En la sociedad rural michoacana de los años treinta, intermediarios políticos de extracción agrarista, como Juan Gutiérrez Flores en el Bajío zamorano, eran las cabezas visibles de un campesinado que se apoyaba en ellos para acceder a diferentes bienes y servicios públicos, pero también eran actores que auxiliaban al Estado en la aplicación de varias políticas -como la agraria y la educativa- mediante las cuales trataba de consolidar su hegemonía, ganar la lealtad del campesinado agrarista y vencer la resistencia de sectores sociales cercanos al clero. Aquí se postula que explorar la manera en que Gutiérrez Flores construyó su poder regional y ejerció sus funciones de mediación, es aproximarse al modo en que discurre uno de los momentos del proceso de centralización del estado posrevolucionario cardenista.
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