Ha sido reseñado en:
Tiempos modernos: Revista Electrónica de Historia Moderna, ISSN-e 1699-7778, Vol. 7, Nº. 20, 2010
Ascenso y caída de Rodrigo Calderón
Revista de libros, ISSN 1137-2249, Nº. 167, 2010, pág. 10
Espacio, tiempo y forma. Serie IV, Historia moderna, ISSN 1131-768X, Nº 23, 2010, págs. 249-251
Rubén González Cuerva (res.)
Hispania: Revista española de historia, ISSN 0018-2141, Vol. 71, Nº 239, 2011, págs. 860-862
Una de las imágenes más perdurables asociadas al ocaso del valimiento del duque de Lerma fue la del favorito don Rodrigo Calderón camino del cadalso. Aunque mitificado en la muerte, no había sido objeto de estudio por parte de los historiadores -más allá de algunos artículos de indudable relevancia-, pese al atractivo de una trayectoria política y personal plagada de desaciertos y excesos pero tan singular y meteórica. Marqués de Siete Iglesias y conde de la Oliva, capitán de la Guarda Alemana, secretario de cámara del rey y embajador extraordinario en los Países Bajos, don Rodrigo fue uno de los más poderosos y controvertidos ministros de Felipe III. Su notoria influencia -cimiento de un asombroso patrimonio, amasado no siempre de manera lícita- conseguida a fuer de ser un apoyo imprescindible para el duque de Lerma, le permitió erigirse en poco tiempo en el alter ego del valido. Sucumbió, como un faetón destronado del cielo que rimase Quevedo, a la pérdida del favor regio de su patrón y a las presiones de una oposición nacida en el propio seno del clan dirigente. Sometido a un largo proceso judicial en 1619, a tormento y privaciones, fue hallado culpable de decenas de delitos y condenado a la pena capital. Su ejecución pública en la Plaza Mayor de Madrid el 21 de octubre de 1621 fue, en palabras de Andrés de Almansa y Mendoza, «el día más famoso que ha mirado este siglo».
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