El apoyo que los privilegiados de Cataluña (la Iglesia como orden y la parte de la nobleza más vinculada al régimen señorial) concedieron a la contrarrevolución realista-carlista se explica gracias a su evolución económica y social en las décadas anteriores. La Iglesia catalana aumentó en número, la nobleza del Principado mantuvo su poder y ambos participaron del crecimiento del siglo XVIII. Sin embargo, a principios del XIX, el cambio de coyuntura y la resistencia pasiva de los plebeyos motivó la reacción de unos señores que en ningún modo estaban condenados a desaparecer.
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