El conflicto es un fenómeno consustancial a las relaciones humanas. Las familias no escapan a esta ley del conflicto humano, con sus potencialidades para el crecimiento y para la destrucción. Lo peculiar del conflicto familiar en las sociedades modernas se circunscribe principalmente en el ámbito de la pareja, aunque no se reduce a ella. Cuando una pareja salda sus conflictos con la separación está tomando una de las decisiones más difíciles que debe afrontar, siendo con frecuencia una experiencia dolorosa para la familia de procreación y las familias de origen. La "cultura ganador / perdedor" prima en los escenarios del conflicto y, en el caso de la separación y el divorcio, hace que el sistema legal, a través de los abogados, sea habitualmente la primera puerta de entrada para la solución, consolidando las diferencias entre quienes han de continuar relacionándose como padres, dejándolos en una situación de enfrentamiento prolongado. La mediación, y en su caso la mediación familiar, requiere y a la vez promueve la "cultura del acuerdo", del consenso, entre las partes en conflicto, definiendo el conflicto como una dificultad a resolver por los miembros de la pareja. El presente artículo se estructura en dos partes. En la primera, de carácter introductorio, desarrolla tres aspectos: la mediación familiar, la cultura del acuerdo y la mediación y el campo de acción de la mediación familiar. En la segunda parte, a modo de ensayo, se aborda un tema particular, pero recurrente y preocupante entre los padres que deciden separarse: la comunicación a los hijos de la separación de los padres y, para finalizar, se estudia el papel del mediador familiar respecto a este punto.
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