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Resumen de Usos y definición espacial del libro en las residencias nobiliarias castellanas: los Mendoza

Cristina Pérez Pérez

  • español

    En torno al siglo XIV comenzaron a producirse una serie de cambios socioculturales que situaron la cultura libraria como un elemento destacado en la construcción de la identidad nobiliaria. El libro adquirió un papel protagonista dentro de la vida cortesana, cumpliendo su función como elemento para la formación de sus miembros, pero también como símbolo de su estatus. En paralelo se desarrolló una renovación arquitectónica a través de la cual las residencias se adaptaron a un nuevo modo de vida en el que primaba el confort y la construcción de un lenguaje simbólico que expresaba la magnificencia del linaje de sus habitantes. En este contexto, las colecciones librarias se situaron primero en salas polifuncionales adaptadas mediante mobiliario y ornamentos para su uso y custodia, para, seguidamente y de forma paulatina, en estancias especificas: los estudios y las bibliotecas.

    A pesar de la importancia de este proceso, existe un llamativo vacío informativo al respecto debido a la escasez documental y la parquedad de los testimonios conservados, pero también, al relativo desinterés mostrado por el tema por parte de los historiadores, tanto de la arquitectura como del libro, que han desatendido los aspectos que tienen que ver con el desarrollo de los espacios del libro.

    El presente estudio se plantea como objetivo identificar la presencia del libro en las residencias palaciegas castellanas, reconociendo los espacios en los que tuvieron lugar los ceremoniales ligados a las colecciones librarias, así como las estancias cuyo uso se especializó para la custodia y utilización de los volúmenes.

    Dada la extensión del tema, el trabajo se centra en uno de los linajes castellanos más relevantes de la Baja Edad Media, los Mendoza, por ser de capital importancia en el desarrollo de la cultura libraria y de la introducción en Castilla de las renovaciones artísticas. Para ello, se han analizado los miembros principales de la familia en relación con el tema y cronología que nos ocupa: el I marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, fundador de la colección libraria e iniciador de obras tan relevantes de nuestra arquitectura medieval como el castillo de Manzanares el Real; su sucesor, el I duque del Infantado, Diego Hurtado de Mendoza, quien intervino también en el castillo madrileño y estableció la biblioteca familiar como un bien inalienable del patrimonio del mayorazgo; Pedro González de Mendoza, el gran Cardenal, quien siguió la tendencia familiar erudita, llevando a cabo reuniones literarias y conformando una biblioteca propia; él construyó sus casas en un solar familiar de Guadalajara, la misma ciudad en la que su sobrino, Íñigo López de Mendoza, II duque del Infantado, levantó el palacio que adoptó el nombre del ducado, marcando un hito en la arquitectura de su época.

    Los tres ejemplos arquitectónicos mencionados han sido objeto de estudio con el fin de identificar los lugares destinados al uso y custodia de la colección libraria mendocina: la documentación permite deducir la presencia de un espacio destinado a la escritura y lectura en Manzanares el Real; en el palacio del Infantado varias de sus salas son susceptibles de haber tenido la función de espacio para albergar y usar los libros; y en el caso de la casa del Cardenal, parece claro que existió una sala para dicho fin, pero la desaparición del edificio y la escasez documental dificultan el estudio. Sin embargo, un inventario de la colección familiar datado en 1575, época del IV duque, habitante de este palacio durante largas temporadas, ha permitido identificar la morfología de la biblioteca de dicha residencia.

    La presente tesis doctoral responde a todas estas cuestiones, las cuales reafirman la importancia de la cultura libraria en el ámbito nobiliario de finales de la Edad Media, propiciando el desarrollo de los espacios del libro en las residencias palaciegas, proceso que cristalizó plenamente ya en el siglo XVI.

  • français

    À la fin du Moyen Âge, une série de changements socioculturels ont commencé à se produire qui ont placé la culture des bibliothèques comme un élément de plus dans laconstruction de l’identité de la noblesse. Les collections acquièrent un rôle pertinent dans la vie de la cour, remplissant la fonction de formation de ses membres et, en parallèle, se constituent comme un élément symbolique de statut, qui affirme la condition savante de ses détenteurs et leur position sociale. Au même temps, une rénovation architecturale a lieu à travers laquelle une série de changements sont introduits dans la structure des résidences. Il s'agit de l'adaptation des châteaux, des maisons urbaines et de palais à travers des pièces qui s’ajustent à un nouveau mode de vie où règnent confort et commodités quotidiennes, ainsi que des espaces dans lesquels se développe un cérémonial de cour de plus en plus complexe. En outre, un langage symbolique est construit pour exprimer la magnificence de la lignée de ses habitants à travers de grandes salles d'apparat dans lesquelles se déroulent des actes représentatifs du pouvoir, l'usage d’une profusion décorative, à la fois à l'intérieur et à l'extérieur, dans laquelle abondent les éléments héraldiques et allégoriques qui exaltent le pouvoir familial et par une projection du bâtiment vers l'extérieur à travers des façades monumentales et des réformes urbaines. Dans ce contexte, les collections de la bibliothèque étaient situées dans différentes pièces de la résidence, multifonctionnelles par nature et adaptées aux différents besoins grâce au mobilier et aux ornements, de sorte que, progressivement, les pièces ont été adaptées à l'utilisation et à la conservation des librairies, développant ainsi les salles avec une fonction spécifique : les cabinets de lecture et les bibliothèques...


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