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Resumen de Las sociedades complejas al sur de La Mancha occidental entre el V y I milenios ane: ensayo de una teoría arqueológica sobre los orígenes de la edad del bronce

Inocente Blanco de la Rubia

  • Resumen: Esta tesis (texto y anexos), se ha realizado dentro del Programa de Doctorado RD 56/2005 y del Proyecto: ¿Arqueología y Territorio-La Edad del Bronce en la Mancha Occidental¿. Este trabajo, por sus planteamientos innovadores y, sobre todo, por la catalogación, el análisis y la elaboración de la abundante documentación de campo y de laboratorio que se muestra y se pone por primera vez de manifiesto en esta sistemática, es el resultado de años de investigación, y un referente para el conocimiento, reconocimiento arqueológico y puesta en valor, de la Cuenca del Jabalón y Media y Alta del Guadiana (Ciudad Real), especialmente durante la Prehistoria Reciente (V al I milenios AC). Principalmente, por su novedad, en lo que atañe al Neolítico y al Cobre en el enmarque espacial específico de la Llanura Occidental de La Mancha y, sobremanera, del Campo de Calatrava (Territorio de Investigación, o Zona I, sectores A y B). También, y en parte, en su periferia. Sobre todo, en lo relativo al denominado Arte Esquemático (génesis, proceso de distribución territorial y simbólica, seriación y estratificación) del ambiente investigado de la vertiente septentrional de Sierra Morena como ¿Provincia artística¿, pero no sólo, en ambas vertientes y en toda su amplitud geográfica de este a oeste, y también, en las sierras de Puertollano y el Macizo de Calatrava (con nuevas presencias de PRE). Pero no sólo, si no, asimismo, en su contrastación, de la cuenca alta del Segura, el Guadalquivir Medio-Alto, las sierras de Jaén y el Subbético; o, en el extremo occidental de Sierra Morena y suroeste de Ciudad Real-Valle de Alcudia, del área minera y megalítica y de la PRE de los Pedroches, Cuenca del Guadiato, Guadiana Medio (sierras del sureste de Badajoz), y del Tajo Internacional, en el mismo sentido simbólico y patrimonial, de esa categoría de manifestaciones artísticas pos-paleolíticas y sus grupos implicados, en proceso de transformación y de cambios (agrupamientos y mestizajes, o fusiones de grupos, motivos/símbolos, y de sus particulares distinciones, desde sus inicios en los comienzos del V milenio ANE y hasta los momentos avanzados del III-II milenio ANE). Sociedades complejas que desarrollaron el devenir histórico y el paisaje arqueológico y etnográfico que analizamos, y que hemos fijado en los milenios dados, o adscrito (con la ayuda de los trabajos de campo y de gabinete y laboratorio), a los periodos o etapas comúnmente denominadas, como: Neolítico, Cobre y Bronce, durante su territorialidad como tales comunidades complejas (de bandas a comienzos del proceso, y tribales, a mediados; o estatales prístinas, a finales del mismo, V-IV/IV-III/III-II/II-I milenios AC); que fue pareja a su desarrollo socio-cultural y económico (recolector/cazador, móvil agro-pecuario y estacional, con gran importancia del pastoreo y de la ganadería, y con una agricultura complementaria que aún no es excedentaria, hasta los inicios o mediados del IV milenio AC); básica y decididamente sedentario y campesino (expansión de la agricultura de los cereales y las leguminosas, a partir del III milenios ANE), y completamente excedentario desde, al menos, poco después de iniciarse en varios siglos el II milenio ANE; y político e ideológico (de fuerte aparato simbólico), que desembocó en los grupos corporativos con Estado centralizado (en sentido político y territorial), y/o en una sociedad de tipo ¿clasista¿. En el último sentido, no ¿lo hemos considerado- hasta la plena Edad del Bronce, o hasta el advenimiento del Mundo Ibérico (a partir de los momentos mediados/avanzados del II milenio cal. AC, o de mediados del I milenio cal. AC). Pero que tuvo sus diferentes orígenes, sobremanera, desde, al menos, los cambios más trascendentes acaecidos a lo largo de su proceso de formación, como consecuencia, y no como causa, del cambio cultural, tan palpable en sentido material artefactual y medioambiental (y que abarca la denominada ¿etapa transicional campaniforme¿), que se percibe entre mediados del Cobre Reciente y el Bronce Pleno (entre el 2800/2400 cal. AC y el 2200/1900 cal. AC), y el subsiguiente transcurrir por unos nuevos cauces y rasgos totalmente diferenciadores, al menos en sentido material y simbólico, incluso estructural y constructivo), durante los restantes siglos del II milenio AC (1800-1600/1600-1500, Bronce Pleno y Reciente), o el año 1400-1300 cal.AC (Bronce Reciente/Bronce Final inicial). Así pues, mucha de esa información (su interpretación y explicación), resultan ser trascendentes. Sobre todo, por cuanto es la primera vez que se secuencian, y se ponen de manifiesto con tanta amplitud, no solo las evidencias hasta ahora disponibles del Neolítico y de la Edad del Cobre, sino las claves y los pormenores de su investigación. Acerca, muy principalmente, de las primeras etapas señaladas, en estos terrenos de la Submeseta Sur (patrones de asentamiento y ocupación del territorio, tipología de yacimientos y aspectos materiales y medioambientales del registro arqueológico). Y porque, asimismo, y a partir de todo ello, se ensaya una teoría arqueológica-prehistórica con capacidad de explicitar, interpretar y explicar a través de la construcción y uso de hipótesis fundamentadas, los orígenes y el desarrollo del proceso ocupacional hasta el denominado ¿Bronce Manchego¿. Ofreciéndose en ese sentido importantes aportaciones, por ejemplo en la llanura occidental, acerca de la génesis de las motillas como asentamientos y como yacimientos (en sentido habitacional o de ocupación de esos sitios y sus ubicaciones, y estructural), y acerca de las raíces autóctonas de los grupos sociales y políticos que les dieron e infligieron utilidad. Pero no solo en la Mancha Occidental, sino también en la Mancha Oriental. Planteando y fijando las posibilidades futuras de todo ese bagaje y registro cultural y patrimonial, a partir del estudio ¿paralelo- de los diferentes estados de la cuestión en los procesos de cambio cultural de las restantes áreas de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente. Especialmente, las periféricas con la región de Castilla-La Mancha, con el manejo de importantes revisiones, estados de la cuestión, y de análisis novedosos, acerca de las interpretaciones dadas hasta ahora, y a partir de la aportación ¿en la discusión-, de los resultados de este trabajo (capítulo de conclusiones, pero no solamente), que ha elegido el método hipotético-deductivo, aún a sabiendas, de que mucha de la información que maneja, ha sido obtenida mediante una práctica científica inductiva; que ha indagado en la búsqueda de modelos, y en el ensayo de un modelo concreto y plausible para la Zona I. Dicho trabajo, también piensa y estudia las claves de toda esa problemática en otras áreas de investigación de la Meseta Sur (provincias de Toledo, Madrid, o de Cuenca y Guadalajara), mediante el análisis de sus pormenores. Generando una base de datos y planteamientos adecuados para un próximo y viable desarrollo de un futuro proyecto de investigación (a corto, medio y largo plazos), que se concentre y persiga mostrar más fehacientemente que hasta ahora (mediante el desarrollo de prospecciones totalmente sistemáticas y de excavaciones necesarias y concretas con sondeo estratigráfico, o en profundidad y en extensión y sistemáticas), en la Submeseta Sur, el contenido, o las idiosincrasias de todo este universo poblacional prehistórico y contextual, arqueológico y medioambiental, físico y humano, y antropológico, etnográfico e histórico, a partir de su puesta en marcha desde las claves que ofrece y piensa este trabajo, que viene a fundamentar, en parte, y a organizar y mostrar, en parte también, toda esa labor científica necesaria, que hemos iniciado, y que ofrecemos en esta tesis como contribución a su posibilidad. En el caso de esta provincia de Ciudad Real, ese mismo sentido de ciencia, viene ya (desde una treinta de años), obteniendo información relevante; sí, pero de una forma muy local y un tanto condicionante. Ya que se trata, tan solo, y sí, de dos yacimientos relevantes, pero diferentes y muy localizados: en llano, o Motilla del Azuer (en Daimiel), y en altura, o el Cerro de la Encantada (en Granátula de Calatrava), pero sin posibilidades de contrastación con otros semejantes, hasta el momento, mediante excavaciones sistemáticas paralelas. También incluimos en ese rango al Castillejo del Bonete (Terrinches, Ciudad Real), suficientemente alejado de los anteriores, y mucho más aislado que los otros en sus propias comarcas. Unos y otros, sin embargo, conforman en la actualidad, en la provincia de Ciudad Real, el mundo de la investigación acerca de la Edad del Bronce. Sobre todo, a partir de sus más genuinos patrones de asentamiento, de poblamiento, de explotación económica y de control territorial: las motillas manchegas, o ¿morrillas¿ (especialmente en la Mancha Occidental y por su carácter de ¿morrilla¿ artificial, o elevación no natural, que contiene y da sentido, a una edificación de planta central, amurallada y fortificada, en torno a varios espacios abiertos, y bien comunicados mediante pasillos concéntricos y uso de rampas, a modo de ¿patios¿, en uno de los cuales se explota el acuífero superficial, mediante la excavación de un pozo artificial, entre otros rasgos), que no las ¿morras¿ (más propias de las caracterizaciones geomorfológicas de la geografía física de la Mancha Oriental, o en el oriente de la Mancha Occidental; aunque no solamente, ubicadas frecuentemente en cerros testigo, o en suaves elevaciones, sobre las que se edifican sus particulares estructuras pétreas y murales, que les dan forma en el paisaje arqueológico, aunque de manera algo distinta a la de las motillas propiamente dichas (según el paradigmático modelo de la Motilla del Azuer), y con diferenciable caracterización estructural-constructiva; sí, pero no tanto a niveles de su presencia, distribución, diversificación espacial, utilidad funcional, y recurso de explotación económica agro-pecuaria, que resultan ser -en el mundo de las morras-, paralelos a los de las motillas, y que junto con aquellas, también las morras eligen para su ubicación los mejores suelos, y más aptos para la agricultura y la explotación de una ganadería cada vez más estante, mediante la intensificación de la explotación de las tierras de secano (producción de cereales, especialmente cebada), tal vez ya con existencia de arado, y el desarrollo de una agricultura de regadío cada vez más intensificada, y próxima a los cauces, desplegada a lo largo de las áreas endorreicas, como tan bien parece ajustarse, particularmente en la Mancha Occidental y en algunas zonas de la provincia de Albacete (próximas a su capital, en El Acequión y su entorno), el área de implantación de las motillas, al hecho de la existencia y demarcación del acuífero superficial, mediante su presencia relativamente destacada en el paisaje de la Llanura. En ambos casos, los grupos de unos y de otros sitios son culturalmente semejantes, y mantuvieron -en uno y otros casos- un mismo origen en poblaciones inmediatamente anteriores, también autóctonas, desplegadas por el territorio total, de manera sedentaria y completamente campesina a partir de mediados de la Edad del Cobre (mundo pre y campaniforme), de fuerte substrato neolítico; y estuvieron sujetas a un mismo proceso histórico, también en sentido territorial, social, político, ideológico y mental, y de cambios, que les dieron el sentido histórico- prehistórico que les otorgamos. Sobre todo, a partir de un momento ya iniciado del II milenio ANE, y del propio proceso de desarrollo en La Mancha de la Edad del Bronce, con anterioridad a la llegada de los influjos o rasgos de la Cultura de El Argar. Tales ¿rasgos/influjos¿ forman parte de las consecuentes relaciones de intercambio a través de rutas específicas, y de sus momentos de uso, cambio y transformación a lo largo de todo el proceso histórico delimitado, sujetas a sus particularismos: de acceso, apogeo y declive. Sobre todo, como rutas de comunicación y de trasiego de productos y de mercancías entre zonas y regiones concretas, como las nombradas, y que fueron generándose, ampliándose, incentivándose, o abandonándose al sur de La Mancha, interviniendo de manera muy condicionante ¿creemos- en los cambios culturales durante todo el proceso histórico analizado: bien a través del noroeste de Jaén con el sur de Ciudad Real y hacia el norte provincial y viceversa (curso medio alto del Jándula, y Río Frío), bien vía norte-noreste (o la cuestión de la cuenca del Rumblar y de Peñalosa), hacia el valle medio-bajo del Jabalón y la llanura occidental, o hacia el Azuer y el Alto Guadiana y más allá, o viceversa igualmente; o bien vía Alto Guadalquivir/Guadalén, o Alto Segura-Mundo; incluso Alto Mundo-Vinalopó, hacia el Alto Jabalón/Alto Azuer, o hacia la cuenca del río Jardín y la llanura oriental manchega. Pero no solamente, también por el norte de Córdoba (Los Pedroches y el área de Cerro Muriano), a partir del Guadiana Medio y del bajo Guadalquivir-Andévalo; sin que obviemos, asimismo, las comunicaciones y contactos con el mundo de la Meseta, adscritos al Mundo Campaniforme (en su doble significación cultural y material-estilística), y al Mundo cultural de Cogotas-Cogeces, a partir del Bronce Pleno y Reciente, o Bronce Medio de la Meseta/Madrid (tras el definitivo final de la presencia campaniforme, y los comienzos de la presencia cultural-material de Cogotas en Ciudad Real, y del declive de la Cultura de El Argar, o supuesto ¿Estado argárico¿, en el Sureste, y Alto Guadalquivir/Rumblar-Peñalosa (hacia 1700-1600 cal. AC, postulamos la existencia de ese momento en el norte de Jaén y sur de Ciudad Real). Las poblaciones de esa etapa en Ciudad Real, no obstante, mantienen aún un fuerte sustrato de la edad del Cobre; aunque quizás ya no sean -en esas últimas fechas dadas-, como habían venido siendo hasta entonces (grupos tribales-segmentarios de familias exogámicas con prohibición del incesto y con matrimonios distinguidos, con importancia de la condición de género, de las mujeres, que, tal vez e igualmente, son, ahora, más consideradas socialmente que antes, y que los hombres, según los últimos estudios publicados al respecto en la Motilla del Azuer), que, a mediados y finales de la Edad del Bronce, lo parece (pues aún no se puede investigar lo suficiente en este sentido), formaron parte de un sistema de tipo tributario, servil y aristocrático, cuyos dirigentes (no productores), ejercieron la coerción y el sometimiento de esas poblaciones (productoras) desde su control directo (en poblados mayores y centrales, auténticos ¿puntos de red¿, o ¿puerta¿ y ¿salida¿ y de control de las rutas de tránsito y/o de intercambio, adquisición y reparto, de los productos agropecuarios ocasionados con un fin deliberadamente excedentario; por ejemplo, y de manera suficientemente intensiva, en el área ¿sectorial¿ de las motillas, aunque no solamente. También, aunque quizás con un carácter menos intensivo, en el de las morras), caso de los cereales como el trigo y la cebada, o de los productos secundarios derivados de la explotación pecuaria (pastoreo y/o estabulación); o desde la mediación de otros poblados (menores e intermediarios), o de otra definición de las restantes ocupaciones (en llano y en altura), caso de un tercer nivel de ocupación en cerros, con la implantación de fortines y torres (algunos de esos recintos protegen fuentes naturales). Sobremanera, a partir de la generalización de los grandes poblados centrales (como La Encantada ¿?), o castillejos (o del segundo momento en altura), tras unas primeras ocupaciones en cerros (del Cobre Final/Bronce Antiguo), a finales del III milenio cal. AC, y, sobre todo y de una manera absolutamente permanente en los del segundo momento, caso de La Encantada (fase 0-I), a partir del 2200/2000 cal. AC, Bronce Antiguo/Bronce Pleno, o poco después (hacia 1900-1800 cal. AC), que son también, las fechas dadas para los comienzos y el desarrollo de la edificación de las estructuras pétreas y concéntricas de la fortificación de planta central de las más antiguas motillas, caso del Azuer (fases 0-I y II), con el rango de mediana. Los poblados en altura, a diferencia de las motillas en el llano, se hallan situados y distribuidos de una manera transversal a lo largo de las serranías que delimitan la cuenca media-alta del Guadiana, y, en algunos casos y muy trascendentes, de un modo meridiano (por su condición de encontrarse ubicados en el lugar más elevado, próximo y estratégico de control visual de los principales pasos o accidentes orográficos entre cuencas), a lo largo y ancho de un paisaje de tipo ¿apalachense¿, o de alternancia entre serranías, valles y sus cursos fluviales principales (Guadiana, Jabalón, Tirteafuera¿) y/o secundarios (Azuer, Ojailén, Montoro, Tablillas, Fresneda¿), que asumen el poblamiento y sus patrones en la Edad del Bronce en La Mancha (Albacete-Ciudad Real). Un rasgo particular (poblamiento en llano y en altura) y general (con sus diferenciaciones, caso de la no existencia de ¿motillas¿ en otras regiones fuera de Castilla-La Mancha, y/o en otras provincias, que no sean las de Albacete, Ciudad Real y, tal vez, en Cuenca), que es propio, no obstante, de la Edad del Bronce Peninsular, con sus necesarias especificaciones y variaciones físicas (Levante, Sureste, Alto Guadalquivir, Extremadura, Meseta Sur). Unas y otras categorías de sitios, asentamientos y/o yacimientos ¿aislados¿ en Ciudad Real y en Albacete, dan sentido, y justifican, las investigaciones desplegadas. Especialmente, y en el último sentido, hemos destacado antes en Ciudad Real y por ello, a la Motilla del Azuer (Daimiél) y al Cerro de la Encantada (Granátula); cuyos contextos, marcos y problemáticas, justifican asimismo, el inicio y el transcurso de la investigación que presentamos, y que también ha tratado de dinamizar otras informaciones paralelas y complementarias, que conciernen más, a la etnografía, o a la historia y a la antropología.


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