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El callejero histórico de Alicante: de la II República a nuestros días: lugares de historia y de memoria

  • Autores: Jordi Henales Salamanca
  • Directores de la Tesis: José Miguel Santacreu Soler (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante ( España ) en 2017
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Rosa Monlleó Peris (presid.), Rafael Sebastiá Alcaraz (secret.), Agnieszka Kłosińska-Nachin (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad de Alicante
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: RUA
  • Resumen
    • 1. Introducción.

      El nomenclátor de las calles no es solamente un instrumento de racionalización del espacio público, es decir, una manera de facilitar la conexión del entramado urbanístico y que permite prestar a los ciudadanos un servicio que propicie un uso mejor de la ciudad al ubicar de una forma más sencilla las viviendas de cada habitante y los servicios administrativos necesarios en todo núcleo habitado. Es mucho más que eso, pues cada calle lleva consigo una idea previa, pensada y recapacitada y cargado, cómo no, de un simbolismo político que ha ido conformando con el paso del tiempo, en los diferentes regímenes políticos, la evolución de la ciudad de Alicante.

      Las calles se convierten en parte de nuestra historia, con ellas se puede estudiar el devenir histórico y conocer acontecimientos y hechos clave en la historia de nuestro país, comunidad y ciudad. Se convierten en una especie de mapa que ayuda a comprender la evolución de la urbe, sin embargo, al estar sometida al deseo político, los cambios marcan la evolución de la misma, dejando en muchos casos cicatrices, huellas que permiten seguir los pasos acaecidos entre el régimen actual y el anterior.

      Así pues, la ciudad se convierte en parte de nuestra forma de vida, creando una memoria colectiva en sus habitantes. Para entender a dónde se pretende llegar con esta afirmación, un ejemplo básico ayudará a comprenderlo. Debido a los acontecimientos ocurridos en España desde 1931 hasta la actualidad, con la sucesión de diferentes regímenes políticos totalmente contrapuestos, podremos ver en este trabajo, que en cada época ha habido un callejero para cada momento. Eso quiere decir que las calles que transitaban nuestros abuelos, no son las mismas que las que transitaban nuestros padres y mucho menos por las cuales caminamos en la actualidad. No me refiero al cambio físico que puede experimentar una calle (cambio de sentido, ampliarse, menguar, etc.), sino a su nomenclatura.

      Cada régimen político lleva consigo una serie de actuaciones con su llegada a las esferas de poder. En primer lugar, se dispone de la eliminación de aquél callejero que no encaje con la carga política que trae consigo, es decir, con su ideología de base, para, a continuación, rotular implantando la nueva ideología imperante del momento. Con esto se pretende crear una memoria colectiva, es decir, englobar a los habitantes de una ciudad con una doctrina o pensamiento común a todos. No nos referimos en este trabajo al concepto de memoria colectiva o individual en contraposición o apoyo de la historia, es decir, si ambos sirven para el desarrollo y acontecimiento de la historia, trabajos ya realizados por ejemplo por Maurice Halbwachs, Jacques Le Goff, Pierre Nora o Tzvetan Todorov, entre otros, y que han servido de base como bibliografía básica para la elaboración de este trabajo. No debemos de pasar por alto que convive la memoria individual con la memoria colectiva. Y, ¿por qué es importante este fenómeno de creación de una memoria colectiva? Este proceso tiene como idea fundamental crear una ideología común, es decir, crear una identidad nacional a la que el resto de ciudadanos puedan aferrarse. Este tema ha sido bien estudiado por José F. Colmeiro (2005:17).

      Esta memoria colectiva, que otorga continuidad al pasado con el presente y une imaginariamente individuo y colectividad, es construida socialmente, como la base para el mantenimiento de un sentido de identidad cultural. La memoria colectiva se hace necesaria como construcción ideológica para dar un sentido de identidad al grupo, a al comunidad, a la nación, hasta tal punto que se llega si es preciso a “inventar” la memoria para mantener y reforzar esa continuidad.

      Sobre este tema entraremos con más detalle en capítulos siguientes, pero hay que tener presente que tanto la República como en el Franquismo, se llevó a cabo el mismo proceso, es decir, el de la creación de una memoria colectiva, con el uso de la historia, de mitos, símbolos y mártires, para así, de este modo, crear un vínculo con la sociedad, tener una ideología a la que adherirse y sentirse identificado. Y como veremos, analizaremos el éxito o fracaso en las diferentes etapas. Pues como bien señala Francisco Sánchez Costa (2009:6): Por otro lado, el nomenclátor proyecta una determinada narrativa, que empapa y moldea la conciencia histórica e identitaria de la ciudadanía. Es decir, los nombres de las calles reflejan la memoria y la identidad colectiva, pero más todavía, pretenden establecerla y configurarla.

      Cuando se habla aquí de memoria individual o colectiva, se hace en conexión con el ámbito político e ideológico de un grupo en cuestión, aludiendo también a la historia. De este modo, estaríamos ante la creación de una cultura política y una cultura histórica que influyen en la elección del nomenclátor, para así, difundir el nuevo ideal nacional con el que identificarse. Para tener un primer acercamiento al concepto de cultura política, ha apuntado lo siguiente Miguel Ángel Cabrera (2010:22): Las culturas políticas son el producto de las experiencias pasadas de la sociedad y de la sedimentación histórica de valores, creencias y actitudes políticas que se transmiten de generación en generación a través de la socialización política de las personas. Éstas adquieren e interiorizan la cultura política en el transcurso de su incorporación a al sociedad, mediante un proceso de aprendizaje y de transmisión que llevan a cabo los diversos agentes o medios de socialización, entre los que destacan la familia, la escuela, el servicio militar, los medios de comunicación y los propios partidos políticos.

      De ahí que con esta afirmación, comprendamos mejor que el callejero se convierte en un medio de socialización esencial, con el cual se pueden difundir valores, ideas y sentimientos. No es de extrañar, como se verá más adelante, que nada más acceder al poder, desde el Ayuntamiento se lleva a cabo los primeros cambios de rotulación.

      Se desarrollará en este trabajo en los siguientes capítulos, cómo los diferentes regímenes, con la rotulación del nomenclátor, se pretenden crear una memoria específica, una memoria que englobe a la población y la haga partícipe del nuevo proyecto político. Véase los ejemplos durante la República de la rotulación de calles con el nombre de 14 de Abril, 1 de Mayo o Manuel Azaña y en el franquismo las calles de Generalísimo, Francisco Franco o 18 de julio.

      Los cambios de nombres suponen una modificación precedida por un cambio político, la llegada de una nueva elite que pretende inculcar una nueva idiosincrasia. Cada marco político nuevo, supone también una utilización de la historia en pos de su beneficio, en ocasiones una cierta alteración intencionada que busca un objetivo definido, que en este caso hablamos de crear una memoria colectiva, que evidentemente, está en contraposición de la memoria colectiva que pretendió instalar el régimen anterior. Pero, ¿por qué sigue siendo tan importante la rotulación de calles con cada cambio de régimen político? A esta pregunta, responde acertadamente Fernando Sánchez Costa (2009:8): Todo nuevo sistema político propugna un cambio en la identidad ciudadana y nacional y ello exige inmediatamente una relectura de la historia del grupo. Un nuevo futuro requiere un nuevo pasado. Además, el cambio del nomenclátor es un rotundo acto de propaganda, un modo nítido de transmitir a los ciudadanos que ha cambiado el regidor del espacio público. De este modo, el callejero se convierte en una especie de lienzo en blanco, en el cual, la elite política tiene capacidad para plasmar en él la ideología imperante del momento. Es cierto que no todas las calles responden a un criterio ideológico definido, sino que algunos responden a la mera necesidad de rotular una determinada calle de una manera u otra. Véase el ejemplo de calles con la toponimia y la geografía de los diferentes pueblos o accidentes geográficos de la comarca. Contraponiendo este ejemplo, encontramos la rotulación de personajes ilustres de uno u otro régimen, de acontecimientos históricos que marcan la historia del país o de la ciudad en cuestión y como no, los mártires y los mitos de uno u otro bando, claves para fomentar la adhesión de un grupo al gobierno de turno. Como bien apunta Fernando Sánchez Costa (2009:5): Al nombrar una calle se produce un “desplazamiento semántico”, se recubre con un significado novedoso un lugar físico que en si mismo no tiene significación simbólica alguna. Desde el momento en que se impone, por ejemplo, el nombre de un personaje histórico a una vía, el lugar físico queda vinculado a la dicha figura histórica, la refiere y la hace presente. Se ha convertido en un lugar de memoria. De este modo, el espacio urbano, por sí mismo neutro, llega a ser una red de referencias y evocaciones, y gana así profundidad, color e interés.

      Continuando con el mismo criterio, observaremos en los apartados siguientes que la elección de un nombre para una determinada calle responde también a otros aspectos a tener en cuenta, como por ejemplo la localización y ubicación de dicha calle, es decir, si es céntrica, si está cerca de los sectores económicos y financieros de la urbe, si dicha calle es transitada, lo cual sirve perfectamente para que la mayor parte de la población de la ciudad sea testigo del cambio y la pueda contemplar, etc. Véase el ejemplo en todas las ciudades y pueblos de España, dónde se situó la calle Generalísimo, siempre en zona céntrica, la más importante, teniendo acceso a lugares clave de la ciudad y donde puede ser observada por el mayor número de personas. Como demuestra este ejemplo, la intencionalidad es bastante clara.

      La elección de un nombre para una determinada calle, trae consigo una fuerte carga política, en muchos casos cargados de unos valores políticos, míticos y simbólicos que pretenden, en cada momento histórico crear un espacio simbólico para sus habitantes. No es un tema baladí, pues este problema persiste en la actualidad, con calles cuyos nombres pueden resultar hirientes para sus conciudadanos. Este trabajo pretende demostrar la clara intencionalidad de los gobernantes a la hora de determinar un nombre específico y la carga ideológica que tiene. No obstante, también se pretende verificar el éxito o fracaso de cada gobierno con el paso del tiempo, es decir, no todas las calles republicanas fueron eliminadas, algunas subsisten y no todas las calles franquistas perviven, sino que algunas han pasado al olvido y han sido sustituidas por otras más democráticas o menos hirientes para los habitantes. Sin embargo, queda mucho por hacer, pues todavía quedan nombres rotulados que distan mucho de ser los más aptos para coexistir en una sociedad democrática, y muchos otros desaparecidos que no hicieron mal alguno y que podrían representar unos ideales aptos en la actualidad.

      Como se puede apreciar, la acción de rotular responde a un criterio político bien definido, en el cual los gobernantes del momento, los que rigen el quehacer diario de una ciudad, tienen una responsabilidad inmediata, pero tampoco debemos olvidar que en muchos casos, algunas calles son rotuladas o eliminadas mediante petición popular.

      Siguiendo este criterio, se puede pensar que durante la II República el criterio popular tuvo mucho que ver, que en cierto modo sí y más cuando a partir de las elecciones de 1936, acceden al Ayuntamiento comunistas y anarquistas, permitiendo en este momento el acceso a la ciudadanía a los plenos municipales, en los cuales al final del pleno, el pueblo tenía voz a la hora de expresar su opinión, queja o sugerencia. Eso no implica una revolución a la hora de eliminar o rotular de forma arbitraria, sino que como veremos más adelante, se siguen unas pautas y unos criterios definidos y no se accede a todas las demandas.

      Del mismo modo, se puede pensar que durante el período franquista, la ciudadanía no tuvo ningún peso a la hora de nombrar calles, que en su defecto fue así en la mayoría de los casos, sin embargo, encontramos peticiones de la ciudadanía y al igual que en la República se accederá a ese deseo o no, siguiendo también unas pautas, en este caso mejor definidas que en el período anterior.

      Para realizar este proceso, cada régimen específico se ve envuelto en la problemática de borrar parte de la historia de la ciudad con la eliminación sistemática del nomenclátor anterior que va en contra de su ideología política. Es decir, tenemos el ejemplo de la época republicana con la consiguiente eliminación del nomenclátor católico y monárquico. Como bien se puede apreciar en el índice, la etapa republicana presenta tres etapas bien definidas políticamente y que tienen su huella en el callejero, pues no debemos olvidar que la República aglutina a una amalgama de diversos partidos políticos, cada uno de ellos cargados con una ideología propia, que si bien en determinados aspectos concuerdan, en otros no. Estos grupos son los siguientes: republicanos, anarquistas, socialistas, comunistas, nacionalistas. Si durante el primer bienio reformista, asistimos a la eliminación del callejero católico y monárquico, como se ha dicho unas líneas arriba, se asiste a la rotulación principal del callejero republicano que persistirá hasta finalizada la guerra, con la rotulación también de personajes ilustres, buscando también sus héroes y mártires. Durante el siguiente bienio, el de la CEDA, partido claramente no republicano y conservador, lleva consigo una labor más escueta, se paraliza momentáneamente la rotulación de calles, al igual que la paralización de las medidas reformistas del bienio anterior y llegamos así a la tercera etapa, salpicada por el inicio del conflicto bélico, en la cual los comunistas y anarquistas dejarán su impronta en el callejero.

      Ahora bien, finalizada la guerra, el franquismo elimina todo rastro, o el mayor rastro posible de la presencia republicana, y la sustituye por una nomenclatura que responde a unos principios ideológicos concretos: - Recuperación y extensión del callejero católico.

      - Mayor presencia militar: militares célebres de la Guerra Civil, aliados del conflicto Español (Alemania e Italia) y voluntarios de la División Azul.

      - Franco en el callejero: Caudillo y Generalísimo.

      No debemos olvidar que la familia política del franquismo, al igual que la republicana es heterogénea, aglutinando a los militares, monárquicos, carlistas, falangistas, tradicionalistas y el sector eclesiástico. Cada grupo querrá dejar su impronta en el callejero.

      Llegamos así a la etapa de la transición política, donde asistiremos a la eliminación de una parte del callejero franquista, pero no todo, donde los nuevos grupos políticos democráticos tendrán que llevar a cabo la eliminación o rotulación del nuevo callejero. En este caso, los grupos a tratar son los cambios producidos por el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, donde observaremos las diferencias entre ellos y las medidas llevadas a cabo para tal fin. Sin embargo, como bien señala Josefina Cuesta (2007:144): “La España democrática ha visto transformar en gran medida, aunque no por completo, el espacio urbano, despojado del recuerdo franquista e imbuirlo de valores democráticos y de esa interpretación histórica que ofrecer a las futuras generaciones”.

      Labor, ante la cual muchos historiadores han señalado el fracaso del proceso democratizador. Hablan de un pacto de silencio, según el cual, los partidos de la transición decidieron no continuar con un proceso de recuperación histórica de la memoria para evitar reproducir los males del pasado, abrir de nuevo las heridas que podrían llevar de nuevo a un conflicto difícil de evitar. Sin embargo, las nuevas generaciones, las cuales no han vivido ese proceso democrático, son las que enarbolan, juntos a muchos descontentos del desarrollo democrático en este sentido, la visión de una memoria histórica justa, criticando con vehemencia los vestigios franquistas en el callejero, monumentos o símbolos todavía presentes.

      Se ha podido observar como la dualidad memoria-olvido van de la mano, pero también el exceso de memoria supone un problema, perdiendo de este modo el criterio y la visión inicial del principio. Hemos pasado de tener escasos documentos de memoria individual y colectiva a tener un exceso, que en principio no debe de ser un factor negativo, pero sí hay que tratarlo con mesura y responsabilidad, si no, podemos perder la oportunidad de crear una memoria colectiva de la cual sentirnos partícipes como ciudadanos, una memoria colectiva que no sea la culpable del olvido de las memorias individuales, una memoria colectiva que sea capaz de aglutinar a los ciudadanos y de la cual sentirnos miembros de una comunidad, del mismo modo que hacer un buen uso del pasado. Para Tzvetan Todorov (2002:211): El pasado podrá contribuir tanto a la constitución de la identidad, individual o colectiva, como a la formación de nuestros valores, ideales, principios, siempre que aceptemos que éstos están sometidos al examen de la razón y a la prueba del debate, en lugar de desear imponerlos sencillamente porque son los nuestros. […] El pasado puede alimentar nuestros principios de acción en el presente, no por ello nos ofrece el sentido de este presente.

      De modo, que si utilizamos el pasado como elemento rotulador de calles, es preciso hacerlo con exactitud, sabiendo que se corre el riesgo que en la actualidad quede desvirtualizado o sin efecto aparente alguno, como dice Todorov, que carezca de sentido.

      Un aspecto importante que se tratará es el callejero femenino. ¿Qué importancia tiene la mujer en el nomenclátor?, ¿cuántas calles tienen dedicadas? Son algunas de las preguntas que hay que responder, hay más pero también es preciso señalar, que tan solo caminar por la ciudad nos indica un número reducido de ellas si las comparamos con las masculinas. ¿A qué se debe? Al ser menor el número de calles en honor a mujeres, es fundamental analizar las que sí tienen, quiénes fueron estas mujeres que merecen un rótulo en una calle da la ciudad, pero hay que ir más allá, es decir, después de 39 años de dictadura, es necesario reconocer que gran parte del callejero actual proviene de esa época, por lo tanto, también de unas cuantas mujeres , y viniendo de un régimen en el cual la mujer estaba subordinada al hombre, eso conlleva estudiar en la actualidad qué roles protagonizaron esas mujeres.

      Viviendo en una sociedad democrática, en donde la paridad debe de ser una realidad, fomentar valores arcaicos y caducos debería tener una medida por parte del poder político. Se puede ver de otra manera, es decir, existen pocas calles rotuladas de mujeres y las que hay no deberían ser sustituidas independientemente del rol al que hagan referencia. Este es un criterio que pueden esgrimir algunos, cierto, pero hay que ir más allá, es decir, luchar por la igualdad de género, pues hay mujeres que perfectamente pueden formar parte del callejero actual. Hay que dejar de lado los fundamentos que hablaban de la desigualdad entre los géneros, porque como bien señala Alicia Miyares (2009:133): Para la explicación de la desigualdad de las mujeres siempre se ha acudido a las normas dominantes del imperialismo patriarcal; si las normas dominantes son las de la masculinidad, la desigualdad de las mujeres se explica porque carecen de los valores de la masculinidad; fuerza, actividad, razón, inteligencia.

      Estos criterios han sido esgrimidos durante años, y han calado también en el callejero. Hoy podemos señalar que la mujer ha accedido por la puerta grande al nomenclátor y dispone de espacios de memoria, pero la cantidad y puede que la calidad (de las calles) todavía continúa resistiéndoseles. Para entenderlo mejor, afirma lo siguiente Francisco Erice (2009:133): Las calles reflejan repertorios oficiales de memoria digna de ser salvaguardada. Los nombres que figuran en un rótulo penetran de manera casi automática en nuestra memoria. Pero también cabe preguntarse de nuevo si, con el paso del tiempo y la rutina, no van perdiendo su valor revocador, a despecho de su pretendida función ideológica o propagandística.

      Así pues, sería interesante conocer cómo el ciudadano percibe su callejero, si conoce los hechos históricos y los personajes a los que alude, si se siente partícipe de ese callejero o cambiaría algo al respecto, o si lo concibe con desprecio o con cierta simpatía. De este modo, podemos conocer de primera mano si una de las funciones principales por las que fue concebido el nomenclátor (la impresión de una ideología clara) ha tenido sus frutos o se ha desvirtuado con el paso del tiempo.

      Un factor a tener en cuenta, es si el ciudadano imagina el callejero como algo ajeno y alejado de su realidad política, alejado de esa pretendida creación de una memoria colectiva o, por el contrario, la siente como suya y desea participar en la toma de decisión a la hora de rotular una calle, pues forma parte de su ámbito de vida y una calle le puede representar o sentirse identificado con ella. Si una calle puede representar todo esto, no digamos del poder de un monumento o un símbolo, pues como bien vuelve a apuntar Francisco Erice (2009:13): “Es evidente que pretenden materializar interpretaciones históricas determinadas y ejercer una función pedagógica en relación a ellas”(los monumentos).

      Conocer de primera mano la unión entre callejero-ciudadano, comprender si se ha producido un éxito político en la rotulación o simplemente el paso del tiempo ha sido claro vencedor en la contienda, ya que tan solo el callejero permanece como un elemento ordenador del espacio físico, en el cual, su marco teórico e ideológico ha sido borrado por las arenas del tiempo.

      Este proceso, a pesar que se produzca sin derramamiento de sangre, sin violencia física, sí que presenta una violencia, pero en el ámbito de las ideas y de la memoria. El proceso de creación de una cultura política trae consigo el olvido de la cultura política anterior. Este proceso de borrado, eliminación y nueva rotulación se produce en todos los regímenes. El callejero se convierte en un elemento clave de control político, pues como afirma Francisco Erice (2009:132): Las calles de las ciudades, como lugares públicos que son, constituyen auténticos focos de emisión potencial de mensajes, por lo que cual no debe extrañar el cuidado de los poderes establecidos en cada momento por controlar, modificar sus nombres o difundir los valores y recursos que éstos representan.

      Ese factor público y de fácil acceso y difusión de ideas se convierte en un elemento clave para el control manipulador de la memoria, independientemente que existan sectores no afines a dicha ideología, pues sin acceso a los órganos de poder, no podrán plasmar su ideología en el callejero.

      Además, con este trabajo se pretende demostrar la inexistencia de una aleatoriedad a la hora de elegir cada nombre y la ubicación correspondiente. En todo momento hay una previsión y una organización que responde a unos criterios preconcebidos y estudiados. Por ejemplo, la calle Generalísimo siempre aparece en el centro de la ciudad, en la calle con mayor preponderancia y tránsito de ciudadanos y no en las afueras o en los arrabales. Este es un ejemplo demasiado claro, pero como éste hay muchos y que todavía perduran. Además, se pretende con esta investigación ubicar en mapas las diferentes calles, para que de una forma más visual, se perciba la intencionalidad política.

      1.1.1.Objetivos.

      1. Objetivos generales.

      - Analizar la evolución del callejero con los consiguientes cambios producidos en la nomenclatura en función de los diferentes regímenes políticos.

      - Realizar estudio estadístico mediante porcentajes del callejero para establecer porcentajes, conociendo así el impacto ideológico de cada contexto.

      - Examinar los lugares de memoria e historia existentes para establecer su conexión con el período histórico que les corresponda.

      2. Objetivos específicos.

      - Establecer la marcada politización que se produce a la hora de realizar dicha tarea.

      - Comprender la situación política, social, económica e ideológica que contribuye al proceso de cambio de nombres.

      - Recuperar la memoria de todas aquellas calles que han formado parte de cada período.

      3. Grado de innovación.

      - Situar en planos de la ciudad las calles que han marcado las diferentes épocas de la historia en la ciudad de Alicante, lo que conlleva una compresión visual de dicho trabajo, formando una imagen de cómo era la ciudad en cada momento histórico.

      - Comparar, mediante los datos estadísticos, entre los diferentes períodos políticos, lo que comporta una mayor comprensión ideológica del fenómeno.

      - Conocer los lugares que han creado la historia y memoria de Alicante, apreciando la evolución que ha sufrido la ciudad durante el siglo XX.

      - Manejar tablas, esquemas y diagramas para comparar las diferentes etapas y así, de forma visual conocer la preponderancia hacia un tema concreto en la rotulación de calles.

      - Tratar la prensa de la época para valorar el factor ideológico y conocer la importancia política y social de la rotulación de calles.

      1.1.2. Marco teórico.

      Por lo que respecta al marco teórico, el período a tratar abarca desde la Segunda República hasta el año 2000. La elección de este espacio temporal se debe a que, en un período relativamente corto de la historia de España, se suceden varios regímenes políticos totalmente contrapuestos unos de otros, cargados todos ellos de un pensamiento, un credo ideológico que pretende crear un nuevo marco político, y como tal, desprecia y elimina lo anterior, irguiéndose cada sistema político como baluarte de una nueva coyuntura mental, que afecta al devenir social, marcando unas pautas ideológicas claramente definidas. La fecha de cierre en el año 2000 es significativa pues marca el final del siglo XX e inicios del siglo XXI, analizando de este modo 71 años de la historia y la evolución de la ciudad de Alicante. Esta etapa final, además, supone la consolidación del régimen democrático con la alternancia política en el gobierno municipal en esta etapa de la monarquía parlamentaria constitucional, al pasar el poder político del Partido Socialista al Partido Popular, en la que sería la primera etapa del alcalde Luis Díaz Alperi entre 1995-2000.

      Para tal efecto, se utilizarán una serie de elementos, como el uso de símbolos, mitos (como la utilización de ilustres personajes afines a la causa), mártires, canciones, fechas concretas, monumentos, festividades, etc. Estos elementos tienen en común el ser utilizados desde las esferas de poder para condensar toda una amalgama de ideas y crear con ellas una memoria colectiva que sepa aglutinar a las masas.

      La Segunda República, pese a su breve duración, aporta una gran singularidad, y eso que en un pequeño lapso de tiempo, sufre vaivenes políticos de todos los ámbitos y esto se debe a la heterogeneidad de las fuerzas políticas del momento. En un primer momento, durante el bienio de izquierdas, se llevan a cabo medidas reformadoras y entre ellas está la elección de un nuevo callejero, cargado de simbolismo, que viene a sustituir a un callejero anterior que respondía a unos conceptos ideológicos diferentes, estos es, la nomenclatura monárquica y también, resulta curioso, la nomenclatura eclesiástica, ante la cual, ya se entrará más adelante en su capítulo correspondiente.

      El siguiente bienio, de la CEDA, supone un estancamiento y un retroceso respecto al bienio anterior. Se paralizan las reformas progresistas y esto tiene su eco en la rotulación de calles, produciéndose un parón en el fenómeno rotulador. La CEDA, pese a no ser un partido claramente definido como republicano, y con una mentalidad conservadora, tampoco llevó a cabo la eliminación del callejero rotulado hasta el momento, pues habría traído consigo un conflicto político importante.

      Se llega así a la tercera etapa, en la que se engloba junto con la Guerra Civil. El Frente Popular trae consigo el acceso a los aparatos de poder de comunistas y anarquistas, quienes dejarán huella en el callejero. Se realizará una rotulación de calles, que vistas desde el espectro conservador, se percibirá como una amenaza y una ofensa, pues la carga ideológica se percibe sin dificultad.

      Después del conflicto bélico, nada más firmar el último parte de guerra, inmediatamente se lleva a cabo la nueva rotulación urbanística, en este caso, afín al nuevo régimen, con la consiguiente eliminación de todo aquello que huela a republicanismo, para que se elimine todo rastro de las “hordas rojas”, concepto que aparece tal cual en la documentación.

      En un primer momento, asistiremos a la proclamación del Caudillo, teniendo su reflejo en el callejero, junto con sus correligionarios más cercanos que le ayudaron en la Guerra Civil, además de todos los mártires que inundan el callejero, otorgando una imagen de vencedor de la guerra, ante la cual han perecido muchos por un causa noble, identificados con ese ideal de cruzada. Pero no solamente de esos militares próximos a él, sino también de sus aliados en la guerra, Italia y Alemania, quienes también tendrán el privilegio de tener presencia en el callejero alicantino.

      Sin embargo, este militarismo acuciante, tendrá sus días contados al final del conflicto mundial, la Segunda Guerra Mundial, que tras la derrota del Eje y los vaivenes sufridos por el gobierno español entre no beligerante, beligerante, y demás, verá borrar algunos nombres del callejero. Sin embargo, la guerra tendrá para España un hecho que todavía hoy perdura en las calles de todas las ciudades españolas, y me refiero, cómo no, a la División Azul. Sus mártires, al igual que los de la guerra nacional, también tendrán su hueco de honor en el nomenclátor urbano, soldados que perecieron en las frías estepas rusas apoyando a la Wehrmacht, obteniendo así su pequeño espacio de gloria para que su nombre perdure en el tiempo.

      Durante este período, no debemos olvidar el peso que tuvo el falangismo en la gran familia del franquismo. Su intento de poder acceder a las más altas cotas de poder no pudo verse satisfecho, pero la consagración de José Antonio Primo de Rivera como mártir y símbolo del movimiento, no tuvo precio. Alicante, ciudad en la que fue ejecutado, se convierte en un elemento clave de símbolo para el falangismo, su cadáver, trasladado a pie desde el cementerio alicantino hasta el Valle de los Caídos, supuso un elemento simbólico fundamental para el régimen a gran escala, tanto que en la actualidad todavía perdura un barrio con su nombre. No debemos olvidar, que tras el fin de la guerra civil, Alicante es nombrada como Alicante de José Antonio Primo de Rivera, convirtiéndose así en un símbolo imprescindible para el régimen franquista y cómo no, para el falangismo.

      Después de la contienda bélica, con los tímidos intentos de eliminar determinadas actitudes fascistas, se entra en una etapa donde el predominio ideológico corresponde al nacionalcatolicismo, el cual dejará su impronta en el callejero. No sólo se recupera el callejero católico eliminado durante la república, sino que, con el paso del tiempo, éste se extiende, obteniendo así un mosaico de santos, vírgenes y cargos eclesiásticos que inundan la ciudad. Como bien señala Vicente Cárcel Ortí (2008:33): La Iglesia estuvo presente en todos los acontecimientos de la Segunda República, de la Guerra Civil y de la posguerra. Dio oficialmente su juicio sobre muchos de ellos. Se sintió atrapada, sin duda, por una situación que la impulsó a tomar una postura dura y definida.

      Dentro de este período, también destacan otros elementos ideológicos claves en el régimen franquista como son la idea de imperio y la de hispanidad, que también harán mella en el callejero en esta memoria colectiva creada por el régimen franquista, obteniendo así una cultura política nacional. Esta cultura política nacional franquista estaría imbuida de diferentes ejemplos históricos, que son señalados por Ismael Sanz (2010:313): Hay, en efecto, una cultura nacionalista española a modo de discurso y ciertos códigos compartidos que vienen del ochocientos para sufrir continuas permutaciones. Se trata de un nacionalismo difuso y, podría decirse que sedimentado –como nacionalismo banal e institucional-, pero no por ello menos efectivo o profundo. Códigos, símbolos, representaciones y mitos que pueden ir de la Guerra de Independencia a los primeros pobladores, pasando pro Roma y los visigodos, los Reyes Católicos o el Quijote, el Imperio o la Hispanidad.

      A grandes rasgos, éstos serían los elementos históricos en los cuales el régimen franquista tendrá una imagen, que querrá hacer suya, tergiversando determinados valores y acontecimientos históricos para hacerlos suyos, y poder imprimirlos con su sello personal en el callejero. Respecto a los dos últimos conceptos, el de imperio e hispanidad, ha dicho Eduardo González Calleja (1988:7): […] la idea de hispanidad y la evocación del pasado imperial son cuestiones de índole cultural no excesivamente tratados durante la guerra, [...], pero sí especialmente adaptables a la realidad política e ideológica de la zona franquista, necesitada de mitos históricos en los que ver reflejadas sus actitudes presentes. La Hispanidad de comportará como la idea que aglutine y dé trabazón a conceptos tan dispares como Patria, Nación, Estado, Raza, Imperio y Religión.

      Se pararía así a la última etapa, con miras a Europa, una etapa en la cual el turismo dejará huella y la procedencia de los turistas será tenida en cuenta, pues sus ciudades y países comenzarán a extenderse por el entramado urbanístico en forma de nombre de calle. Una última etapa en la que convergerán las fuerzas opositoras al régimen, y tras la muerte de Franco, iniciándose el proceso de transición a la democracia, en la que las fuerzas políticas, en su intento de traer un sistema democrático, dejarán en el tintero aspectos que afectan a la cuestión del callejero, y es la cuestión de la memoria histórica. Es cierto que se producirá la eliminación de determinadas calles, pero no con la intensidad deseada, creando cierto poso de amargura pues con la llegada de los partidos democráticos, esta realidad de modificación del callejero franquista y reconocimiento de la memoria cultural e individual, junto con su cultura política republicana, no ha sido tratada por las nuevas fuerzas políticas, pero estamos ante una temática problemática que levanta pasiones, pues el pueblo español no ha sabido enfrentarse a su memoria y su encuentro con el pasado. Destacan las palabras de Francisco Erice (2009:101): En lo que se refiere a las relaciones de la memoria con el poder y las batallas por la reapropiación del pasado, cabe apostillar que aquéllas generan políticas de memoria o prácticas sociales específicas, produciendo también, eventualmente, reacciones defensivas o contra-hegemónicas de otros colectivos.

      Un ejemplo lo tenemos con la Ley de la Memoria Histórica y que tantos ríos de tinta ha propiciado y cuántos debates subidos de tono, sin la posibilidad de que las fuerzas políticas sean capaces de llegar a un consenso político, deslegitimando la idea de poder llevar a cabo la creación de una memoria colectiva común, que cierre definitivamente las heridas del pasado y que de esas cicatrices broten nuevo símbolos ante los cuales la ciudadanía pueda sentirse identificada.

      En este período democrático, se pretende observar la dualidad ente los dos partidos que han estado en el poder, PP y PSOE, conocer los cambios que han realizado y el por qué. Es cierto que el PSOE es el que tendrá en primer lugar la tarea de corregir el legado franquista, que no lo llevará a la práctica en su totalidad y que el PP a posteriori no retomará. Lo que sí se puede ver a primera vista es que el nomenclátor se abre a más opciones, entrando de lleno la mujer, pero veremos de qué manera y su cuantía y se comienzan a rotular calles con personajes de profesiones que en otros momentos tuvieron vedada esta opción.

      Conclusiones/Conclusions.

      El nomenclátor urbano, como bien se ha visto en la diferentes etapas políticas analizadas, se convierte desde el primer momento de cambio de régimen en la herramienta política por antonomasia. Viendo cómo al inicio de un régimen político se lleva a cabo una primera rotulación y dicha rotulación corresponde de forma inmediata al uso de calles con nombre con una clara ideología, no deja lugar a dudas de que el nomenclátor urbano se convierte en la primera arma política de un régimen cuando llega al poder. No sólo porque lleva a cabo una nueva rotulación afín a la ideología imperante en ese momento, sino que procede a la eliminación sustancial de los nombres ideológicos anteriores, es decir, los nombres de calles rotulados en gobiernos anteriores. Estaríamos ante una especie de damnatio memoriae que los romanos ya utilizaron en su tiempo, salvando ciertas distancias.

      En este caso, el nuevo régimen conoce la ideología anterior y en un paso por asentarse en el poder y propagar la nueva ideología política, decide llevar a cabo la eliminación y sustitución de esos nombres por otros acordes al nuevo régimen. Si este tipo de hechos se lleva a cabo entre personas, lo que se conoce como una purga en sectores públicos realizados en la administración y la educación que tan bien se conoce en la dictadura franquista, el callejero no se va a quedar atrás y sufrirá, de este modo, su propia purga ideológica.

      Lo curioso de esta eliminación es que no sólo se procede a una desaparición legitimidad por el nuevo gobierno en el poder, sino que también a un olvido de esos nombres que ya nunca van a ser recuperados, por eso, esta investigación supone una recuperación de la memoria y la historia republicana pero desde el punto de vista del callejero histórico. Algunos de esos personajes que gozaron de una calle con su nombre son conocidos, o muy poco conocidos, tan solo por parte de historiadores de la época, pues sus nombres ya ni siquiera son estudiados en las escuelas hoy en día. Véase el ejemplo de personajes importantes por sus hazañas no sólo durante la Guerra Civil sino también en el ámbito político y cultural. ¿Qué ha sido de personajes como Buenavenura Durruti o Ángel Pestaña? En las escuelas o universidades no acaparan la atención necesaria o simplemente no son ni nombrados. Y qué decir de la propia biografía y la muerte del propio Durruti que todavía no ha sido esclarecido del todo, un asunto hoy en día abierto para los historiadores. O personajes como los pilotos del Cuatro Vientos, Mariano Barberán y Joaquín Collar, quienes perecieron pilotando el avión llevando a cabo la hazaña por primera vez en la historia de cruzar el Océanos Atlántico en avión sin realizar paradas y que sufrió un accidente en el vuelo de regreso. Ambos personajes y el propio aparato ostentaron calles en Alicante que posteriormente fueron eliminadas durante el franquismo. ¿Una hazaña de tal índole y simplemente por el hecho de haberse llevado a cabo durante la Segunda República siendo sus pilotos condecorados por el intento por parte del gobierno republicano merecen ser olvidado para siempre? Dicha hazaña no es conocida por la población española, quedando como una mera anécdota y hazaña dentro del campo militar y como mucho, estudiado por historiadores militares. Si dentro del territorio español se sigue rotulando calles con nombres de militares, algunos de ellos por verdaderas hazañas, otros por sublevarse a la República, estos dos pilotos deberían tener la posibilidad de ser conocidos, pues al contrario que algunos militares aupados a altas estancias por hazañas bélicas derramando su propio sangre, estos pilotos intentaron llevar a cabo un imposible en su época y perecieron en el intento.

      De esta manera, tan solo un par de calles de la época republicana sobrevivieron al siguiente cambio de régimen llevado a cabo por la dictadura franquista, destacando la plaza de Gabriel Miró, escritor alicantino de renombre, José María Py como fundador de la fiesta de las Hogueras en la ciudad de Alicante, el doctor Sapena y la calle Gerona. Alguna más sobrevivió pero éstas son calles conocidas y situadas cerca del centro, salvo la del doctor Sapena. Estos personajes destacaron por su gran labor profesional llevada a cabo en vida y parece ser no adscritos a partido político o ideología clara pues sobrevivieron al Franquismo y hoy día continúan siendo calles alicantinas. Por lo tanto, aquí subyace la idea de que para sobrevivir a los diferentes vaivenes políticos e injerencias de la política en el nomenclátor urbano, hay que estar alejado de cualquier ideología política. Sin embargo, no es del todo cierto, pues hoy en día quedan en la ciudad de Alicante multitud de calles con pasado franquista que hacen referencia a militares sublevados, soldados del ejército sublevado que fallecieron durante el conflicto bélico y divisionarios que perecieron en la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial luchando a favor de la Alemania nazi. Este hecho merece un punto a parte, pero por delimitación temporal, el objeto de estudio abarca desde 1939 al año 2000, no incluye la Ley de la Memoria Histórica aprobada en diciembre de 2007, por lo que el análisis sobre este tema puede hacerse en una ampliación de la tesis.

      Sin embargo, es preciso señalar ciertos matices que sí atañen a este problema, problema en el sentido que es un conflicto político y social no solucionado y que a día de hoy todavía sigue viviendo la sociedad española con cada cambio de gobierno local que procede a la eliminación o no eliminación de estas calles franquistas. Por lo que se refiere a estas calles franquistas, una vez terminada la dictadura y su supervivencia en el callejero alicantino, podemos afirmar que las propias autoridades durante la transición española y ya en la democracia ha dejado mucho que desear, es decir, que gobiernos democráticos con una mayoría como la ostentada por el Partido Socialista en Alicante no llevaran a cabo una acción más directa encaminada a la eliminación de dichas calles sí que es objeto de estudio. Sí es cierto que algunas calles fueron eliminadas, por ejemplo la calle Generalísimo, calle Francisco Franco, calle José Antonio Primo de Rivera pero no el barrio con su mismo nombre y la Plaza de la División Azul sita en el mismo barrio, calle Onésimo Redondo, etc. y calles como Treinta de Marzo que suponen una verdadera afrente contra la democracia, pues tener una calle rotulada con la fecha en la que se termina la Guerra Civil supone una verdadera falta de sensibilidad, porque otra calle con fecha como fue la calle 18 de julio, día del alzamiento del ejército sublevado sí fue eliminada. Por el contrario, hay algunas calles como Portugal, Alemania e Italia que en su momento fueron rotuladas por ser países que apoyaron el bando franquista y que hoy en día sería innecesario eliminarlas porque ya no representan los mismo que en su momento de rotulación, es decir, que si la idea primigenia fue obsequiar a estos países con la incorporación al callejero por haber sido países que contaban con un gobierno totalitario y brindaron apoyo a Franco, hoy en día, vistas desde una mentalidad actual, tan solo representan países de nuestro entorno europeo y libres de cualquier ideología perniciosa. Es curioso cómo con estas calles la percepción ha variado con el paso del tiempo considerándolas inofensivas desde un punto de vista ideológico y político, incluso si se produjera la eliminación de algunas de estas calles con nombres de países podría ocasionar algún conflicto con los países en cuestión. ¿Por qué unas calles sí y otras no? Evidentemente, las calles dedicadas al propio dictador, una vez finalizada la dictadura ya no tienen razón de ser, ¿pero qué sucede con todos los militares, mártires, seguidores y/o aduladores del dictador y su régimen que siguen ostentando calles en la actualidad? ¿Hay manera de solucionar este conflicto civil y político acuciante? Podemos decir que hay leyes aprobadas para tratar esta materia, pero si la Ley de la Memoria Histórica no es cumplida y, en el caso más importante, denostada y menospreciada por determinadas fuerzas políticas como es el caso del Partido Popular, nunca se avanzará en esta materia y será cuestión de tiempo que las generaciones que han vivido durante el Franquismo vayan desapareciendo de la escena política actual, y al igual que ha pasado con muchas calles, eliminadas y caídas en el olvido, es posible que muchas de estas calles franquistas sufran el mismo destino. Sólo el tiempo lo dirá y las generaciones futuras serán testigo de semejante cambio.

      Porque hay que entender que la eliminación de una calle con un nombre de algún personaje histórico es un acontecimiento delicado, no hay que verlo tan solo como un nombre y ya está, pues esa persona que ostentaba dicha calle fue elegida por algo, o bien por adscripción política hacia el régimen del momento o simplemente porque en vida destacó desarrollando su profesión, por ejemplo. Por lo tanto, deberíamos preguntarnos si de verdad estamos perdiendo la noción de lo que realmente significa o significó para las elites políticas el rotular una calle con un nombre en particular. Si lo que subyace en cada rotulación es la plasmación ideológica o el reconocimiento hacia una persona en particular, hoy en día estamos alejados de lo que realmente conlleva el nomenclátor urbano. Parece ser que tan solo se presta atención al componente ideológico y político de las personas y no de lo que hicieron en vida. Es una lástima caminar por la calles de una ciudad desconociendo los personajes que la componen, pues nos enseñaría algo de historia, tanto historia local, como nacional y mundial y con este conocimiento adquirido del estudio del callejero podemos ir un paso más adelante y a partir de ahora, elegir entre todos calles que no supongan problema para un grupo determinado de la sociedad y que cada cambio de gobierno suponga un verdadero quebradero de cabeza la idea de tener que rotular de nuevo calles, generando problemas a los habitantes de dichas calles y, por supuesto, generando conflictos políticos y sociales que no llevan a ninguna parte. Como sociedad, podemos ver que el sistema democrático no parece estar del todo asentado en nuestro país, pues si el mero hecho de rotular o eliminar una calle supone un problema de índole general, es que no somos una sociedad madura, en comparación con otros países del entorno europeo, véase el caso de Alemania donde todo símbolo nazi es prohibido y penado o el caso de la prohibición de simbología comunista en alguno países del este y bálticos como es el caso de Estonia, Lituania, Eslovaquia, Hungría y la República Checa. Mientras, en España no se consigue avanzar en este tema.

      Retornando a la etapa franquista, para poner un ejemplo, vemos que en el año 1955 se lleva a cabo una gran rotulación de calles, y si se analizan los nombres elegidos para dichas calles, se observa que la gran mayoría corresponde a personas ligadas a la Falange o vinculados al Franquismo que fueron fusilados después de uno de los bombardeos más agresivos sufridos en la ciudad de Alicante por la aviación fascista durante la Guerra Civil, además de algunos soldados pertenecientes a la División Azul fallecidos en la Segunda Guerra Mundial. De modo que, casi veinte años después del final de la Guerra Civil, las autoridades deciden rotular calles en Alicante con nombres de personajes fusilados durante la guerra en la mayor rotulación de calles hasta la fecha. No deja lugar a dudas la importancia de la ideología en este aspecto, porque ante una masiva rotulación de calles, las oportunidades y posibilidades de rotular son inmensas, sin embargo, se decide por la vía ideológica en una fecha ya tan tardía como es el año 1955, calles que todavía siguen existiendo en la actualidad.

      Un caso aparte sería el análisis del callejero femenino, muy poco estudiado y poco conocido, como lo es todo lo que conlleva la historia de la mujer. Ya hemos visto las leyes a grosso modo de cada régimen y cómo conciben a la mujer. Durante la Segunda República podría haberse rotulado más calles con nombres de mujer, pero si aludimos al escaso o nulo crecimiento de la ciudad para crear nuevas calles para rotular y viendo que la mayoría de calles responde más a la sustitución de un nombre por otro, estamos ante un problema de oportunidad a la hora de rotular. También, como se ha mencionado en su capítulo correspondiente, pese al avance legal de la condición de la mujer, la mentalidad tarda más en avanzar y los cambios se producen de forma paulatina y con lentitud, sin embargo, el escaso número de calles dedicadas a la mujeres durante la etapa republicana deja mucho que desear, aún viendo que las dos calles rotuladas a Mariana Pineda y Dolores Ibárruri están ubicadas en el centro de la ciudad.

      La siguiente etapa franquista no va a reparar a la hora de eliminar estas calles, pero durante este régimen la escasa presencia de la mujer en el nomenclátor urbano es otra muestra más de la escasa importancia que tiene la mujer para el nuevo régimen, perdiendo así una oportunidad para hacerse más visible en la sociedad. La escasa presencia en el nomenclátor y, por supuesto, el elevado número de calles dedicadas a las mujeres con una clara referencia religiosa, dan a entender la verdadera imagen que se tiene de la mujer en el régimen franquista. La mujer tan solo sirve para ser virgen a ojos de la religión o bien, ser la mujer de alguien importante que hace algo por la ciudad, como donación de terrenos, construcción de algún edifico con dinero aportado por ella, para ser digna de mención en el nomenclátor urbano.

      La llegada de la democracia no va a suponer una gran revolución para la incorporación de la mujer en el nomenclátor urbano, pues pese a que en este etapa más mujeres acceden al callejero continúa siendo bajo la visión religiosa, salvando unos pocos ejemplos de mujeres ligadas a la política, las cuales serán las pioneras de esta etapa, la democracia, marcada por la grandes intenciones puestas en este etapa, pero decepcionando de nuevo a muchos sectores de la sociedad, pues el callejero franquista no ha sido eliminado en su totalidad, y la mujer podría haberse incorporado en un porcentaje mucho mayor, dejando así las metas para una siguiente etapa digna de estudio.

      Continuando con esta última etapa, la democracia, se analizaron algunos ejemplos, tanto en el sector masculino como en el femenino, de ocasiones perdidas para la sociedad alicantina y una ocasión también perdida para que las elites políticas se acercaran a la población y se hiciera historia en la ciudad de Alicante. Estos casos son, para el sector masculina la no rotulación de una calle con el nombre de Miguel Grau y por parte femenina, el nombre de Federica Montseny. Estamos ante dos ejemplos que muestran la dificultad política vivida durante la transición española, es decir, el primer ejemplo de Miguel Grau, persona vinculada al Movimiento Comunista del País Valenciano asesinado por el impacto de un ladrillo lanzado por un militante de Fuerza Nueva, partido de extrema derecha. La violencia que se vivió en las calles de las ciudades españolas dejaron más de un muerto de los diferentes bandos, pero desde el Ayuntamiento de Alicante se podía haber hecho un acercamiento para rotular una calle con su nombre, si no en el mismo momento de la muerte del joven, unos años después. Sin embargo, se ha tenido que esperar al siglo XXI para que el Ayuntamiento de Alicante recoja en una pequeña placa cerca del monumento de Luceros, en la plaza de los Luceros, lo que allí aconteció, contando de forma resumida la muerte del joven. Su militancia en el Partido Comunista puede verse como la causa de no rotulación, pues siendo un ciudadano alicantino que murió ejerciendo su derecho de libertad de opinión, encontró la muerte de la forma más brutal, sin tener en mente la idea de rotular, pasando así a formar parte de la historia de la ciudad Alicante, siendo su nombre un ejemplo de lo que ocurrió en la transición española, un ejemplo histórico que no sería olvidado como el resto de algunos personajes.

      En el caso de Federica Montseny, pese a no ser alicantina, el ejemplo de superación y actividad política en defensa de la mujer durante su vida bien merecía un reconocimiento por parte de las autoridades políticas alicantinas. Pues fue una de las primeras mujeres que desempeñó cargo político, desempeñando nada más ni menos la presidencia del Ministerio de Sanidad y Consumo de España desde noviembre de 1936 hasta mayo de 1937. Un ejemplo de mujer destacada y valiente que, sin embargo, pasó desapercibida para los políticos, siendo la prensa la que recogió la noticia de su muerte y explicando de forma resumida su biografía. Su pertenencia al anarquismo sindicalista puede que fuese el punto negro de su biografía para no tenerla en cuenta, pero siendo su muerte en 1994, la democracia en España ya estaba asentada y la alcaldía de Alicante la ostentaba el Partido Socialista, afín a la izquierda política y afín a la lucha por la igualdad de género.

      En el apartado dedicado a la mujer, se han expuesto claros ejemplos de mujeres que podían haber obtenido una calle con su nombre, pero la ignorancia, la rotunda negación o contraposición a este elección y la falta de historiadores o críticos mejores, la mujer ha caído en una decadencia en el sentido rotulador de calles. Sería interesante estudiar cómo la mujer se ha incorporado al callejero después de la Ley de Igualdad de Género de 2007, es decir, si el porcentaje de mujeres que forman parte del nomenclátor urbano ha crecido o no, qué tipo de mujeres acceden, analizar los roles de esas mujeres y por supuesto, se puede analizar qué tipo de calles y dónde se ubican, para comprobar si la mujer es un sujeto pasivo o secundario dentro de callejero, y por supuesto, comprobar si dicha ley en favor de la igualdad se está cumpliendo o no.

      Un aspecto positivo a remarcar sobre esta investigación es su acotación cronológica. El marco cronológico estudiado va desde 1931, momento en el que comienza la Segunda República, hasta el año 2000, lo que deja las puertas abiertas para analizar las demás etapas, tanto con anterioridad como con posterioridad, lo que permitiría llevar a cabo una comparación entre las diferentes etapas y regímenes, analizando la ideología imperante del momento y, sobre todo, permitiría una recuperación de la memoria histórica de Alicante a partir del propio callejero, analizando determinados nombres para conocer quiénes fueron, qué hicieron y por qué fueron importantes para formar parte del nomenclátor urbano. De esta forma entenderíamos de una forma más clara, incluso visual con el uso de mapas y estadísticas la evolución de la ciudad de Alicante, conociendo su crecimiento, cómo se han ido formando los barrios, qué calles componen dichos barrios y sus nombres, etc.

      Este tipo de investigación, como se ha señalado en alguna ocasión, permite convertirse en un elemento didáctico para los jóvenes, es decir, enseñar historia local e incluso a nivel nacional a partir de los nombres de la calles, acercando la ciudad y la historia a los ciudadanos, para que comprendan que el callejero no es una herramienta sin más, si no que nos afecta por lo que realmente supone, por la carga política, ideológica, etc. de sus nombres y por la intención de la autoridades políticas de rotular de esa forma y no de otra. Quizá de esta forma acercando el callejero a la gente podamos cerrar viejas heridas y evitar ciertos debates todavía presentes pero, parece ser, que es de difícil solución.

      Un elemento importante, y muy utilizado, ha sido el análisis de la prensa en cada época histórica. El uso de la misma ha aportado con gran lujo de detalles el aspecto ideológico imprescindible para comprender, analizar y contextualizar cada etapa tratada. La prensa se convierte, de este modo, es un fiel reflejo de la sociedad, la cual nos muestra la forma de pensar de cada momento, con ella podemos incidir de modo decisivo en la cultura política, aportando ejemplos y por supuesto, legitimando de este modo los cambios realizados en el nomenclátor urbano.

      La prensa es un testigo primordial para acercarnos a cada contexto histórico. Un testigo esencial que nos permite acceder a la misma época cuando, en ocasiones, es imposible para los historiadores, pues son época lejanas de las cuales tan solo quedan textos escritos y poco o nada de historia local. La prensa nos acerca la mentalidad de esa época, pero eso sí, siendo cautos y objetivos a la hora de introducirse entre sus páginas, obteniendo la información necesaria.

      El análisis de la prensa ha ayudado a comprender el por qué de la rotulación de algunas calles, pues algunos de esos personajes nos son ahora desconocidos, pero en su momento fueron alguien importante o realizaron una hazaña de gran valor. Algunos de estos personajes aparecen en más de una ocasión, dando a entender la importancia de dicho personaje, véase el ejemplo del aniversario de la muerte de José Antonio. La prensa se convierte, además, en una herramienta a manos del poder, que al igual que el propio nomenclátor urbano, son dos herramientas de fácil uso y, en el caso de la prensa, en un elemento de consumo para la sociedad, en el cual la ideología está siempre presente, también de fácil acceso y con un mayor arraigo y un mayor poder de convicción que el del propio callejero urbano.

      Es importante señalar la diferencia entre cada etapa histórica, pues si durante le Segunda República asistimos a la presencia de multitud de periódicos, cada uno de una ideología diferente, lo cual, a ojos del historiador, es realmente fascinante poder sumergirse en la prensa, pudiendo discernir la ideología de cada grupo y sus intenciones políticas. El aspecto negativo, si es que se puede considerar como tal, es el gran tamaño de material gráfico que se tiene para un período de tiempo corto, la Segunda República, sobre el cual se puede investigar y extraer información a raudales. Para dicha tarea hay que ser exhaustivo, saber elegir con criterio para separar lo que es importante de lo que no. Sin embargo, durante el franquismo tan solo hubo un diario, en el cual se plasma la ideología del régimen, que a priori puede resultar sencillo observar un solo elemento gráfico, pero a la larga resulta más tedioso y se puede escapar información, ya que al cabo de un tiempo todo resulta más monótono.

      El análisis de la prensa ha servido para ver las diferencias entre cada régimen político, es decir, durante la Segunda República se puede observar, con los ejemplos ya mostrados que el callejero urbano se concibe como algo más cercano a la propia población, como un hecho necesario de llevar a cabo. Véase el ejemplo en El Campello donde se celebró con banda de música incluida el cambio de nombres de calles o bien, la exigencia de la ciudadanía por rotular las calles o bien cómo algunos ciudadanos quitaban rótulos y rotulaban como ellos deseaban que se llamara la calle. Todos estos ejemplos de época republicana dan a entender la importancia que se tenía del nomenclátor, además de mostrarnos cómo se vivía la ideología política por parte de la población.

      Es durante el franquismo cuando en sus inicios la propia población tiene poco que hacer y todos los cambios se llevaran a cabo desde el propio Ayuntamiento y la Comisión encargada de dicha tarea. No será hasta bien avanzado el franquismo, a partir de los años 60, cuando el periódico local incluirá la sección de cartas al director, y en dicha sección aparecen ya las opiniones de los ciudadanos respecto a rotular de una manera o de otra o, por el contrario, solicitando la rotulación de una calle con un nombre en concreto, en ocasiones aportando datos de la biografía de dicho personaje y lo relevante que es.

      Ya durante la democracia aparecen secciones dedicadas al propio callejero que en ocasiones explican de forma verdaderamente impecable la evolución del nomenclátor o aportando información de calles ya desaparecidas de épocas anteriores, incluso se mencionan calles de época republicana. Este interés por conocer y explicar la evolución del nomenclátor urbano da a entender la importancia que del mismo se tiene, incluso se llega a mencionar, en ocasiones, la incapacidad política a la hora de rotular e incluso clamando debido a lo mal que se hace. De todo se deduce que el callejero no es un elemento ajeno y alejado para el ciudadano, sino que es algo que le afecta y en cierta medida, le llega a importar, ya sea por su labor de ubicar y organizar la ciudad acorde a un criterio definido, como por su vertiente ideológica y cultural. Así pues, la prensa se convierte en un testigo vivo que refleja fielmente la cultura, la ideología y la forma de ver y entender el contexto histórico en el que se adscribe.

      Para concluir, no se puede pasar por alto el fondo documental del Archivo del cual se extrajo la información de todos los cambios de calles llevado a cabo desde 1931 hasta el año 2000. Una fuente inagotable de recursos, también agotador en el proceso de buscar y extraer la información, pero sin el cual hubiese sido imposible llevar a cabo semejante tarea. Es con esta labor con la cual se obtuvieron todos los nombres de las calles, en ocasiones el por qué se rotulaba o se eliminaba un nombre y también quién propicia el cambio, es decir, si se lleva a cabo por parte del alcade, la Comisión encargada a tal efecto, otros miembros del Ayuntamiento, sectores privados o en determinados casos la propia ciudadanía que expresa su opinión sobre qué nombre debe de usarse para rotular una determinada calle. Esta fuente inmensa de información nos ayuda a conocer de primera mano la ideología que subyace detrás de cada petición en particular, y así, aunando la información de las Actas Municipales, junto con la prensa nos da una imagen más clara y concisa para comprender mejor la importancia que tiene el nomenclátor urbano.


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