La propiedad no es un robo, sino un “existencial humano”. Pero ese rasgo tan humano se ha convertido mil veces en un robo, gracias a una ideología que arrancaba tanto de la absolutez con que se afirma el ser humano en la Modernidad y de su capacidad de dominio, como de los discursos legitimadores del propietarismo, particularmente del de Locke. Deslegitimar esa ideología es una de las tareas más importantes y más urgentes. La visión cristiana de la propiedad que se propone este cuaderno, ofrece una oportunidad en el intento de conseguir nuevos caminos éticos en un mundo menos injusto.
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