total, hecho habitual en los conjuntos del X en Cercadilla (FUERTES, HIDALGO, 2003: 539) aunque en Pechina y Málaga viene ocurriendo desde finales de la centuria anterior. Otro hecho a destacar es un incremento muy significativo de los ataifores, que pasan de un 3,8% de Fructuoso Miaja a una proporción seis veces superior en el silo de Real 14. Asimismo se aprecia una disminución significativa de la cerámica de cocina, especialmente de las ollas, que de suponer un 23% ahora se limitan a un 4% del total. Las cazuelas experimentan un ligero aumento (pasan del 7,6% de Fructuoso a un 10%), siendo su presencia el doble que el de las ollas dentro de su conjunto. Además aparecen series no documentadas en el grupo anterior como las redomas, taza y el alcada-


fe. Los candiles y las tinajas mantienen porcentajes semejantes. Tipológicamente se sigue observando una amplia variabilidad formal dentro de los jarritos-as, con bordes rectos o entrantes y labios redondeados, apuntados, moldurados o engrosados al interior. Las carenas son rectas o suaves y los fondos son planos o ligeramente indicados. Resulta interesante la constatación de al menos un ejemplar de jarrito vidriado, con una gran asa que se eleva por encima del borde, especialmente característico de los conjuntos emirales de Pechina y Málaga aunque con continuidad en el califato. El hallazgo de la taza es significativo ya que, aunque se trata de una forma propia de momentos califales, está cubierta con vedrío achocolatado y presenta decoración incisa bajo cubierta, características frecuentes de finales del siglo IX en los yacimientos señalados. La presencia de un número abundante de ataifores en detrimento de las ollas es también un aspecto que se convierte en rasgo característico de los conjuntos califales con respecto a momentos precedentes. No obstante, observamos una serie de características que parecen indicar cierto arcaísmo en el grupo. Los perfiles son suaves y los fondos son mayoritariamente planos. Se documentan tratamientos vidriados muy variados, como por ejemplo: melados con trazos de manganeso (en un caso con chorreo acusado de este óxido), achocolatados, verde y manganeso sobre blanco y verde y manganeso sobre melado. La presencia de ataifores con decoración verde y manganeso resulta especialmente significativa a la hora de llevar a cabo propuestas cronológicas. Su presencia nos debería llevar directamente a momentos de mediados del siglo X, aunque recientemente se está valorando la posibilidad de un origen algo anterior (Pechina, Tudmir, Marroquíes) aunque su generalización se realice a partir de mitad de esa centuria. El dominio de los fondos planos, la presencia diversa de decoraciones vidriadas, como los achocolatados o los trazos de manganeso chorreado, así como la calidad de éstas, recuerda a los ataifores de Málaga y Pechina. Las características de las pastas sugieren que algunos de estos ataifores proceden de alfares malagueños.

Por otro lado, la comparación con un conjunto que consideramos algo más moderno, como es el del silo de la Basílica Tardorromana, es elocuente. Se trata efectivamente de un conjunto plenamente califal, donde algunos rasgos muy puntuales nos permiten plantear que puede ser fechado en momentos de la segunda mitad del siglo X o, como muy tarde, a inicios del siglo XI. Como ya adelantamos, aunque a grandes rasgos se observa bastante similitud entre ambos, también observamos algunos indicios que nos llevan a plantear una mayor antigüedad para los silos de Real 14. Con respecto al grupo de la cerámica de cocina, a pesar de existir un claro desequilibrio porcentual entre ambos conjuntos, destaca en el hallazgo del istmo un gran protagonismo de las piezas elaboradas a mano o torneta con respecto a las piezas a torno, dato propio de conjuntos plenamente califales como Marmuyas o Málaga. Con respecto a los jarritos-as, existen importantes similitudes aunque también se observan algunos matices diferenciadores. Todas las piezas de la Basílica correspondientes a este grupo son bizcochadas, pero en Real 14 también aparecen algunos jarritos vidriados, con elevadas asas de clara tradición emiral. En los ataifores, cuya presencia es porcentualmente semejante, podría observarse como síntoma de modernidad para la Basílica la existencia de perfiles carenados (por otro lado bien constatados en momentos anteriores a los primeros años del XI en Cercadilla) frente al dominio de perfiles con tendencia hemisférica y mayor número de fondos planos en Real 14, dato que recuerda también a los perfiles de los ataifores emirales. El grupo candil se presenta decorado, en un buen número de ejemplos, con cuerda seca parcial en la Basílica, en tanto que ninguno de los tres ejemplares de Real 14 muestra esta decoración. En Cercadilla, en los niveles previos a la primera década del siglo XI, la presencia de decoraciones con cuerda seca es prácticamente testimonial. La presencia de una taza con vedrío achocolatado y decoración incisa bajo cubierta en Real 14 emparenta también con contextos algo más arcaicos lo que contrasta con su presencia en el silo de la Basílica. 31


En función de lo expuesto planteamos para este conjunto una cronología en momentos cercanos a la mitad de siglo X, en tanto que el conjunto de la Basílica parece corresponder a momentos de la segunda mitad de dicha centuria o inicios del siglo XI. 5.2.4. Plaza de los Reyes Los trabajos de excavación para la remodelación de la Plaza de los Reyes (2005) han permitido documentar restos constructivos de época bajomedieval y varias estructuras subterráneas consistentes en aljibes y silos. Un aljibe es colmatado en época portuguesa, mientras que los silos se amortizan con materiales de los siglos XIV-XV. No obstante, en el sector más septentrional de la intervención, cercano a la Calle Real, se ha documentado parte de un silo muy afectado por cimentaciones contemporáneas en el que ha sido posible documentar algún material cerámico. Se trata fundamentalmente de restos de material de construcción y fragmentos de cuerpos de difícil clasificación. No obstante, se ha conservado un fragmento de cazuela elaborada a torneta de perfil curvo y labio vuelto, muy habitual entre los conjuntos califales de la ciudad aunque sus orígenes, en la Península y otros contextos norteafricanos, se rastrean desde finales del siglo IX. 5.2.5. Calle Linares En una intervención de urgencia efectuada en 2006, y aún en fase de estudio durante la redacción de estas líneas, se han documentado niveles arqueológicos sobre el sustrato natural con cerámica califal. El conjunto es corto en número pero destaca la práctica ausencia de vidriados, junto con jarritas-os y cerámica de cocina elaborada a torneta o torno lento. A falta de un estudio más exhaustivo su interés radica en su importancia para conocer la extensión del arrabal oriental durante la época califal. 5.2.6. Calle Velarde Una serie de actuaciones arqueológicas llevadas a cabo en fechas recientes en diversos solares de la Calle Velarde, y su entorno inmediato, han constatado la ocupación de este sector situado al sur de la Almina durante el periodo altomedieval (finales del IX-XI) y en época islámica tardía (siglos XIV-XV). 32

Al momento más antiguo (finales del siglo IX-inicios del X) corresponde un hallazgo cerrado consistente en un silo con perfil acampanado. Se documentan cerámicas de cocina elaboradas a mano o torneta, jarritos-as bizcochados, alguno con pintura blanca y otros con cubierta vítrea marrón y motivos incisos bajo cubierta, así como ataifores sin repie y cubiertas meladas de buena calidad con trazos de manganeso. Sus más cercanos paralelos se encuentran en los yacimientos de Málaga y Pechina. 6. CONCLUSIONES Como indicamos al comienzo de nuestra exposición pretendíamos en este artículo realizar una relectura de los tres primeros siglos de dominio islámico de Ceuta a partir fundamentalmente de las investigaciones arqueológicas que vienen desarrollándose en los últimos años. Dos puntos esenciales han centrado nuestra atención. De una parte, el análisis de los repertorios cerámicos recuperados en distintas intervenciones llevadas a cabo en la ciudad, que han permitido por primera vez documentar vestigios anteriores a la conquista Omeya, y caracterizar la vajilla de época califal. De otra, una puesta al día de nuestros conocimientos sobre la muralla construida por al-Nasir. Todo ello nos permite apuntar, con todas las reservas necesarias debido a los pocos datos disponibles, algunas hipótesis en torno a la evolución urbana de Ceuta durante esos siglos. Un primer punto de controversia en la investigación sobre este periodo ha sido la ubicación de la fortaleza justinianea que habría hecho posible a Julián hacer frente a las tropas musulmanas y habría permitido forzar la firma de un pacto. Algunos autores la sitúan en la cima del monte Hacho en tanto que otros se inclinan por ubicarla en el Istmo. Si bien hay que reconocer que las investigaciones son aún muy escasas, ha de señalarse que ningún resto ha sido localizado hasta el momento en el Hacho y que los escasos vestigios localizados se sitúan en la zona del istmo. Un lugar que presenta una más deficiente situación defensiva, pero tiene más fácil acceso al mar y consecuentemente mayores posibilidades para la instalación de una fortaleza en la que el papel de la flota era esencial.


Las crónicas señalan una destrucción de la ciudad tras el asalto de las huestes jariyíes y su posterior refundación por un grupo procedente del cercano valle del Wadi Ras. Bajo los Banu Isam Ceuta tiene una importancia relativa como atestiguan los escasos datos recogidos en las fuentes y la ausencia de acuñaciones. No tenemos hasta el momento, por desgracia, prácticamente ningún dato apenas sobre las características de esta fundación y su desarrollo. Como se ha señalado recientemente, en las “ciudades islámicas de primera época” no existieron diferencias tan acusadas entre el mundo urbano y rural como en momentos posteriores, estando organizadas en barrios separados, en los que se agrupaban gentes con una base gentilicia similar. Tales barrios estaban apenas relacionados entre sí, con una diferenciación entre el espacio propiamente urbano y el del poder, cuyo punto de relación está en la mezquita mayor (MALPICA, 2005). Ya Ferhat señaló que, en este momento, pudieron existir varios núcleos habitados conformados en una estructura de tipo tribal. No sería, en su opinión, hasta la conquista Omeya que podemos asistir a la creación de una auténtica medina (FERHAT, 1993). Malpica, en la misma línea y refiriéndose ya concretamente a Ceuta, ha señalado que hasta al menos finales del siglo IX y principios del siglo X no hay un proceso urbanizador claro, que alcanzaría su punto sin retorno con la expansión del califato de Córdoba (MALPICA, 2006: 23). Los escasos datos arqueológicos que poseemos de este momento (Fructuoso Miaja, Victori Gañalons, Velarde y Plaza de la Catedral) permiten indicar que posiblemente algunos sectores de la Almina, y quizás del Istmo, estaban ocupados previamente a la conquista Omeya. Efectivamente, los análisis realizados sobre la cerámica de Nakur, señalan los paralelos existentes entre los yacimientos del norte de África investigados (Nakur, Melilla y Ceuta). No obstante, podemos observar un parecido aún mayor entre los materiales ceutíes y los del sur de al-Andalus, por ejemplo con los conjuntos de Málaga o Algeciras. Resulta sugerente relacionar este hecho con la presencia de contingentes de población peninsular en Ceuta. Por otro lado, la cercanía entre ambos espacios y su uso como puertos de comunicación reforzaría esta idea. Esta relativa semejanza se quiebra en las producciones elabo-

radas a mano o torneta, que mantienen de forma más acusada sus características locales, y donde si observamos algunos paralelos tipológicos y decorativos con conjuntos como los del Cerro del Cubo y Parque Lobera de Melilla. En definitiva, el análisis de las cerámicas recuperadas permite indicar una estrecha relación de Ceuta con el mundo andalusí previa a la conquista de al-Nasir en línea con lo que conocemos por testimonios como el de al-Bakri. La conquista Omeya significó, como hemos indicado, un profundo avance en el proceso urbanizador. Deseoso de asegurar la posesión de la ciudad, y transcurrido casi un cuarto de siglo desde la conquista, Abd al-Rahman III ordenó la construcción de una muralla, decisión que debe ser entendida dentro del proceso de reforzamiento de las defensas del área del Estrecho de Gibraltar y que tiene su lógico correlato en tierras peninsulares. La envergadura de la obra y sus características ponen de manifiesto el interés del califa en la defensa de Ceuta. Este recinto situado en la zona ístmica permitió alcanzar una gran importancia a la ciudad, que se convirtió en la principal plaza fuerte del califato en el norte de África, la única que se mantuvo siempre bajo los Omeyas en estas turbulentas décadas de lucha contra los fatimíes y sus aliados. Responde al tipo de fortificación de forma rectangular con un qasr en el extremo de la ciudad que controla el acceso a la misma y que tiene sus precedentes en época emiral (ACIÉN, 1985). Una construcción de carácter estatal atestiguada tanto por las crónicas que atribuyen la iniciativa de su edificación al propio califa, como por las características constructivas que hemos analizado con anterioridad y a cuya primaria función defensiva se une un interés decidido por manifestar una presencia efectiva del Estado Omeya, de su poder y de su capacidad organizativa en un territorio en disputa contra un enemigo exterior. Resultan en este sentido significativos los paralelos evidentes con otra fortificación tan distante como San Esteban de Gormaz en otro de los territorios fronterizos del Estado Omeya. La erección de esta cerca marca un punto de inflexión en el desarrollo urbanístico de la ciudad que tuvo consecuencias seculares. Desde ese momento al menos este espacio albergó la mezquita aljama y la Dar al-Imara, algunos mercados así 33


como viviendas y baños de los principales de la ciudad (GOZALBES CRAVIOTO, 1988c; GOZALBES CRAVIOTO, 1989), reproduciendo un fenómeno de asociación de los principales elementos simbólicos del poder político, militar y religioso que perdura hasta nuestros días. Como ya hemos indicado, las construcciones de época califal en este ámbito arrancan en ocasiones de los niveles de la factoría de salazón romana, circunstancia constatada en otras medinas islámicas como Málaga. Quizás pueda indicar la ocupación por parte de esta medina califal de un lugar utilizado en precario o simplemente abandonado. Únicamente han sido localizados vestigios que pueden ser considerados “precalifales” en las fosas de la Plaza de la Catedral. El carácter de estos depósitos, en posición secundaria, permite incluso pensar en un periodo de amortización más amplio. Es sugestiva la idea de que dichos depósitos pudieron ser utilizados como basureros después de 931 pero en el estado actual de nuestros conocimientos resulta imposible asegurarlo. Los hallazgos del silo de la Basílica y los del Paseo de las Palmeras, datados en la segunda mitad del X, corresponden ya a momentos plenamente califales y testimonian junto a los propios vestigios de la muralla la ocupación de este espacio por la medina de los cordobeses.

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Respecto a la Almina, no hay duda de que los materiales de Fructuoso Miaja reflejan momentos anteriores a la conquista y testimonian una ocupación previa de este espacio. En cambio, las cerámicas recuperadas en Real 14 parecen indicar que fueron desechadas en momentos cercanos a la mitad del siglo X y reflejan la continuidad de la ocupación de la Almina que enlazaría con las recuperaciones de Salud Tejero y Solís 6, ya plenamente de la segunda mitad de dicha centuria. En definitiva, parece posible considerar una ocupación más o menos densa, pero que prácticamente se podría extender hasta las cercanías a Cortadura del Valle, y que arrancaría cronológicamente desde al menos la segunda mitad del siglo IX en adelante, y que hasta ahora se había supuesto bastante más tardía. En cualquier caso, aunque se desconocen las características del poblamiento en la Almina, parece evidente que éste se vio condicionado por la construcción del recinto fortificado que, a los ojos de quien observase la ciudad desde el exterior, formaría una unidad. El desarrollo del ámbito portuario, y el propio resguardo que viene a suponer la construcción de la nueva cerca de la medina, se convierten en una garantía defensiva que tuvo que incidir en el desarrollo de la Almina. En este sentido, la existencia de una necrópolis antigua en la ladera del Hacho podría ponerse en relación con la existencia de este hábitat extramuros.


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Fig. 1: Ceuta. Ubicación geográfica.

Fig. 2: Ceuta. Situación del recinto amurallado y hallazgos.

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Fig. 3: Restitución hipotética del trazado de la muralla y ubicación de los restos localizados.

Fig. 4: Sección del interior del Baluarte del Caballero y situación del lienzo de muralla.

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Fig. 5: Secci贸n del trazado de la muralla y puerta en el interior del Parador de Turismo.

Fig. 6: Restituci贸n axonom茅trica de la puerta del frente occidental.

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Fig. 7: Alzado de la puerta del frente occidental.

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Fig. 8: Calle Fructuoso Miaja, ollas.

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Fig. 9: Calle Fructuoso Miaja, jarras.

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Fig. 10: Calle Fructuoso Miaja, varios.

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Fig. 11: Calle Real 14, jarras.

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Fig. 12: Calle Real 14, ataifores.

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Fig. 13a: Calle Fructuoso Miaja, candiles.

Fig. 13b: Calle Real, 14, candiles.

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Fig. 14: Calle Real 14, varios.

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Lám. 1: Alzado de la muralla en el interior del Baluarte del Caballero.

Lám. 2: Puerta del frente occidental. Detalle del arco y alfiz.

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Lรกm. 3: Puerta. Detalle de la zapata de cimentaciรณn y estructuras romanas amortizadas por la muralla.

Lรกm. 4: Frente norte. Estructura adelantada en el interior del Baluarte de los Mallorquines.

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Lรกm. 5: Frente norte. Lienzo y torres.

Lรกm. 6: Frente este.

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Lรกm. 7: Silos de la calle Real, 14.

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