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Resumen de Biogeografía de la conservación de la endemoflora bética

Francisco J. Pérez García

  • El área mediterránea ha sido reconocida como uno de los puntos calientes de biodiversidad mundial. Dentro de esta, las sierras béticas destacan como localidades de gran riqueza y endemicidad vegetal. La profusión de plantas endémicas ha permitido que el territorio haya sido reconocido como una unidad biogeográfica bien delimitada. Estos endemismos tienden a concentrarse en las disyuntas áreas de alta montaña, que han sido descritas como ¿islas de altura¿. La caracterización de las relaciones entre los integrantes de dicho ¿archipiélago¿ y la identificación de centros de endemismo es fundamental, no solo desde el punto de vista biogeográfico, sino también de cara a la conservación de la biodiversidad.

    Basándose en bibliografía, pliegos de herbarios y la propia experiencia de campo, se elaboró un listado de la endemoflora orófila bética, detallándose su presencia/ausencia en cada una de las 28 sierras con territorios de alta montaña (pisos oro- y crioromediterráneo, en la práctica por encima de los 1.800 m.s.n.m. aprox.). Para revelar las similaridades entre las áreas tratadas, para identificar centros de endemismo, se aplicaron técnicas de agrupamiento fenético (análisis clúster, media recíproca y UPGMA) y análisis de parsimonia de endemismos (PAE).

    La endemoflora orófila bética, que asciende a 253 taxones de rango específico o subespecífico, pertenecientes a 130 géneros y a 34 familias. Este cortejo florístico está irregularmente repartido en las localidades que ocupa. No obstante pueden identificarse cinco centros de endemismo, constituidos por las sierras silíceas del sector nevadense, las granadinoalmijarenses, las maginenses, las cazorlenses y las de la comarca de los Vélez. El rasgo más destacable de las sierras béticas es la diferencia florística entre las montañas calcáreas y las silíceas. Los territorios calcáreos poseen una endemoflora más diversificada y muestra una polarización entorno a un eje SW-NE. Las causas de esta peculiar disposición viene dada por factores, tanto ecológicos como históricos (especialmente de índole paleogeográfica y paleoclimática).

    En la actualidad existe una crisis de biodiversidad que está acarreando la extinción de especies. De cara a proteger el patrimonio vegetal sito en la cordillera bética, la actual legislación ha propuesto una red de espacios protegidos, muchas de ellas incluyen territorios de alta montaña. De cara a evaluar la actual red de reservas y proponer una selección de reservas y examinar las características biogeográfica de dicha selección aplicamos a la endemoflora orófila de las sierras béticas varios algoritmos heurísticos (ResNet) y meta-heuristicos (MARXAN y RTS), a la ya mencionada matriz de endemismo orófilos.

    La completa protección de la endemoflora orófila bética requiere de la preservación de al menos 13 sierras, entre las que destacan como claramente prioritarias Sierra Nevada, Las Nieves y Gádor. La actual red de parques naturales da amplia cobertura a las localidades más importantes desde el punto de vista florístico, si bien persisten tres grandes carencias: Gador, La Pandera y La Guillimona. La selección de localidades para la conservación de la flora está estrechamente vinculada a la distintividad biogeografía. Esta última aparece como una condición imprescindible a una propuesta de priorización adecuada.

    Las relaciones especie-área es uno de los temas de estudio más comunes en ecología, habiéndose propuesto numerosos modelos explicativos. La mayoría de los trabajos entre taxones y área adoptan el nivel específico, nuestro trabajo exporta este concepto a otros niveles de organización de la biodiversidad y analiza las relaciones comunidades-área en las montañas béticas en los cuatro niveles de la jerarquía sintaxonómica. Con tal fin, se elaboró una matriz presencia/ausencia de la vegetación orófila bética, análoga a la de taxones, pero de sintaxones. Este trabajo también tuvo por objetivo estudiar la diversidad de comunidades del mismo modo que se estudia la diversidad taxonómica. Para evaluar el ajuste de los datos a los diferentes modelos se recurrió a coeficiente de regresión (R2) y al Criterio de Información de Akaike (AICc). La altura máxima de una sierra fue adoptada como subrogado de la diversidad de hábitats. Se evaluó se evaluó la ¿diversidad sintaxonómica¿ en analogía con la diversidad taxonómica de Clarke & Warwick.

    En las áreas de alta montaña bética están presentes 94 asociaciones, pertenecientes a 43 alianzas, 36 órdenes y 25 clases. Los índices calculados muestran que existe un mayor ajuste entre la riqueza en sintaxones y los parámetros estudiados (superficie y altura máxima) en un modelo semi-log que al log-log. Además, los patrones de dicha riqueza se acoplan mejor a la altura que a la superficie, aunque son valores que indican un mejor ajuste, se logran considerando ambas variables. Los resultados confirman un gran ajuste entre la riqueza en sintaxones y en la cuantía de la endemoflora presente en cada sierra. Dicho ajuste es mayor cuanto más elevado es el nivel sintaxonómico tratado.

    La vegetación orófila bética posee unos patrones de riqueza y diversidad con numerosas similitudes con los de la endemoflora. Así, la radical diferencia florística entre las localidades silíceas y las calcáreas, y la mayor diversificación de estas últimas, tienen su reflejo también en las comunidades vegetales. De manera que existe una (casi) cuádruple coincidencia entre i) distintividad biogeográfica; ii) riqueza y la singularidad en endemoflora; iii) riqueza y singularidad en sintaxones y iv) diversidad y distintividad sintaxonómica. Estos resultados muestran la compatibilidad, entre los enfoques basados en las especies y los basados en las comunidades, para la preservación de la biodiversidad.

    El estudio del componente endémico de una flora es fundamental para su correcta interpretación, así como, para las medidas de gestión medioambiental. Se procedió a elaborar la lista patrón de las endemoflora bética y la de su ¿cordillera hermana¿, recopilando la información procedente de diversas fuentes.

    La endemoflora bética consta de 403 taxones de nivel específico y subespecífico, pertenecientes a 169 géneros y a 40 familias. Mientras que la rifeña, asciende a 100 taxones especies y subespecies, perteneciente a 63 géneros y a 25 familias. Ambos cortejos florísticos poseen numerosas similitudes en sus espectros taxonómico y biológico, así como en la agrupación dentro de taxones de rango superior y en su tasa de endemicidad.

    El grueso de las prioridades de conservación de ambas endemofloras, lo forman los hemicriptófitos y el conjunto de los biotipos no-leñosos. La endemoflora bética concentra la mayor parte de sus taxones en formaciones de matorral serial basófilo, comunidades rupícolas y glerícolas. Lo cual está en consonancia con un enfoque ¿geoecológico¿ de la endemicidad, donde los ambientes estresantes promueven la existencia de taxones endémicos.

    Los gradientes observados a medida que se asciende una montaña brindan una oportunidad de testar hipótesis, sobre la distribución y abundancia de especies, de manera que los cambios altitudinales se reflejan fidedignamente en cambios en el clima. De cara a elucidar los patrones de distribuciones altitudinal y sus causas, se consideró la totalidad de la flora bética y sus rangos altitudinales.

    El conjunto de la flora bética muestra un patrón de distribución altitudinal unimodal asimétrico, no ajustable al modelo del domino medio y que tiene por conductor primordial el compromiso entre temperatura y disponibilidad hídrica. También deben considerarse el papel de las perturbaciones antrópicas (en las zonas basales), así como efectos de dinámica ambiental junto con la combinación de la aleatoriedad y las constricciones geométricas (en las zonas cacuminales). Al contrario que en el caso de la totalidad de la flora, la endemoflora bética presenta un patrón de distribución altitudinal unimodal simétrico, ajustable al modelo del domino medio, cuyos factores moduladores claves varían en los extremos del dominio: en el inferior, predominan los efectos evolutivos y/o de fuente¿sumidero, mientras que en el superior prevalece un modelo de dinámica ambiental. El componente alóctono de la flora bética muestra un patrón de distribución altitudinal de descenso monotónico. Como cabía esperar, las perturbaciones antrópicas aparecen como el conductor primordial de esta subflora.

    El máximo de riqueza del conjunto de la flora bética, se registra en el intervalo 700¿800 m, en un contexto de gran reemplazamiento de especies, escasa cuantía en los ganancias/pérdidas de estas y anidación reducida.


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