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Toponimia de la Provincia de Zamora: panorámica documental, comparativa y descriptiva

Imagen de portada del libro Toponimia de la Provincia de Zamora

Información General

Reseñas

Resumen

  • Se recorre la toponimia de la provincia de Zamora, con un triple énfasis: documental, comparativo e interpretativo. El eje lo componen topónimos mayores, agrupados por lemas; pero no se prescinde en ningún momento de los topónimos menores. Se afronta el riesgo de volver prolijas las fichas; pero ello se hace con la persuasión de que sólo así puede darse alguna robustez a las interpretaciones.

    Un rasgo del libro es el eclecticismo de las fuentes. Desde hace muchos años veníamos reuniendo referencias documentales a los topónimos zamoranos en cartularios, tumbos y centones medievales. En los topónimos menores, no ha sido posible salvo excepción acudir a encuesta directa sobre el terreno. Pero siempre se ha procurado apuntalarlos acudiendo a más de una fuente. En primer lugar, se han consultado todas las pañoletas o minutas, hojas de preparación cartográfica a escala 1:25.000, que en Zamora se elaboraron hacia 1910; constituyen un trabajo previo a la edición del Mapa Topográfico Nacional 1:50.000 (MTN50). También se ha acudido a la primera edición del MTN50, que suele presentar una cobertura toponímica menos densa que las pañoletas, pero actualizada hacia mediados del siglo XX. Otra vía inesperada de comprobación ha sido facilitada por la digitalización del Boletín Oficial de Zamora, que abarca más de un siglo (1833-1936). En él, con motivo de expropiaciones, embargos y disposiciones municipales, aparecen innumerables topónimos menores. Es un tesoro toponímico, lastrado ciertamente por errores tipográficos, y que no permite siempre la búsqueda debido a dificultades en el reconocimiento de caracteres.

    Parte de la pesquisa asociada al libro pertenece, en efecto, al ámbito de lo que los portugueses llaman el esfuerzo corográfico: la ubicación en el terreno de nombres de la documentación antigua; la discriminación entre nombres de lugar homónimos. Como es sabido, en el mundo medieval, en el que desplazarse a grandes distancias estaba reservado a unos pocos, se vive en el alto contexto de lo local: por ello no hace falta distinguir nombres repetidos, si entre ellos media una distancia que evita las confusiones; treinta kilómetros medievales son suficientes para la repetición sin equívoco. Sólo más tarde, con la administración centralizada que va imponiéndose al entrar la Edad Moderna, se añaden sobrenombres o determinativos para evitar equívocos. En la investigación contemporánea, desgajada del anidamiento local, se impone la tarea de aclarar cuestiones que a menudo enturbian los estudios toponímicos y, de paso, la discusión arqueológica e histórica. Son frecuentes los espejismos en la documentación antigua, los lugares homónimos tratados como si fuesen uno solo, las identificaciones erradas. En el presente estudio, se han buscado cuidadosamente los ecos toponímicos de un nombre de lugar principal, que suele reaparecer en topónimos direccionales desperdigados por su alrededor, a veces con interesantes variantes.

    La consulta de obras del campo de la Arqueología y la Historia Medieval ha sido constante, aunque no podemos garantizar la total cobertura de tan extenso ámbito de conocimiento. No se ha dejado tampoco de lado la cuestión biogeográfica, especialmente al tratar topónimos que describen el paisaje de suelos, flora y fauna. Las referencias etnográficas y las monografías locales se han considerado también importantes para inclinar la balanza de la interpretación toponímica en uno u otro sentido.

    En el campo lexicográfico, indispensable para la interpretación anclada en el habla local de los nombres de lugar, se ha acudido a la abundante serie de publicaciones que describen el léxico provincial. Es un mosaico de obras de distinta ambición, desde algunos primeros tanteos a cargo de Fernández Duro a monografías rigurosas elaboradas en la estela de la Real Academia de la Lengua, los estudios del leonés por Menéndez Pidal y la Revista de Filología Española. Aunque no cubre sino lateralmente la provincia de Zamora, es de gran utilidad la gran compilación de Le Men Loyer, Léxico del leonés actual, recientemente completada. Proporciona un marco indispensable la vasta labor realizada por García Arias y la Academia de la Llingua Asturiana. Se ha acudido también a los distintos vocabularios locales alumbrados por la asociación Furmientu y otras fuentes dispersas en páginas web de los pueblos zamoranos. Se ha procurado la máxima exhaustividad en la consulta de fuentes referidas a las hablas del portugués trasmontano y el mirandés, dispersas en distintas revistas y acopiadas desde fecha temprana gracias al magisterio de Leite de Vasconcelos. Los atlas lingüísticos, tanto el de Castilla y León (ALCL) como el recientemente elaborado por González Ferrero sobre la base de los trabajos sanabreses de Krüger (ALSCR), han sido consultados en busca de patrones y excepciones.

    En cuanto a los trabajos estrictamente toponímicos consultados, la llegada de obras es irrefrenable y amenaza siempre con desbordar cualquier posibilidad realista de lectura completa. Décadas de lectura, con artículos ordenados y anotados que no siempre ha sido posible reencontrar oportunamente, han intentado encontrar expresión en estas páginas. Señalemos una particular deuda hacia autores alemanes que abrieron camino, como Piel, Kremer y Krüger, y a los maestros portugueses, desde Leite a Silveira, Cunha Serra y Almeida Fernandes. En las provincias leonesas, hemos intentado recorrer todo lo publicado, usando entre otros los estudios de Morala Rodríguez o los libros de vocación histórico-corográfica de Carrera de la Red.

    El conjunto de materiales consultados, de los que da fe la bibliografía, muestra la disparidad de opiniones y encuadres con que reaparecen topónimos como los aquí tratados en obras dispersas: a veces, con tratamiento monográfico, a menudo con pinceladas rápidas y repletas de riesgo. Se ha intentado pues ir más allá de algunas propuestas, que presentan el achaque de las denominadas por Corominas “etimologías de sonsonete”, por Almeida Fernandes, procedimientos “de olho-e-orelha”. Como éste es peligro que acecha a todos los que se adentran en la toponimia, no es posible descartar haber incurrido en algún que otro resbalón de este género.

    La extensión del libro es consecuencia del procedimiento adoptado. No procede de digresiones ni de un estilo dilatorio, habiéndose en lo posible procurado la concisión. El resultado roza las mil páginas, pero creemos haber aportado numerosas etimologías nuevas, nunca antes propuestas, y haber descartado muchas más. Parte del contenido de estas páginas se publicó anteriormente en artículos acogidos a la hospitalidad de diversas revistas y anuarios. Todo este material ha sido revisado a la luz de nuestra perspectiva actual.

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