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Resumen de Unamuno y las artes 1888-1936

Anna María Paredes Arnáiz

  • El objetivo de la presente investigación responde a la voluntad de abordar un acercamiento al pensamiento unamuniano desde una doble perspectiva, la literaria y artística, desvelando cómo las ideas estéticas se integran en su discurso hasta configurar un todo indisoluble. He establecido cinco períodos: La primera etapa, que comprende de 1888 a 1895, se inicia con el artículo “Madrid y Bilbao. Reflexiones de un bilbaíno en la corte” de marzo de 1888, en el cual expresa por primera vez inquietud por la cultura artística. Al cabo de un año, en “Alcalá de Henares. Castilla y Vizcaya” de 1899, Unamuno sienta las bases de su credo estético al plantear la existencia del arte vascongado, la búsqueda intrahistórica que desarrollará en los ensayos de En torno al casticismo de 1895 y los valores estéticos del paisaje. La segunda etapa, que oscila de 1896 a 1900 al ser nombrado Rector de la Universidad de Salamanca, continúa con el planteamiento intrahistórico, cuya premisa resume en que hay que buscar en el pueblo la materia prima del arte (“Sobre el cultivo de la demótica”, 1896). Otro de los pilares sobre el que entreteje su discurso enlaza con la visión de un arte plenairista que entronca con Beruete y Francisco Giner de los Ríos, Miguel de Unamuno se asoma al nuevo siglo como espectador reticente a las nuevas vanguardias que irrumpen en el panorama artístico. La tercera etapa, la más extensa, abarca de 1901 a 1914, resulta crucial para adentrarnos en el juicio estético de Unamuno ya que es cuando ejerce propiamente de crítico de arte y desarrolla todas las concepciones estéticas gestadas en los anteriores años. Se inmiscuye en el ámbito de la crítica teniendo como referente la Estética de Hegel, El Breviario de estética de Benedetto Croce y la Historia de las ideas estéticas de Marcelino Menéndez Pelayo y vierte las bases de su crítica pictórica en “De arte pictótica I y II” de 1912. No obstante la principal aportación es la de erigirse en estandarte de la escuela vasca con Zuloaga a la cabeza, escribió: “Zuloaga el vasco” de 1908, “Nemesio Mogrobejo” de 1910, “Darío de Regoyos” de 1913 y “La escultura honrada” de 1913. La cuarta etapa se extiende de 1915 a 1924, año del exilio a Fuerteventura. Se ratifica a favor de la libertad de expresión y se posiciona contra el estilo grandilocuente del arte germánico. En el contexto de la Primera Guerra Mundial la implicación periodística del escritor es esencialmente política, a excepción de varios artículos dedicados a artistas vascos como: “La labor patriótica de Zuloaga” de 1917, “La obra de arte de Adolfo Guiard”, de 1918 y “En el Museo del Prado” de 1919. La quinta y última etapa, de 1925 a 1936, marcada por el destierro voluntario en París y Hendaya, por la inestabilidad política y por la emergente Guerra Civil. Todo ello sume al escritor en un estado de desaliento que le aleja de las inquietudes artísticas, a excepción de “Mis santas campañas. Paco Iturrino”. Datan de esta época algunos de los retratos más sobresalientes del escritor, como el de Zuloaga de 1925, los de Juan de Echevarría, y el de Daniel Vázquez Díaz de 1936. Del Unamuno dibujante, al Unamuno retratado; el escritor convertido en asunto pictórico, motivo que le lleva a relacionarse fraternalmente con los pintores coetáneos hasta el punto de compartir con los artistas de la vertiente cántabra no sólo una confesada amistad sino también un mismo credo estético, tal y como se analiza a lo largo del presente estudio "Unamuno y las artes".


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