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El proceso de la enfermedad desde el enfoque de género: una reflexión sociológica del caso valenciano

  • Autores: María Eugenia González Sanjuán
  • Directores de la Tesis: Antonio Ariño Villarroya (dir. tes.), Josepa Cucó i Giner (codir. tes.)
  • Lectura: En la Universitat de València ( España ) en 2007
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: María Ángeles Durán Heras (presid.), Rosario Fernández-Coronado González (secret.), María Luisa Moltó Carbonell (voc.), Rosa Maria Martin Torrens (voc.), Capitolina Díaz Martínez (voc.)
  • Materias:
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • El estudio se ha realizado a partir del análisis de materiales de distintas fuentes y carácter: de una parte, los procedentes de estadísticas y encuestas, que constituyen las fuentes secundarias y la información cuantitativa; de otra, los obtenidos mediante la realización de entrevistas y grupos de discusión, que representan las técnicas cualitativas aplicadas. Se ha elegido el síndrome de la fibromialgia para descubrir los condicionantes de género en la producción social de la enfermedad. Las conclusiones principales del estudio han sido: 1. Las mujeres valencianas viven más que los hombres valencianos, pero peor, porque presentan más discapacidades y sufren más trastornos. Las condiciones de vida que se derivan de los roles desempeñados y los elementos diferenciales que operan en la construcción sociocultural de las identidades masculina y femenina son determinantes en la evaluación de la salud personal.

      2. Las situaciones más ventajosas mejoran la salud la población, especialmente de la femenina. Se observa que las mujeres situadas en los estratos sociales más altos presentan un nivel de salud que se equipara o incluso supera al de los hombres.

      3. La salud autopercibida de los varones está estrechamente asociada a su situación laboral y en menor medida a su situación familiar. Los hombres parados presentan un nivel de salud inferior al de los ocupados, mientras que la salud de los separados y divorciados es similar a la de los que viven en pareja.

      4. El- trabajo doméstico supone riesgos para la salud pública a los que se debe prestar atención. Las amas de casa evalúan su salud peor que las asalariadas, pero no son el colectivo que peor la evalúa, que corresponde a los que en la encuesta se declaran amos de casa. El análisis demuestra que procede sustituir la denominación de "síndrome de ama de casa" por la de "síndrome de ama de casa devaluada".

      5. Las consecuencias de la doble jornada sobre la salud son bastante complejas. No obstante, existe mayor evidencia de que tener un empleo favorece la salud de la mujer.

      6. NO se deben subestimar las consecuencias sobre la salud de las denominadas cargas familiares. Y no sólo porque las mujeres que atienden a una persona mayor dependiente tienen una salud más deficiente, sino también porque las que cuidan de otros, bien sean niños o ancianos, descuidando la salud propia.

      7. La progresiva incorporación de las mujeres al espacio público promueve la adopción de hábitos y estilos de vida que dañan la salud. No hay lugar a dudas en el caso del hábito tabáquico, que se extenderá en la población femenina tanto como en la masculina, o incluso más, e irá convirtiéndose en una adicción asociada con más fuerza a las mujeres en peores circunstancias sociales y materiales.

      8. Es previsible que se produzcan cambios epidemiológicos que acorten las diferencias en la esperanza de vida entre ambos sexos. Las mujeres comparten cada vez más los mismos factores de riesgo que los hombres. Prueba de ello es que si los cánceres asociados al tabaquismo han sido demostradamente más elevados en los hombres, esta razón de género favorable a las mujeres ha empezado a cambiar hacia una mayor igualdad.

      9. Las mujeres declaran más morbilidad y frecuentan más las consultas, pero los hombres reciben más tratamiento hospitalario. Esta paradoja puede revelar un trato discriminatorio en el esfuerzo terapéutico.

      10. Las mujeres desempeñan un papel cardinal, durante el proceso de enfermedad de los miembros de su familia. En efecto, en la trayectoria de enfermedad de las personas con fibromialgia se produce una invisibilidad casi total de los hombres de la familia, mientras que el papel de las mujeres es fundamental, sobre todo cuando son varones los que enferman.

      11. Hombres y mujeres parecen pertenecer a dos culturas de la salud diferentes. En primer lugar, la cultura dominante de los varones está muy impregnada de estereotipos de género (el hombre debe ser fuerte, aguantar); de ahí que posterguen la búsqueda de ayuda profesional y sean más proclives a la automedicación. En segundo lugar, esa cultura masculina les hace más remisos a que los expertos les impongan cambios en su estilo de vida, que pasan por renunciar a unos hábitos muy arraigados en su género. En tercer lugar, los hombres temen más al diagnóstico, a padecer una enfermedad grave, y se resisten a que los médicos certifiquen su malestar como un rol social oficial que ponga en peligro su papel de proveedor económico y dañe su status. Por su parte, las mujeres aceptan mejor el rol de enfermas y se alegran al recibir el diagnóstico, porque con ello dejan de sentirse neuróticas.

      12. La construcción social de género configura una relación médico-paciente distinta. Las mujeres acatan mejor las indicaciones de los médicos, con los que mantienen una relación más paternalista; en cambio, el comportamiento de los hombres se corresponde con el modelo clientelista, en el que se concibe la consulta como una transacción de mercado. Además, a las mujeres se las medicaliza más con psicofármacos, lo que parece constituir un sesgo de género inconsciente que denota la dificultad de separa el prejuicio de la actuación clínica.

      13. La trayectoria de la enfermedad es diferente y desigual. Es indiscutible que la fibromialgia transforma la vida de ambos, pero hay algo que les diferencia profundamente: la culpabilidad que sienten las mujeres. Además, las mujeres son objeto de discriminación por parte de los médicos, de su familia y de las redes de sociabilidad, que dudan de la veracidad de sus quejas.

      14. El análisis de las diferencias por sexo debe combinar la esfera biológica, la psicológica, la social y la cultural. En este último sentido es fundamental el que la imagen de mujer como madre puede ser difícil de compatibilizar con la imagen de mujer como persona, con su derecho a definir por sí misma su proyecto vital.

      El estudio realizado muestra que en la salud y la enfermedad se producen diferencias y desigualdades de género y, también, diferencias y desigualdades intragénero.


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