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Resumen de El concepto de trauma. Del campo psicoanalítico a la semántica histórica

Ana Meléndez Vivó

  • El concepto de trauma se ha convertido en un lugar común de la cultura contemporánea. La propagación sin precedentes de tal noción por diferentes campos epistémicos y múltiples contextos culturales, tanto en su acepción clínica como en su sentido metafórico aplicado a acontecimientos históricos colectivamente percibidos como terribles y dolorosos, ha propiciado que el significante «trauma» se instituya en símbolo por excelencia de una gran variedad de experiencias vinculadas con la devastación y el sufrimiento, ya sean estas personales (violación, tortura, enfermedad, accidentes) o colectivas (genocidios, guerras, terrorismo, catástrofes naturales). La capacidad semántica del concepto para aprehender tal disparidad de vivencias junto con sus consecuencias, y además hacerlo en diversos sentidos (psíquico/histórico, literal/metafórico, individual/grupal, manifiesto/latente), hace del trauma un concepto absolutamente inestable y constitutivamente ambivalente en torno al cual se ha generado un intenso debate en el que convergen especialistas de disciplinas tan distintas como son la literatura, la psiquiatría, la neurobiología, la sociología, la antropología, el cine, la filosofía o la historiografía.

    Desde finales de los ochenta del pasado siglo «trauma» ha trascendido el ámbito de la salud mental para integrarse en las ciencias sociales y humanas. La generalización del concepto en la producción intelectual y académica ha llegado a tal punto, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo, que el trauma social se ha establecido como un campo de estudio autónomo cuyas preocupaciones centrales giran en torno a una pluralidad de problemas que abarcan desde asuntos ontológicos (¿cuál es la entidad del trauma psíquico? ¿es un fenómeno exclusivamente interno, un evento que acontece en el mundo externo, o quizá una combinación entre ambas opciones?), hasta cuestiones epistemológicas relacionadas con la naturaleza incognoscible del evento traumático, las vicisitudes de la memoria asociada a este y el papel de esta última en la formación de identidades individuales o colectivas. Todas estas problemáticas, entre las que también habría que incluir otras de índole moral ligadas al deber del reconocimiento social para con las víctimas, son hoy objeto de discusión en innumerables congresos y publicaciones, e incluso han propiciado la creación de institutos propios de investigación.

    Más allá del mundo académico, además, nuestras sociedades parecen instaladas en una especie de cultura del trauma. La actual circulación pública del término en sus diversas variantes (estrés postraumático, ataque de pánico, etc.) hace que se encuentre hoy también en la cotidianidad misma para describir situaciones de angustia, agitación o estrés. Eric Laurent atribuye esta situación a la falta de profundización en la problemática de la causa, resultado de la posición psiquiátrica hegemónica que tiende a prescindir de hipótesis explicativas sobre el origen y los mecanismos asociados a las patologías mentales, y a resaltar, en su lugar, la importancia de la metodología descriptiva de síndromes o conjuntos de síntomas inscritos todos ellos bajo el término «trastorno». A partir de la edición de 1980 del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-III), la nosología psiquiátrica se organiza en torno a un sistema clasificatorio de enfermedades que, como algunos sostienen, convierte los problemas cotidianos en categorías diagnósticas de acuerdo a determinados supuestos dados por una taxonomía superficial de síntomas tendente a la disolución de las entidades clínicas que nos permiten mantenernos en los parámetros teóricos de una clínica estructural.

    De modo que, tanto por el hecho de que el trauma social se ha instituido en una suerte de disciplina autónoma que convoca a su vez una gran disparidad de saberes y facilita el cruce entre diferentes disciplinas, como por el de la confusa y abusiva introducción del término «trauma» en el discurso popular y su consiguiente degradación científica, podemos afirmar que estamos ante un fenómeno de absoluta actualidad que necesita una clarificación conceptual y busca una nueva comprensión. Ahora bien, siendo imposible abordar la ingente cantidad de problemas que, desde diferentes aproximaciones, atraviesan y estructuran los estudios sobre el trauma, el objetivo de nuestra investigación se limitará a estudiar el desplazamiento del concepto del campo psicoanalítico a la semántica histórica desde una perspectiva primordialmente histórico-conceptual.

    Esto quiere decir que no nos ocuparemos de analizar o responder al sinfín de problemáticas que el uso del concepto entraña en las ciencias sociales y humanas. Más bien, nuestra intención será constatar que el cambio sustancial y gradual en la estructura semántica del concepto de trauma desde finales del siglo XIX hasta la última mitad del siglo XX no es una cuestión meramente lexicográfica, sino que el estudio de tal nomadismo conceptual permite vislumbrar el proceso histórico en el que se ha conformado la experiencia social de la temporalidad contemporánea. Aun cuando esto se acerque más a un uso metafórico que literal de los términos, aspiramos a demostrar que la integración de «trauma» en el discurso histórico puede entenderse como síntoma de un profundo cambio estructural, dispuesto a marcar época, en la articulación temporal de la experiencia y la expectativa.

    Desde el último tercio del siglo XX la sobredimensión moderna de la esperanza sobre el recuerdo se ha visto reemplazada por una nueva configuración sociohistórica que es, en algunos aspectos, analogable a los presupuestos temporales del trauma psíquico donde un presente sobrecargado de pasado cierra sus puertas al futuro. La experiencia de un tiempo histórico que dilata el presente a causa tanto del retorno insistente de los trágicos acontecimientos del pasado siglo (la obsesión memorialista), como de su revocada capacidad de proyectar promesas futuras de emancipación colectiva (el fin de las utopías), obliga a conformar una nueva epistemología para comprender las dinámicas de construcción y transmisión del pasado, en especial cuando estamos ante dichos sucesos traumáticos. La historia pierde entonces su condición de singular colectivo y es hoy en día objeto de un proceso de resemantización en el que «trauma» ocupa una posición central.

    A pesar de que trauma se convierte en un concepto crucial para el diálogo interdisciplinar a partir del pensamiento posterior a la Segunda Guerra Mundial, el cambio semántico sustancial que dio origen a su historia conceptual se remonta a finales del siglo XIX, cuando el término elevó su estatuto de categoría médico-quirúrgica a concepto psíquico a partir, principalmente, de las aportaciones freudianas al debate psiquiátrico de finales de 1880. Así, lo que nos ocupará en la primera parte del presente trabajo de investigación será reconstruir el conjunto de la teoría freudiana siguiendo la evolución semántica de la noción de trauma en el interior del edificio psicoanalítico. Nuestro propósito será mostrar que, tanto a nivel conceptual como a nivel clínico, la noción de trauma acogió, desde los Estudios sobre la histeria (1895) hasta Moisés y la religión monoteísta (1939), todas aquellas transformaciones relativas al síntoma, el inconsciente y el proceso de constitución del sujeto que se fueron sucediendo a lo largo de la vida y obra del ilustre vienés, aprehendiendo, asimismo, los diferentes contextos epistémicos e históricos en los que esta se inserta.

    Mediante el escrutinio de la cuestión del trauma en Sigmund Freud se pretende constatar no únicamente que sus contribuciones fueron más que decisivas para culminar el proceso de psicologización del concepto, llegando incluso a establecer un modelo sobre el trauma cuyos parámetros temporales, que siempre dependen de la combinación de una diacronía sustentada en huellas pretéritas de la infancia y una sincronía que opera en la producción de lo traumático, constituyen la base teórica de los estudios actuales sobre el trauma. Además, procuraremos demostrar que al final de su vida, en tiempos en los que la cultura europea asistía a su propia autodestrucción, Freud aplicó a la vida social el modelo epistemológico de temporalidad fragmentada en estratos activos que encarna el trauma psíquico en el plano individual, convirtiendo así al psicoanálisis en un modelo histórico-temporal del que se nutren gran parte de los análisis históricos y memorísticos contemporáneos sobre los usos del pasado.

    En la segunda parte de la investigación, de temática muy diferenciada, atenderemos a la semántica histórica elaborada por Reinhart Koselleck a propósito de su estudio de la Sattelzeit (1750-1850). Sirviéndonos del análisis de algunos conceptos modernos fundamentales llevados a cabo por el historiador alemán en el Diccionario histórico de conceptos político-sociales básicos en lengua alemana, nuestro principal cometido será ilustrar en qué medida un estudio histórico enfocado semánticamente revela que los cambios conceptuales pueden entenderse como respuestas lingüísticamente condensadas a desafíos históricos inscritos, asimismo, en determinaciones extralingüísticas que posibilitan y conducen toda historia posible. La investigación semántica deviene entonces en una suerte de metahistoria que se apoya preminentemente en dos categorías cuya relación determina la articulación del tiempo histórico: espacio de experiencia (antes, pasado) y horizonte de expectativa (después, futuro).

    En la medida en que en las últimas décadas han aparecido nuevos conceptos históricos («duelo», «culpa», «catástrofe») a la par que ha tenido lugar la resemantización de otros tantos («historia», «memoria»), nuestro objetivo será mostrar que las traumáticas experiencias históricas de los totalitarismos y los genocidios condensadas en el corto y trágico siglo XX conllevan una gramática temporal bastante distinta de la que se desprende de los análisis de los Grundbegriffe modernos, todos los cuales registraron, a la par que propulsaron, el proceso moderno de aceleración futurocéntrica propiciado por la emancipación del futuro respecto del pasado. Desde los últimos años del siglo XIX hasta mediados de los ochenta del pasado siglo tuvo lugar otra transformación no menos drástica que la acaecida en la Sattelzeit. Los conceptos paradigmáticos de la cultura contemporánea incubados en este nuevo umbral histórico (1880-1980) indican la cristalización de una experiencia temporal que ya no apunta a la planificación utópica del futuro, sino al estancamiento y la distopia; que ya no es lineal, sino multidimensional; y que ya no es sucesiva, sino recursiva. En la conclusión al trabajo de investigación valoraremos la posibilidad de que «trauma» sea uno de estos conceptos.

    Inscribimos esta investigación en el marco teórico de Begriffsgeschichte koselleckiana en al menos tres sentidos diferentes. En la medida en que trauma es un concepto que remite a distintos objetos en diferentes momentos y se vincula con problemas, usos y dominios variados, en la primera parte de la tesis emplearemos la historia conceptual como herramienta metodológica para sortear dos escollos hermenéuticos: violentar el complejo y cambiante campo conceptual en el que Freud va construyendo su obra, y naturalizar el concepto de trauma en los diferentes momentos del proceso de edificación de la teoría psicoanalítica, como si este poseyera una esencia metafísica eterna capaz de estar en posesión de una vida autónoma. En segundo lugar, emplearemos la historia conceptual como diagnóstico del teleologismo progresista moderno, así como de su crisis y posterior sustitución por un nuevo régimen de historicidad. Por último, será asumiendo el concepto de «concepto fundamental» [Grundbegriff] que hay en Koselleck, y atendiendo al debate académico actual sobre la necesidad de actualizar el programa de la historia conceptual para que pueda ser aplicada a la historia del siglo XX, como se investigará la posibilidad de que trauma sea un concepto histórico del siglo XX.


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