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Resumen de Verdad y muerte. Filosofía frente a cosmovisión en el primer heidegger (1919-1929)

Jaume Farrerons Sanchez

  • El enunciado “la muerte es la verdad de la existencia”, que culmina la ontología fundamental de Sein und Zeit como totalización del Dasein, puede desempeñarse racionalmente en el marco del paradigma del lenguaje vigente y siguiendo la metodología de la ética dialógica en cuanto pretensión de validez vinculante. Dicha fundamentación permite hipotéticamente restaurar la vigencia del paradigma de la vida/praxis y la metodología fenomenológico-hermenéutica del primer Heidegger (1919-1929). El retorno al paradigma de la vida exige, además, un cambio de metaparadigma: la verdad filosófica, es decir, el sentido de la verdad que posibilita todo enunciado verdadero, no es lo buscado, sino lo rehuido. La hermenéutica constituye un proceso de desenmascaramiento y deconstrucción de las mentiras u olvidos que han enterrado la verdad filosófica bajo sucesivos estratos de conceptos metafísicos, políticos y religiosos. El postrero imaginario con que se pretende ocultar, tapar o negar la verdad filosófica es “el fascismo” en tanto que “mal radical” cuya objetivación histórica sería “el Holocausto”. La comprensión de la verdad filosófica comporta una crítica de la ideología actual y una reinterpretación de la historia de la razón desde las mitologías paganas indoeuropea, germánica y griega en la forma de una lingüistificación/secularización de lo sacro que debe saltar por encima de la herencia judeocristiana. El “fascismo” representaría así la consumación de dicha secularización, articulada conceptualmente por la filosofía de Heidegger y plasmada políticamente por el régimen nacionalsocialista. Este hecho permite comprender el compromiso político de Heidegger desde la perspectiva del propio Heidegger por muy incómodo que resulte a los filósofos actuales. Heidegger es, sin lugar a dudas, el filósofo más importante del siglo XX. El fascismo no se halla sólo en su vínculo personal con el partido nacionalsocialista, sino en el centro de su pensamiento. Las condenas meramente políticas de la filosofía heideggeriana no son filosofía y conducen a la adopción de pautas de conducta antidemocráticas. La filosofía tiene como tarea reincorporar el reto de la ontología fundamental a una teoría de la comunidad de diálogo que opere como fundamento de la democracia. Si la democracia no es capaz de asimilar el carácter racional del enunciado “la muerte es la verdad de la existencia”, este rechazo no supondrá sólo un mero fraude moral e intelectual entre los muchos otros que caracterizan el devenir de la metafísica, sino la desaparición de la democracia misma.


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